Catalu?a o el totalismo m¨¢gico
El dogma independentista est¨¢ impulsado desde las instituciones de Gobierno. Impera un monopolio de propaganda, pero la Generalitat est¨¢ obligada a salvaguardar la igualdad de derechos de los ciudadanos
Hace 10 a?os, Artur Mas particip¨® en una tertulia de Cuatro. Llamaba la atenci¨®n que en momento alguno expresase sus opiniones personales o como l¨ªder de partido. Era Catalu?a la que hablaba por su boca: ¡°Catalu?a quiere esto¡±, ¡°Catalu?a nunca tolerar¨¢ aquello¡±, etc¨¦tera. Al serle hecha la observaci¨®n que resultaba impropio asumir esa condici¨®n de portavoz, siendo adem¨¢s el suyo un partido de oposici¨®n minoritario, qued¨® por un momento desconcertado. Le salv¨® otro contertulio, hombre de orden, protestando por el desacato de que era objeto el ilustre invitado. Pero tampoco hac¨ªa falta la crispaci¨®n del Estatut. En un congreso celebrado en la Universidad de Ohio en 2000, el fil¨®sofo Rubert de Vent¨®s, pasado al independentismo desde que en su estancia en la Corte como senador se sintiera forastero (sic),desarroll¨® todo un discurso de ruptura con Espa?a cuyo supuesto emisor era una y otra y otra vez Catalu?a. Me permit¨ª preguntarle si es que Catalu?a, al modo de la Virgen, se le aparec¨ªa todas las noches para darle a conocer sus pensamientos. Hoy Mas afirma que quien vote contra ¨¦l, vota contra Catalu?a.
El fen¨®meno es habitual en los nacionalismos radicales, pero hasta la d¨¦cada anterior fue minoritario en Catalu?a, caracterizada precisamente por el pluralismo de su mapa pol¨ªtico, la interacci¨®n entre corrientes progresistas y catalanistas, y el predominio claro del autonomismo sobre las corrientes soberanistas. Cierto que como advirtiera Pierre Vilar, la mitificaci¨®n del pasado anterior a 1714 y el menosprecio de Castilla entre los intelectuales, se hallaban muy arraigados, sobre el tel¨®n de fondo bien real del desfase existente entre la modernizaci¨®n catalana y el atraso relativo de Espa?a. La frustraci¨®n pol¨ªtica adicional de la reforma del Estatut y la contienda ling¨¹¨ªstica crearon el clima para que del distanciamiento se pasase a la propuesta de fractura, alimentada adem¨¢s por una crisis econ¨®mica que propiciaba la reivindicaci¨®n de un ¡°pacto fiscal¡±, esto es, la situaci¨®n de privilegio disfrutada por Euskadi y Navarra. Tras el recorte estatutario por el Constitucional, bajo la bandera de ¡°Catalunya ¨¦s una naci¨®¡±, la prensa impuls¨® la movilizaci¨®n del sector nacionalista de la sociedad civil y abri¨® la ventana de oportunidad pol¨ªtica para que la burgues¨ªa catalanista diese el paso hacia la autodeterminaci¨®n (disfrazada de ¡°derecho a decidir¡±) y la independencia (¡°soberan¨ªa¡±), a partir de la Diada de 2012.
Otros art¨ªculos del autor
Es en ese encuentro de la movilizaci¨®n de masas y de la pol¨ªtica de los partidos nacionalistas donde entra en juego el papel de la concepci¨®n m¨¢gica de la naci¨®n, tanto para resolver las posibles contradicciones existentes en el proyecto, disolvi¨¦ndolas en un proceso unitario, como para elaborar un discurso maniqueo, donde el Estado espa?ol en particular, y la pertenencia a Espa?a en general, se convierten en obst¨¢culos a derribar. Todo se vuelve muy simple, y tanto prestigiosos historiadores ¡ªejemplo, Josep Fontana¡ª como intelectuales, artistas y l¨ªderes de opini¨®n, se suman sin dificultad al cortejo que lidera el flautista Mas hacia la tierra de promisi¨®n, la ?taca de Llu¨ªs Llach. El efecto-mayor¨ªa act¨²a a pleno rendimiento. Un intelectual de la talla de Oriol Boh¨ªgas afirma tranquilamente que opta por la independencia para as¨ª separarse de Espa?a, y es que adem¨¢s con la estrella solitaria Catalu?a ser¨ªa el doble de rica. Y como sucede en este tipo de procesos de fascinaci¨®n colectiva, el factor aglutinante es el odio al otro.
