Caza y conservaci¨®n, ?compatibles?
Los cazadores de trofeos matan cada a?o en ?frica a 105.000 animales, entre ellos 3.800 b¨²falos, 800 leopardos, 640 elefantes y 600 leones
La muerte de Cecil el le¨®n a manos de un dentista norteamericano, cazador compulsivo que gusta de colgar las cabezas de sus v¨ªctimas en las paredes de su hogar, ha encendido la pol¨¦mica sobre la pr¨¢ctica de la caza mayor en ?frica conocida como caza de trofeos y la que aquellos que la practican la llaman deporte.
Como fot¨®grafo de vida salvaje y miembro de la ONG Serengeti Watch dedicada a la preservaci¨®n del Serengeti, he pasado incontables d¨ªas en los bosques y llanuras del continente africano observando la maravilla faun¨ªstica que albergan, disparando repetidas veces contra un animal, pero con mi c¨¢mara, al igual que muchos otros han venido haciendo antes y despu¨¦s, hasta que un d¨ªa un cazador ha disparado una vez, o dos, dependiendo de su pericia en el manejo de las armas, y se acab¨®.
?Qu¨¦ es lo que empuja a un cazador a tener y satisfacer sus ansias de matar? No estamos hablando de cazadores que cazan porque necesitan comer, estamos hablando de gente que caza para... ?para qu¨¦? No lo s¨¦, no lo entiendo, a menos que sufran alg¨²n tipo de disfunci¨®n en su capacidad de razonamiento, alguna carencia de tipo afectivo-emocional, una especial tendencia al goce violento de la sangre. Solo hay que leer las declaraciones de un representante del colectivo de cazadores de trofeos espa?ol diciendo: ¡°Nos gustan los animales y no nos gusta matarlos, pero s¨ª cazarlos, porque ello implica involucrarse en la naturaleza, ser un elemento m¨¢s¡±. Ante tama?o aserto, juzguen ustedes mismos.
Las redes sociales est¨¢n llenas de cazadores compulsivos, hombres y mujeres, que exponen con orgullo sus ¡°grandes haza?as¡± y que cuentan con numerosos adoradores que aplauden esas fotograf¨ªas del sujeto junto a su trofeo en una clara muestra de su profundo ego exhibicionista de mal gusto. ?Se han fijado en sus rostros? ?No denotan cierta afici¨®n s¨¢dica? En todo caso, muestran su regocijo tras haber acabado con la vida de un ser vivo por un ¨²nico motivo, gozar matando.
Algunos de ellos se justifican que se trata de vencer un reto al enfrentarse a la bestia, y yo les digo: ?Poneros el reto de subir a la cima del Kilimanjaro! La mayor¨ªa de ellos no hacen m¨¢s que apostarse en un lugar m¨¢s o menos seguro, esperando que el equipo de caza les acerque la presa utilizando un cebo, como fue el caso en el asesinato de Cecil el le¨®n.
Otros a?aden que la carne del animal cazado alimenta a los pobres lugare?os que as¨ª pueden comer prote¨ªnas de vez en cuando. Los mismos apuntan que la caza aporta beneficios econ¨®micos a la poblaci¨®n cercana a los cotos. No ser¨¢n tantos esos beneficios cuando los lugare?os solo pueden permitirse probar un pedazo de carne cuando el magn¨¢nimo cazador ha abatido una presa. El turismo de safari fotogr¨¢fico aporta much¨ªsimos m¨¢s puestos de trabajo y much¨ªsimo m¨¢s dinero que los safaris de caza. Doy unas cifras sobre Tanzania, el pa¨ªs que mejor conozco y en el que centro mi actividad conservacionista. Seg¨²n el viceministro de finanzas, Tanzania ingres¨® unos 16,4 millones de euros de los safaris de caza entre las temporadas 2009/10 y 2013/14, o sea, un promedio anual de 3,3 millones de euros. Solo en 2014 el pa¨ªs ingres¨® 2.450 millones de euros del turismo cuya actividad sostiene 1,2 millones de puestos de trabajo.
Tambi¨¦n dicen que la caza de trofeos es campeona en conservaci¨®n. Matar para conservar, menuda contradicci¨®n. Est¨¢ demostrado que en las ¨¢reas de caza es d¨®nde m¨¢s declive ha sufrido la poblaci¨®n de fauna salvaje. Pero s¨ª, debo admitir que aunque siento un profundo desprecio por dicha actividad, existen algunas zonas remotas, concesiones de caza, que sin ellas, la fauna salvaje y sus bosques habr¨ªan desaparecido completamente hace tiempo, arrasadas por los furtivos, taladas y quemadas. Son zonas alejadas, de dif¨ªcil acceso, infestadas de moscas ts¨¦-ts¨¦, que nunca podr¨¢n albergar al turismo de safari fotogr¨¢fico y de observaci¨®n de fauna. Tambi¨¦n debo admitir que hay cazadores millonarios americanos que no dudan en dar sumas de cientos de miles de d¨®lares ¨Cs¨¦ de uno en concreto que ha donado varios millones¨C para financiar proyectos concretos de conservaci¨®n y de lucha contra el furtivismo en ?frica. Pero, si aman a la naturaleza y a los animales como dicen, ?no podr¨ªan hacer las mismas donaciones y dejar de cazar?
