Con la mano en el coraz¨®n
La pol¨ªtica es prosa y no poes¨ªa. La tarea del pol¨ªtico no consiste en intentar traer el cielo a la tierra sino s¨®lo en mejorar la tierra
Esto no es un art¨ªculo ad hominem. Un art¨ªculo ad hominem no est¨¢ escrito para atacar un argumento sino a una persona, y no hay nada m¨¢s vil que eso. Pero, quiz¨¢ porque la mala fe podr¨ªa interpretarlo como un art¨ªculo ad hominem, yo he tardado casi tres a?os en resolverme a escribirlo. Me disculpo: fue un par¨¦ntesis pusil¨¢nime.
La historia que contar¨¦ es doble. Yo sit¨²o la primera parte hacia la segunda mitad de 1979, todav¨ªa durante la Transici¨®n. Antes de continuar debo decir que en pol¨ªtica casi siempre he sido lo peor que se puede ser, lo m¨¢s soso y aburrido ¨Cun maldito socialdem¨®crata, un pu?etero liberal de izquierdas¨C, pero por entonces, con 17 a?os, iba de ¨¢crata, revolucionario y contracultural. Aquella tarde asist¨ª a una conferencia de Xavier Rubert de Vent¨®s en Girona. Aunque a esa edad yo s¨®lo hab¨ªa le¨ªdo, de sus escritos, El arte ensimismado y art¨ªculos sueltos aqu¨ª y all¨¢, Rubert ya era para m¨ª una rock-star del pensamiento (ahora recuerdo que, de camino hacia el evento, le vi a trav¨¦s de la puerta del bar Los Claveles, y me qued¨¦ un rato all¨ª, al acecho, mir¨¢ndole comerse unos calamares a la romana).
Rubert vino a decir que la pol¨ªtica no debe ser ¨¦pica ni sentimental sino aburrida y sosa
La conferencia no me decepcion¨®. El fil¨®sofo habl¨® de pol¨ªtica y, 35 a?os despu¨¦s de escucharle, a¨²n puedo reproducir, si no sus palabras, s¨ª el sentido de sus palabras. Rubert vino a decir, con su estilo nervioso, ir¨®nico y provocador, que, en democracia, la pol¨ªtica no debe ser ¨¦pica ni sentimental sino aburrida y sosa, que hay que dejar la ¨¦pica y los sentimientos para el arte y la vida privada, que la pol¨ªtica es prosa y no poes¨ªa, que la tarea del pol¨ªtico no consiste en intentar traer el cielo a la tierra sino s¨®lo en mejorar la tierra ¨Cen esa humildad estriba su grandeza¨C, que el pol¨ªtico no debe prometer la felicidad: debe conformarse con facilitar las condiciones para que cada uno la busque por su cuenta.
Cuando Rubert termin¨® de hablar, se hizo un silencio p¨¦treo en la sala; lo rompi¨® el escritor Antoni Puigvert ¨Centonces, me temo, un muchacho casi tan ingenuo como yo¨C, quien lament¨®, desolado, que Rubert quisiera arrebatarle la emoci¨®n a la pol¨ªtica, dejarnos a todos sin utop¨ªa. ¡°Mira, chaval¡±, vino a responderle Rubert, ¡°a m¨ª lo que me emociona es ver al alcalde de Barcelona pele¨¢ndose para que todas las viejecitas de la ciudad puedan usar a un precio rid¨ªculo el transporte p¨²blico. Eso es la pol¨ªtica¡±. La verdad: sal¨ª euf¨®rico, despreciando las abstracciones sentimentales y narcisistas y convencido de la sensatez heroica del empe?o en mejorar la vida min¨²scula de gente concreta.
Esa es la primera parte de la historia; la segunda ocurri¨® hace poco, en septiembre de 2012, justo al inicio del llamado proceso soberanista catal¨¢n, cuando un grupo de independentistas organiz¨® frente al palacio de la Generalitat un acto de adhesi¨®n a Artur Mas a su vuelta de una reuni¨®n fracasada con Rajoy y antes de que convocase las elecciones que deb¨ªan conducirnos al firmamento de la independencia. Para entonces, tras algunos vaivenes pol¨ªticos, Rubert era ya el principal te¨®rico del independentismo, un independentismo en teor¨ªa laico y pr¨¢ctico, desprovisto de la ganga rom¨¢ntica y sentimental del viejo nacionalismo. Digo en teor¨ªa porque, seg¨²n recogieron muchas televisiones, all¨ª estaba Rubert aquel d¨ªa, en primera fila, rodeado de cortesanos, con la mano en el coraz¨®n, con una sonrisa de emocionada gratitud y casi con l¨¢grimas en los ojos, despu¨¦s de cantar Els segadors, mientras todos aplaud¨ªan al l¨ªder carism¨¢tico.
Estaba triste por m¨ª, por la gente de mi quinta
Fue un d¨ªa trist¨ªsimo. Durante a?os he pensado que lo fue porque estaba viendo a una rock-star de mi adolescencia incurriendo en el mismo error del que ¨¦l nos hab¨ªa librado cuando era joven y estaba lleno de inteligencia y vitalidad; ahora s¨¦ que no es as¨ª: ahora s¨¦ que estaba triste por m¨ª, por la gente de mi quinta, porque comprend¨ª que ahora nos iba a tocar a nosotros explicarles a los chavales la verdad ¨Cque el cielo no existe, que las utop¨ªas siempre traen el infierno, que la pol¨ªtica es prosa y no poes¨ªa, raz¨®n y no sentimiento, que lo esencial no son los grandes ideales sino la min¨²scula gente concreta¨C, y sobre todo estaba triste porque comprend¨ª que, por mucho que nos esforz¨¢semos, ninguno de nosotros ser¨ªa capaz de explicarlo mejor de lo que 35 a?os atr¨¢s lo explicaba Rubert.
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