Si alguien discrepa de que Espa?a perjudicara a la econom¨ªa catalana en los dos ¨²ltimos siglos, es un ¡°inquisidor¡±, y si deslegitima la actuaci¨®n de Mas, est¨¢ pidiendo que los tanques entren en Barcelona. No es un descerebrado quien esto propone, sino el hoy subdirector de un gran diario barcelon¨¦s, y tampoco faltan descalificadores de otras procedencias, como alguno que hace 20 a?os defend¨ªa los GAL y luego desde su puesto diplom¨¢tico del Estado espa?ol truena contra todo adversario del independentismo. Son muestras aisladas de un comportamiento mucho m¨¢s amplio. Estamos ante una forma perversa de hegemon¨ªa, la que inhabilita al disconforme, m¨¢s propia de los movimientos totalitarios que de la democracia. Y cuya eficacia fue bien probada en el primer tercio del siglo XX.
Hay una sacralizaci¨®n del proyecto nacionalista y satanizaci¨®n de la inserci¨®n en Espa?a
El problema no es, pues, fundamentalmente de ¡°derecho a decidir¡± y de constitucionalidad, sino de democracia. Democracia es procedimiento, no subordinaci¨®n a un resultado, y de Napole¨®n III a Hitler, los plebiscitos han sido con frecuencia instrumentos para encubrir la ausencia de legitimidad en graves decisiones pol¨ªticas.
Converg¨¨ncia y ERC tuvieron y tienen todo derecho para entregarse en exclusiva al independentismo. Quien no tiene ese derecho es la Generalitat, obligada por la Constituci¨®n y el Estatut a salvaguardar siempre la igualdad de derechos pol¨ªticos de los ciudadanos, incluida la isegor¨ªa, el derecho efectivo a la expresi¨®n desde instancias p¨²blicas en igualdad de condiciones. Y ese derecho no ha existido. En Catalu?a impera un monopolio estatal de la propaganda por todos los medios a disposici¨®n de la Generalitat, ignorando deliberadamente que en septiembre de 2011 las opciones se igualaban el torno al 50%. Al servicio de una sedici¨®n. Todo adversario de la independencia es para Mas y los suyos un enemigo de Catalu?a.
No es un problema de ¡°derecho a decidir¡± y de constitucionalidad, sino de democracia
Estamos ante un caso claro de totalismo, de totalitarismo horizontal, donde la difusi¨®n a toda la sociedad del dogma independentista resulta impulsada desde las instituciones de gobierno. La sacralizaci¨®n del proyecto nacionalista, la satanizaci¨®n de la inserci¨®n en Espa?a, convierten a federales y autonomistas en ciudadanos de segundo orden. Pr¨¢cticamente invisibles en la esfera controlada por la Generalitat, donde todo espacio de debate resulta eliminado. No se ofrece an¨¢lisis riguroso de los costes de la independencia. Tampoco la menor menci¨®n a que la Constituci¨®n espa?ola es reformable, y que con el PP fuera del poder, cabr¨ªa una reforma federal incluyendo el derecho a la autodeterminaci¨®n. Por supuesto, las condiciones fijadas por el vigente Estatut para su reforma son igualmente ignoradas.
A la vista del fracaso de Ibarretxe en 2008, Mas decidi¨® que ese colectivo dotado de poderes m¨¢gicos que es Catalu?a asumiera desde el principio el poder constituyente. La causa sagrada justifica el permanente fraude de ley, siempre cuidando de no hacer inevitable la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155. Hasta la declaraci¨®n de independencia. El inmovilismo de Rajoy, la timidez del reformismo federal del PSOE, el oportunismo cargado de ignorancia de Podemos, intervienen a favor suyo. Toca ser pesimista. Una sedici¨®n antidemocr¨¢tica, pero con amplio apoyo de masas, es anuncio de lo peor.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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