?Qu¨¦ pasa si juzgamos a los pr¨ªncipes Disney igual que a sus princesas?
Nadie discute el mensaje feminista de Frozen o la sumisi¨®n de Cenicienta. Pero, ?y qu¨¦ pasa con ellos?
Posiblemente cuando Walt Disney puso a Blancanieves a cantar aquello de Silbando al trabajar no se imaginaba que alg¨²n d¨ªa un ente misterioso llamado Internet emplear¨ªa sus simp¨¢ticos dibujos para ilustrar complejas teor¨ªas sobre las representaciones femeninas en el imaginario popular, la consolidaci¨®n del heteropatriarcado mediante zapatos de cristal o la legitimaci¨®n del imperialismo neoliberal a golpe de canoa. Sin embargo, poco importaban sus intenciones, porque las ¨²ltimas d¨¦cadas nos han ense?ado que todo relato encierra un sistema social y toda Princesa Disney un modelo de conducta. As¨ª, Internet lleva a?os obsesionado con las princesas como s¨ªmbolo o sistema de medida de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, sobre todo del rol de la mujer en la sociedad. Sin embargo, nos hemos centrado tanto en ellas, en el significado del auge feminista de Frozen, la sumisi¨®n de Cenicienta o la obstinaci¨®n lectora de Bella, que casi nos hemos olvidado de sus Pr¨ªncipes, personajes habitualmente a la sombra de estrellas femeninas que tienen m¨¢s cambios de vestuario, m¨¢s l¨ªneas de di¨¢logo y muchas m¨¢s mu?ecas vendidas. Por ello, ?qu¨¦ pasar¨ªa si someti¨¦ramos a los pr¨ªncipes Disney al mismo escrutinio? Si los estudi¨¢ramos con la misma atenci¨®n, ?encontrar¨ªamos mensajes similares sobre c¨®mo ha evolucionado (o m¨¢s bien no) la masculinidad? Veamos:
Pasiones y borrascas: Eric
La corbata aflojada, el cuello de la camisa por encima de la solapa de la chaqueta, el cabello m¨¢s largo de lo conveniente¡ Eric, el joven so?ador que se enamora de Ariel en La Sirenita (1989), rinde homenaje a los a?os ochenta en que se produjo la pel¨ªcula y es una creaci¨®n new romantic que podr¨ªa haber militado en las filas de Spandau Ballet o de Adam & The Ants con su levita, sus aires marineros y su amor apasionado por una extra?a criatura h¨ªbrida.
El cl¨¢sico que nunca pasa: El pr¨ªncipe Henry
En los a?os cincuenta, los pr¨ªncipes todav¨ªa ten¨ªan que ser como Karlheinz B?hm (el emperador Francisco Jos¨¦ de las pel¨ªculas de Sissi) o como el pr¨ªncipe de Cenicienta (1950), que reun¨ªa todas las cualidades del ideal decimon¨®nico: atl¨¦tico, educado, bien afeitado, impecablemente peinado y siempre de uniforme. Ah, y con guantes. Sus modales, su galanter¨ªa y su pulcritud hoy ser¨ªan interpretados como condescendientes, aunque siempre habr¨¢ nost¨¢lgicos que lo reivindiquen.
El diamante en bruto: La Bestia
Antes de tomar definitivamente rumbos m¨¢s ex¨®ticos con reyes leones, jorobados y planetas del tesoro, la Disney hizo una ¨²ltima cala en el mundo de los cuentos cl¨¢sicos y ech¨® el resto con un despliegue rococ¨® al que no fue indemne la musculatura de sus protagonistas. En La Bella y la Bestia (1991), los dos galanes (o ga?anes) que compiten por el amor de Bella son igualmente corpulentos y refleja el momento en que los h¨¦roes del cine de acci¨®n (con Schwarzenneger y Patrick Swayze a la cabeza) empezaban a coquetear con las comedias y las historias rom¨¢nticas. La Bestia y Gast¨®n ostentaban mand¨ªbulas poderosas, pelazo (en general) y horas de gimnasio que dejaban en evidencia a sus predecesores. Sin embargo, despu¨¦s de tanto insistir en que la belleza estaba en el interior, La Bestia se convirti¨® en un figur¨ªn. ?Mensajes contradictorios?
