La cacer¨ªa furtiva que acab¨® en reproche universal
La terrible muerte del le¨®n ¡®Cecil¡¯ ha provocado un linchamiento que tambi¨¦n es injustificable
Sucedi¨® una noche de primeros de este mes de julio. El cazador estadounidense y dentista de profesi¨®n Walter J. Palmer, ayudado por dos gu¨ªas locales, mat¨® con nocturnidad y alevos¨ªa a Cecil, un hermoso le¨®n de 13 a?os, a las afueras del parque nacional de Hwange (Zimbabue). Seg¨²n las autoridades del pa¨ªs africano, Palmer atrajo al animal hacia el exterior del parque, lo hiri¨® con una flecha y lo mat¨® a tiros despu¨¦s de perseguirlo durante 40 horas.
Walter dijo m¨¢s tarde en un comunicado que no era consciente de estar haciendo algo ilegal. Esa ignorancia resulta dudosa en un hombre de su experiencia en la caza mayor, un hombre cuya huella en Internet es b¨¢sicamente una galer¨ªa de fotos posadas con b¨²falos, leopardos y rinocerontes muertos a tiros o a flechazos. Un hombre que ya hab¨ªa sido condenado en 2008 por abatir a un oso negro fuera de una zona autorizada en el Estado de Wisconsin. Palmer sab¨ªa, m¨¢s que probablemente, que se enfrentaba a una nueva sanci¨®n, tal vez a un arresto. Pero lo que no pod¨ªa sospechar era que su acci¨®n le convertir¨ªa, a la velocidad del rayo de las redes sociales, en un villano global, y a aquella cacer¨ªa en causa de universal indignaci¨®n.
La noticia se convirti¨® en viral porque ten¨ªa todos los componentes para serlo. Una v¨ªctima emblem¨¢tica e inocente, un malvado sin remisi¨®n. Im¨¢genes del bell¨ªsimo animal, tambi¨¦n de su cazador celebrando su ventajista victoria sobre los cad¨¢veres de muchos animales. Las p¨¢ginas profesionales de Palmer en Yelp y Facebook rebosaron en pocas horas de mensajes que oscilaban entre las cr¨ªticas contundentes, los insultos y las amenazas. La cl¨ªnica del dentista cerr¨® y, habida cuenta el volumen y tono de los reproches, es poco probable que pueda volver a abrir sus puertas a corto plazo. Quiz¨¢ tenga que cerrar para siempre.
Para el hombre de hace solo cien a?os un le¨®n era sin¨®nimo de peligro. Probablemente nunca habr¨ªa visto uno, salvo en el circo. Quiz¨¢ hab¨ªa le¨ªdo sobre ellos en la Biblia, o en las novelas de Kipling o de Salgari, donde la cacer¨ªa se presentaba como un arriesgado deporte en el que la fiera tambi¨¦n ten¨ªa opciones de salir triunfadora. En contraste, hoy gran parte de los seres humanos del planeta han crecido con im¨¢genes de los hermosos animales de la sabana en sus televisores; con dibujos animados donde leones parlantes de ojos enormes ostentan cualidades como la nobleza o el valor; con peluches que enternecen la figura del rey de la selva. Para el mundo civilizado del siglo XXI el peligro es justamente que el le¨®n desaparezca.
El respeto a los animales, la empat¨ªa hacia estos parientes pr¨®ximos y tambi¨¦n sufrientes, en un universo donde hasta ahora no hemos encontrado otros vecinos, es signo de superior inteligencia. Pero tambi¨¦n deber¨ªa serlo la repugnancia cuando las condenas m¨¢s firmes se convierten en un linchamiento, incluso ante las acciones m¨¢s miserables, ahora que Twitter o Facebook permiten a cada uno de nosotros participar, con nuestra peque?a piedra, en la lapidaci¨®n colectiva.
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