La odisea de ser un elefante
Medio mill¨®n de ejemplares africanos y m¨¢s de 50.000 asi¨¢ticos son una joya que los gobiernos est¨¢n por fin dispuestos a salvar
Una manada de elefantes en libertad ofrece una de las im¨¢genes m¨¢s emocionantes de la naturaleza, una mezcla de fuerza, grandeza, inteligencia y solidaridad. Son unos animales incre¨ªbles no s¨®lo porque se alzan como los seres vivos m¨¢s grandes sobre la Tierra, ni por su famosa y descomunal memoria: los elefantes han desarrollado conciencia de la muerte ¡ªvelan a sus muertos a veces durante d¨ªas¡ª, tienen la empat¨ªa suficiente para ayudar a los d¨¦biles y enfermos, utilizan herramientas para resolver problemas y hasta son capaces de detectar campos de minas. No resulta extra?o que una de las historias m¨¢s arraigadas de nuestra cultura sea la de An¨ªbal cruzando los Alpes con sus elefantes en su marcha hacia Roma durante la segunda Guerra P¨²nica. Desde entonces, estos animales se han quedado flotando en nuestra imaginaci¨®n a trav¨¦s de libros, pel¨ªculas y leyendas, como los cementerios secretos de elefantes de los filmes de Tarz¨¢n, siempre codiciados por los malvados hombres blancos en busca del preciado marfil de sus colmillos.
La misma avaricia que simbolizaban los furtivos que quer¨ªan saquear aquellos imaginarios cementerios ha sumido a los elefantes en una crisis sin precedentes. Nunca han despertado tanto inter¨¦s ni ha sido tan evidente la importancia de compartir el planeta con ellos ¨Chan sido prohibidos por circos de Estados Unidos como Ringling Brothers and Barnum & Bailey; protagonizan novelas recientes como el ¨²ltimo libro de la turca Elif Shafak The Architect¡¯s Apprentice, Tim Burton va a rodar una nueva versi¨®n de Dumbo¨C; pero a la vez nunca nos hemos encontrado tan cerca de su desaparici¨®n en libertad. Muchos cient¨ªficos piensan que se trata de una posibilidad real. Nadie cree que vaya a ser una cuesti¨®n de a?os; pero s¨ª de d¨¦cadas. Un estudio de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, que se basa en datos del Convenio Internacional para la Protecci¨®n de las Especies (CITES), asegura que en los ¨²ltimos tres a?os han muerto 100.000 ejemplares a manos de furtivos y que la poblaci¨®n total ha descendido un 64% en una d¨¦cada.
Estos animales son seres gregarios que se mueven en manadas de hasta 70 ejemplares
Toparse con elefantes en las sabanas africanas es una experiencia dif¨ªcil de olvidar. En el parque nacional del Serengueti, las inmensas llanuras de Tanzania, alguna manada puede cruzarse con los veh¨ªculos de los visitantes. Suelen ser una decena. Los ejemplares m¨¢s grandes van al principio y al final; en medio viajan las cr¨ªas, protegidas por los adultos. Son gigantescos, imponentes ¨Cpesan hasta seis toneladas y pueden vivir 70 a?os¨C, pero su imagen es muy diferente de la que ofrecen en un zoo. Su comportamiento gregario muestra la grandeza de estos mam¨ªferos: los elefantes de sabana viven en clanes que pueden alcanzar hasta los 70 animales, aunque normalmente se trata de manadas de unas 10 hembras de varias generaciones, con las cr¨ªas. Los machos son m¨¢s solitarios.
Noah Sitati, que trabaja en la conservaci¨®n de elefantes en Tanzania para la African Wildlife Foundation, asegura que, despu¨¦s de observar a estos animales durante a?os, lo que m¨¢s le impresiona es que ¡°siempre recuerdan un lugar por el que han pasado. Poseen una memoria extraordinaria y tambi¨¦n un modo de comunicaci¨®n en una frecuencia que los humanos no pueden escuchar. Entierran y velan a sus muertos, igual que los humanos¡±, prosigue Sitati. Fiona Maisels, que ha investigado a los elefantes durante 20 a?os en las selvas de ?frica Central y es asesora de la Wildlife Conservation Society, asegura por su parte: ¡°Cada individuo es diferente, con su propia personalidad. Viven casi tanto tiempo como nosotros as¨ª que, cuando contemplamos a un elefante, nos encontramos ante un animal que atesora una larga historia de experiencias con las que construye su comportamiento. Una parte de este conocimiento est¨¢ basado en las ense?anzas transmitidas por sus madres. Su delicadeza es tambi¨¦n impresionante: pueden levantar pesos enormes con su trompa pero tambi¨¦n agarran una fruta sin da?arla¡±.