Aladdin
La multiculturalidad, el auge econ¨®mico de los pa¨ªses ¨¢rabes y la llegada del hip hop al gran p¨²blico cristalizaron en Aladdin, un tipo que sonre¨ªa como Tom Cruise, vest¨ªa como un rapero y manejaba la alfombra m¨¢gica como si fuera una tabla de surf. El primer protagonista c¨®mico ¨Cy tambi¨¦n el primer J.A.S.P.¨C de la factor¨ªa Disney era un tirillas comparado con sus antecesores ¨Cy con los que vendr¨ªan despu¨¦s¨C, pero supl¨ªa su escasa altura con turbantes y su pobreza con simpat¨ªa. Como si El Pr¨ªncipe de Bel Air hubiera salido de Las Mil y Una Noches.
John Smith
La cara m¨¢s amable del colonialismo, el John Smith de Pocahontas (1995) ¨Cque no el real¨C podr¨ªa haber figurado en cualquiera de las campa?as que Bruce Weber fotografi¨® durante los a?os noventa. Menos atildado que los pr¨ªncipes de la era cl¨¢sica y menos carism¨¢tico que Aladdin, este pionero salt¨® a las pantallas en la misma ¨¦poca en que Brad Pitt defend¨ªa en Leyendas de pasi¨®n que el americano perfecto deb¨ªa ser rubio, un poco r¨²stico, algo temperamental y bastante buen chico. Este personaje (y el Febo de El jorobado de Notre Dame el a?o siguiente) era tan de todo eso que hasta se ligaba a una Pocahontas basada en Naomi Campbell y Kate Moss. No puede ser casualidad.
Hercules
A finales de los a?os noventa, el p¨²blico identificaba la figura mitol¨®gica de H¨¦rcules con la est¨¦tica pressing catch de la serie televisiva protagonizada por el muy (poco) expresivo Kevin Sorbo (s¨ª, el que ser¨ªa fagocitado en clave spin off por Xena, la princesa guerrera). Por eso sorprendi¨® el enfoque, c¨®mico, musical y enormemente emp¨¢tico, del H¨¦rcules (1997) de la Disney: convert¨ªa al h¨¦roe mitol¨®gico en un cachas bobalic¨®n con coraz¨®n de oro que mataba hidras y se enfrentaba a un Hades que no se sab¨ªa si estaba compr¨¢ndole su alma para toda la eternidad o vendi¨¦ndole un apartamento en Torrevieja. Brillantemente inspirado en la decoraci¨®n de cer¨¢micas griegas, el H¨¦rcules de Disney estaba trazado con tiral¨ªneas, pero sus m¨²sculos no eran para nada temibles: la era del grandull¨®n gracioso hab¨ªa comenzado.
Li Shang
El capit¨¢n Li Shang se dio a conocer en Mul¨¢n (1998) precisamente el mismo a?o en que Jackie Chang romp¨ªa la taquilla con Hora punta 1 y demostraba al p¨²blico americano que los asi¨¢ticos, adem¨¢s de imbatibles en las artes marciales, pod¨ªan ser tipos muy divertidos. El capit¨¢n que ayuda a Mul¨¢n a lograr sus objetivos es presumido, tiene puntos vulnerables y su corpulencia puede competir perfectamente con la del Gast¨®n de La Bella y la Bestia, pero, a diferencia de ¨¦ste, no aspira a poner a su amada a fregar suelos, sino a ayudarla en su odisea. Vamos, que la musculatura que a Gast¨®n le defin¨ªa todo el personaje, siete a?os despu¨¦s ya se ve¨ªa como algo normal. La caja registradora de los gimnasios estaba a punto de llenarse.
Kristoff
Alguien debi¨® decirle a los directivos de Disney que ya estaba bien de crear pr¨ªncipes invariablemente perfectos y el reflejo es el h¨¦roe m¨¢s at¨ªpico y tambi¨¦n el m¨¢s reciente. El Kristoff de Frozen (2013) es, como H¨¦rcules, un ni?o grande v¨ªctima de su corpulencia, pero re¨²ne los rasgos amables y el corte de pelo surfero de un Justin Bieber o un Niall Horan (One Direction), ambos en su ¨¦poca pre-tup¨¦. Menos monol¨ªtico y m¨¢s fofisano que sus antecesores, es sin embargo un modelo masculino menos invasivo que ellos y un hombre sensato que entiende que Anna, simplemente, se vale por s¨ª misma. ?Ser¨¢ este el futuro del hombre pese a los m¨²sculos de Chris Pratt?
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