Del mundo de la ciencia al drama del culebr¨®n
¡®V¨ªdeo de baja resoluci¨®n, 120 episodios de 44 minutos cada uno que narran una historia de baja resoluci¨®n: eso es lo que hacemos aqu¨ª¡¯
¡°A cada hombre le bastan su misterio y un oficio¡±, dej¨® dicho G. K. Chesterton en un poema que no creo famoso. Misterio no he tenido nunca, ?qu¨¦ le vamos a hacer!, pero desde muy joven mi ¨²nico oficio fue el de escribidor de culebrones y eso bast¨® a mi vida durante muchos a?os.
Mis tratos con la telenovela comienzan en Caracas, mediando los a?os setenta del siglo pasado, cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. En aquel tiempo remoto frecuentaba ya muy poco la escuela de Matem¨¢ticas pues pasaba casi todo el d¨ªa encerrado en casa, escribiendo fren¨¦ticamente los libretos de un programa radial. Para irnos entendiendo: me hab¨ªa convertido en el n¨¨gre de un antiguo decano de aquella facultad que produc¨ªa un espacio de divulgaci¨®n cient¨ªfica en la emisora estatal. Escrib¨ªa tambi¨¦n los guiones de un programa de salsa y latin jazz. Necesitaba aquella plata y en ganarla se me iban los d¨ªas.
Mi mujer era una joven actriz de teatro que llegaba al fin de mes trabajando como figurante en telenovelas y la ¨²nica persona en el mundo que sab¨ªa de mis tientas secretas con la literatura. Exasperada por nuestros apremios econ¨®micos, un d¨ªa me persuadi¨® de ir a hablar con el libretista de la telenovela en la que ella actuaba por entonces. El libretista me puso al habla con la persona indicada.
¡°El culebr¨®n es un rubro semielaborado de exportaci¨®n que no requiere tecnolog¨ªa punta y es poco intensivo en inversi¨®n de capital¡±, me dijo, campanuda, la persona indicada. ¡°V¨ªdeo de baja resoluci¨®n, 120 episodios de 44 minutos cada uno que narran una historia de baja resoluci¨®n: eso es lo que hacemos aqu¨ª¡±.
A?adi¨® que no hab¨ªa programas de entrenamiento, que aquel trabajo, sencillamente, se aprend¨ªa haci¨¦ndolo, y me propuso comenzar como ¡°dialoguista¡±. Un dialoguista es alguien que escribe escenas sueltas siguiendo el diagrama que cada ma?ana le entrega el jefe de un equipo de escribidores.
La telenovela es una met¨¢fora de nuestros populismos, de mitos redistributivos como los de Eva Per¨®n y Hugo Ch¨¢vez
Fui asignado al equipo de dialoguistas de una veterana escribidora a quien le entregaban raros infolios, olvidados libretos de antiguas ¡°radionovelas¡± cubanas de los a?os cincuenta, preservados por un se?or Romero o Rivero, antiguo actor radiof¨®nico, a la saz¨®n cancerbero de un arc¨®n lleno de guiones sustra¨ªdos por ¨¦l de los archivos de una emisora habanera y con los que huy¨® al exilio en Venezuela poco despu¨¦s del arribo de Fidel Castro en 1959.
A partir de aquellos ap¨®crifos, y sin afectar su trama original, los escribidores deb¨ªamos producir episodios de una hora, y que se atuvieran a una met¨®dica transposici¨®n lexical: donde dec¨ªa guagua deb¨ªa decir autob¨²s, donde dec¨ªa espejuelos deb¨ªa decir lentes, donde dec¨ªa malanga deb¨ªa decir ocumo; donde dijese Santiago de Cuba, Matanzas, Cienfuegos o La Habana deber¨ªa decir Maracaibo, Cuman¨¢, M¨¦rida o Caracas, y donde dijese ch¨¦vere pod¨ªa y deb¨ªa decirse ch¨¦vere,voz cubana ya por entonces y para siempre universal en nuestra Am¨¦rica.
Al final del primer d¨ªa de ¡°dialoguismo¡±, consider¨¦ que ya hab¨ªa tenido bastante y consider¨¦ muy seriamente regresar a los programas radiof¨®nicos de divulgaci¨®n cient¨ªfica. Llegu¨¦ a pensar que tal vez deber¨ªa esforzarme en terminar la carrera y hacerme profesor en alg¨²n instituto tecnol¨®gico.
Pero la Zona del Canal (as¨ª llamaba un compa?ero a nuestro lugar de trabajo) pagaba much¨ªsimo m¨¢s que la radio o que el magisterio universitario, as¨ª que decid¨ª quedarme por un tiempo, mientras daba con algo mejor, pero me tom¨® muchos a?os encontrar la puerta de salida.
Casi todo lo que s¨¦, o creo saber, de Am¨¦rica Latina lo aprend¨ª como escribidor de culebrones de ¡°invariable invenci¨®n¡±. Aprend¨ª, por ejemplo, que la nuez de un culebr¨®n de ¨¦xito no es una bobalicona historieta de amores contrariados entre un se?orito y una criada, sino ni m¨¢s ni menos que una f¨¢bula acerca de c¨®mo escapar de la pobreza sin antes crear riqueza.
La telenovela, se?oras y se?ores, es una met¨¢fora de las ¡°ideas zombis¡± de nuestros populismos, un avatar de los mitos redistributivos latinoamericanos como los de Eva Per¨®n y Hugo Ch¨¢vez.
Pero explicar esto quedar¨¢ para el pr¨®ximo cap¨ªtulo, ma?ana a la misma hora por este mismo canal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.