Las cifras m¨¢s o menos oficiales que se manejan indican, en un informe publicado en 2009, por la Uni¨®n Internacional por la Conservaci¨®n de la Naturaleza (IUCN) que los cazadores de trofeos matan cada a?o en ?frica a 105.000 animales, entre ellos 3.800 b¨²falos, 800 leopardos, 640 elefantes y 600 leones. Los cazadores dicen que practican una caza sostenible, pero si nos fijamos en los datos de los leones, con una poblaci¨®n estimada de entre 20.000 y 30.000, de los cuales unos 3.000 son machos (los cazadores de trofeos solo cazan leones machos), ?se puede decir que cazar 600 leones anuales es sostenible?
Rara vez se respetan las cuotas de caza de animales salvajes establecidas por los pa¨ªses
Hablemos de dichas cifras. ?De d¨®nde salen? Cada a?o, las autoridades de los pa¨ªses establecen las cuotas de caza por cada especie animal y proceden a emitir los correspondientes permisos que son comercializados por las compa?¨ªas de safaris. El problema es que rara vez se respetan ya que muchas de estas compa?¨ªas no las cumplen, al tiempo que utilizan malas pr¨¢cticas como el uso de cebos para atraer a animales de parques adyacentes donde la actividad cineg¨¦tica est¨¢ prohibida. O sea, act¨²an furtivamente. Justo hace un a?o entrevistaba en Zambia a un cazador profesional arrepentido que trabajaba para una de estas compa?¨ªas. Me cont¨® que tuvo que dejarlo, ya no aguantaba m¨¢s, que aquello no era caza, era exterminio, que se permit¨ªa a los clientes matar a cuantos animales quisieran mientras pagaran el precio fijado por el propietario de la empresa, incluso a una cr¨ªa de le¨®n o de elefante si ese era el deseo del matarife de turno.
?Hay que prohibir de golpe toda la caza de trofeos en ?frica?
Mi respuesta, basada en mi conocimiento sobre el terreno, es que no. Detener de golpe la mal llamada caza deportiva ser¨ªa contraproducente. Hay que analizar zona por zona, caso por caso, y tomar la decisi¨®n m¨¢s acertada en cada una de ellas. Y s¨ª, en algunas de ellas hay que prohibir ya la caza de determinadas especies. Hay que eliminar todas las manzanas podridas, esas compa?¨ªas de safaris de caza sin escr¨²pulos; una ardua tarea dada la corrupci¨®n existente entre quienes debieran hacerlo. Pero en Tanzania, por poner un ejemplo, ya han empezado. Hay que identificar las concesiones de caza que pueden reconvertirse en licencias para la oferta de safaris fotogr¨¢ficos y observaci¨®n de fauna, establecer un plan de viabilidad y empezar a ponerlo en marcha, y solo entonces puede prohibirse la caza en dichas concesiones. No es nada nuevo, ya se ha llevado a cabo con buenos resultados en algunas zonas.
Pero a¨²n hay m¨¢s, hay que hacer frente a la creciente e incesante caza furtiva que est¨¢ diezmando las poblaciones de elefantes y rinocerontes, con unos 35.000 y 1.300 abatidos cada a?o respectivamente. Pero tambi¨¦n hay que hacer frente a la p¨¦rdida progresiva de su h¨¢bitat natural por la ocupaci¨®n paulatina del territorio por parte del hombre y el desarrollo de sus actividades agr¨ªcolas, ganaderas y mineras.
Los asentamientos humanos al lado del territorio de los leones provocan continuos conflictos hombre - animales salvajes, en los que la mayor parte de las veces acaban perdiendo los segundos. En este caso, el le¨®n. Estos felinos son abatidos por las comunidades pastoralistas como venganza cuando uno ataca a su ganado, pero en los ¨²ltimos a?os estamos asistiendo a un incremento de las matanzas preventivas realizadas en muchos casos mediante envenenamiento, matando a otras especies al mismo tiempo. O sea, las comunidades locales empiezan a limpiar de leones las ¨¢reas adyacentes a sus asentamientos y aquellas en las que llevan a pastar a sus reba?os. La invasi¨®n de las ¨¢reas protegidas y de los parques nacionales por parte de los pastores con su ganado es lo habitual. Se estima que en el Maasai Mara de Kenia cada noche se introducen unas 20.000 cabezas de ganado. Amboseli, Meru y otros parques tienen el mismo problema. En la parte este del Serengeti hay unas 300 familias maasai establecidas y las matanzas de leones se suceden, as¨ª como en los alrededores del parque del Tarangire, tambi¨¦n en Tanzania.
Xavier Surinyach Mateu es miembro de Serengeti Watch.
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