Carmi?a y Manolo
?l emigr¨® a Suiza. Tras vivir 32 a?os separados, ella empieza a conocer ahora a su marido ¡®Somos como reci¨¦n casados¡¯, dice Carmi?a casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de la boda
Carmi?a Cunt¨ªn conoci¨® a su padre cuando, ya cumplidos los siete a?os, acompa?¨® a su madre y sus hermanas a recogerle al puerto de Vigo. ¡°Hab¨ªa emigrado a Brasil cuando mi madre estaba embarazada de m¨ª. A ellas s¨ª les trajo unas mu?ecas, unos paraguas y unas cadenitas. A m¨ª nada¡±, recuerda. Con 19 a?os se cas¨® con Manolo Barreiro, aquel chico que pasaba en moto por delante de su casa y que un d¨ªa par¨® para hablar con ella. Con 20 tuvieron a Manolito y poco despu¨¦s, Manolo tambi¨¦n emigr¨®. Primero a Lleida, despu¨¦s a Valencia y finalmente, a Suiza: 32 a?os fuera. Ahora tiene 65 y hace tres volvi¨® a la brev¨ªsima parroquia de San Jos¨¦ de Ribarteme (Pontevedra), un pu?ado de casas donde los perros, aburridos, no ladran a los desconocidos, y donde cada 29 de julio se celebra una peculiar romer¨ªa consistente en pasear f¨¦retros con hombres y mujeres vivos dentro. Carmi?a est¨¢ conociendo ahora, casi cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de la boda, a su marido.
Manolo, como tantos otros, se fue y Carmi?a se qued¨® en casa de sus padres, ocupada en criar al ni?o, cuidar a las gallinas y a las ovejas, mimar las vi?as y atender los cultivos de ma¨ªz. Los fines de semana iba al bar, el ¨²nico sitio con tel¨¦fono, para hablar con su marido con mucha ilusi¨®n y ninguna intimidad. ?l tambi¨¦n le enviaba cartas, pero ya no eran aquellas palabras romanticonas perfumadas con colonia ¡ªcasi una vida despu¨¦s, Manolo muestra orgulloso el frasco de Varon Dandy¡ª, de cuando eran novios, sino un manual de instrucciones de c¨®mo invertir los giros de dinero que enviaba desde Suiza.
Volv¨ªa a casa dos veces al a?o, en verano y en Navidad, y de esas visitas nacieron dos ni?os m¨¢s: Mari y Javier. ¡°Los primeros d¨ªas todo iba muy bien, pero enseguida surg¨ªan las discusiones. Yo ten¨ªa las cosas organizadas de una manera y ¨¦l quer¨ªa cambiarlas. Al principio, los ni?os estaban ilusionados, pero luego no encajaban. ?l no estaba acostumbrado al barullo de los hijos, les gritaba... Le fastidiaba mucho que a mi padre le llamaran ¡®pap¨¢ abuelo¡±, recuerda Carmi?a.
Manolo se lo perdi¨® todo: catarros, suspensos, bautizos, comuniones... la ¨²nica foto en la que sale en los portarretratos de su casa es la de su boda, en 1978
Mari hasta ten¨ªa celos de su padre porque cuando ¨¦l ven¨ªa, ella, que dorm¨ªa con su madre, se ten¨ªa que ir a otra habitaci¨®n. ¡°Los ¨²ltimos d¨ªas todos est¨¢bamos deseando que las cosas volvieran a ser como antes. Cuando se iba me quedaba triste, pero tambi¨¦n aliviada por no tener aquella tensi¨®n. Y eso me daba mucha pena. Pero as¨ª fue la vida...¡±
¡ª¡°Yo era un estorbo¡±.
¡ª¡°No, no eras un estorbo, pero no est¨¢bamos acostumbrados a ti¡±.
Manolo se lo perdi¨® todo: catarros, suspensos, bautizos, comuniones... La ¨²nica foto en la que sale en los portarretratos de su casa es la de su boda, en 1978. Mientras, con el dinero que ¨¦l enviaba, Carmi?a iba pagando a los obreros para construir poco a poco un hogar al que su marido pudiera regresar. Cuando se le pregunta por qu¨¦ no fue con Manolo a Suiza, responde: ¡°Bueno, tampoco ¨¦l me lo pidi¨® nunca. El plan era reunir el dinero suficiente para construir nuestra propia casa aqu¨ª y si hubi¨¦ramos ido all¨ª habr¨ªan sido m¨¢s gastos. Pero claro que me habr¨ªa gustado que me dijera: ¡®Vente conmigo¡¯. Yo s¨ª le ped¨ª muchas veces que regresara¡±.
¡°La casa tiene dos plantas, 116 metros cuadrados en cada una¡±, presume ¨¦l. ¡°Yo sal¨ª llorando de la de mis suegros; all¨ª no mandaba yo. Quer¨ªa una casa para m¨ª y para mis hijos, a los que nunca les falt¨® de nada¡±, a?ade. Carmi?a baja la cabeza: ¡°No vali¨® la pena. Hemos estado m¨¢s tiempo separados que juntos¡±.
Manolo habla con orgullo de su casa, de su esposa, de Manolito, Mari y Javier, pero sobre todo, de sus nietos. Muestra con una sonrisa de oreja a oreja sus dibujos. Se derrite cuando la peque?a, de tres a?os, le grita: ¡°?Abuelo, vamos a jugar!¡±. ¡°Con ellos es muy cari?oso", dice Carmi?a. ¡°Intenta que no le pase lo mismo que con sus hijos. Igual que hizo mi padre con los m¨ªos¡±. Mientras su marido estaba fuera, era ¡°pap¨¢ abuelo¡±, aquel hombre que olvid¨® traerle una mu?eca desde Brasil, quien firmaba las notas del cole de sus hijos y los llevaba a las fiestas de los pueblos.
Manolo volvi¨® a casa poco despu¨¦s de que su hijo mayor hiciera las maletas para emigrar tambi¨¦n a Suiza con su mujer. Mientras se asentaban all¨ª, les dejaron a los ni?os. ¡°En septiembre vuelven con sus padres. ?Lo que voy a sufrir cuando se vayan mis nietos!¡±, lamenta el hombre. En el relato de esta familia curtida en el dolor de las despedidas est¨¢ escrita la historia de varias generaciones de gallegos.
Carmi?a y ¨¦l intentan recuperar el tiempo perdido. ¡°Somos como reci¨¦n casados otra vez¡±, dice ella. ¡°Hemos hecho dos viajes del Imserso, pero al cine no le puedo llevar, se duerme. Me saca casi 10 a?os y la edad se nota m¨¢s ahora. Nos estamos adaptando. Estoy muy contenta de que est¨¦ aqu¨ª¡±.
Ella le recuerda que de novios prometi¨® que la llevar¨ªa a Canarias. ?l le jura que viajar¨¢n a esas islas, a 1.700 kil¨®metros y un mundo de distancia de esta min¨²scula aldea donde los inviernos duran el doble que los veranos y los vivos se meten en ata¨²des una vez al a?o para celebrar que no est¨¢n muertos. Manolo tiene mucho que devolverle a su mujer. Y lo sabe.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.