La conciencia de la muerte se materializa en estos animales en una extraordinaria forma de solidaridad: las manadas cuidan de los enfermos y, cuando se encuentran un elefante muerto o fallece una cr¨ªa, se paran todos, a veces durante d¨ªas. S¨®lo le abandonan cuando empieza a pudrirse, pero entonces le echan tierra y hojarasca. ¡°Son incre¨ªblemente inteligentes y los estudios han demostrado su capacidad para aprender, para la m¨ªmica, para comunicarse y para cooperar entre ellos¡±, asegura desde Nairobi Philip Muruthi, vicepresidente de conservaci¨®n de la African Wildlife Foundation y uno de los mayores expertos mundiales en la defensa de los elefantes, que ha llevado este combate hasta el Foro Mundial de Davos. La revista The Economist contaba en julio que el Ej¨¦rcito de EE UU mantiene abierta una investigaci¨®n relacionada con los elefantes: los cient¨ªficos han constatado que no s¨®lo son capaces de detectar y evitar los campos de minas en Angola, sino que advierten a otros elefantes cuando hay minas sembradas cerca.
¡°Lo que hay que hacer es dejarlos en paz¡±, se?ala el fil¨®sofo Jes¨²s Moster¨ªn, autor de libros como El reino de los animales y El triunfo de la compasi¨®n. ¡°Uno de los problemas para su supervivencia est¨¢ relacionado con supersticiones asi¨¢ticas, lo mismo que ocurre con los cuernos de rinoceronte. Se ha convertido en una gran industria. Pero no son los ¨²nicos problemas a los que se enfrentan: tambi¨¦n padecen la reducci¨®n de su h¨¢bitat o los cazadores legales¡±. Una serie que se emite en EE UU, titulada Zoo, arranca con un cazador de rinocerontes en Botsuana ¨Cel otro gigante africano que puede desaparecer¨C y luego relata una rebeli¨®n general de los animales contra los humanos. La serie abunda en la sensaci¨®n de que estamos llevando nuestro dominio sobre la naturaleza demasiado lejos, hasta rozar la autodestrucci¨®n.
El n¨²mero de elefantes ya hab¨ªa descendido en la d¨¦cada de los ochenta como consecuencia de la caza ilegal pero, gracias a la prohibici¨®n internacional de la venta de marfil en los noventa, las poblaciones se recuperaron. Sin embargo, el enorme crecimiento de la riqueza en China, principal importador de marfil ilegal, ha provocado una crisis sin precedentes.
Las mafias dedicadas a la caza furtiva y al tr¨¢fico de marfil han alcanzado una sofisticaci¨®n hasta ahora desconocida. En Tanzania, la poblaci¨®n ha pasado de 110.000 ejemplares en 2009 a 43.000 el a?o pasado. En total se calcula que entre las dos subespecies africanas ¨Cla de bosque, Loxodonta africana cyclotis, y la de sabana, Loxodonta africana africana¨C quedan entre 500.000 y 600.000 ejemplares, seg¨²n datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que mantiene que el siglo pasado entre tres y cinco millones recorr¨ªan todo el continente. Del elefante asi¨¢tico, m¨¢s peque?o y que puede domesticarse, quedan entre 50.000 y 60.000 ejemplares, cuando a principios del siglo XX exist¨ªan m¨¢s de 100.000. Ocupan s¨®lo el 15% del territorio en el que habitaban entonces.
Fiona Maisels explica que ¡°entre 2002 y 2011 han sido abatidos el 62% de los elefantes de bosque, lo que representa un 9% menos cada a?o¡±. Seg¨²n la Wildlife Conservation Society, cada d¨ªa unos 96 elefantes son asesinados en ?frica: uno cada 15 minutos. Un mapa que compara el espacio que ocupaban los elefantes en este continente en la antig¨¹edad, en 1975 y en la actualidad no deja lugar a dudas sobre su decadencia a causa de la intervenci¨®n humana. Maisels prosigue: ¡°Los elefantes eran comunes en Europa, Oriente Pr¨®ximo, Asia Occidental, China y hasta Am¨¦rica, aunque pertenec¨ªan a una especie diferente y los conocemos como mamuts y mastodontes. Habitaron all¨ª durante 10.000 a?os, pero fueron exterminados por cazadores, como han demostrado estudios recientes. M¨¢s cerca de nuestra ¨¦poca los elefantes se han extinguido en varios pa¨ªses: Burundi, Gambia, Mauritania, Java, gran parte de China¡ En la mayor¨ªa de los pa¨ªses s¨®lo se encuentran ya en parques nacionales muy protegidos¡±.
Una parte de su conocimiento est¨¢ basado en las ense?anzas transmitidas por sus madres
La declaraci¨®n de Londres contra el tr¨¢fico de marfil ya ha sido suscrita por m¨¢s de 40 pa¨ªses y, lo que es m¨¢s importante, China se comprometi¨® en mayo a combatir de forma mucho m¨¢s activa esta actividad. Interpol ha colocado en su lista de diez criminales m¨¢s buscados al keniano Feisal Mohamed Ali, uno de los mayores furtivos del continente, del que se cree que opera desde Tanzania. Pero, m¨¢s all¨¢ de todas las medidas pol¨ªticas y policiales, ha cambiado la percepci¨®n de la sociedad, se ha instalado la sensaci¨®n de que el mundo se enfrenta a un problema real y que los elefantes est¨¢n en v¨ªas de extinci¨®n.
¡°No creo que ocurra, por lo menos durante nuestras vidas¡±, responde Fiona Maisels al ser preguntada sobre la posibilidad de que en el futuro s¨®lo podamos ver elefantes en zoos o en espacios naturales muy reducidos ¨Ccomo ocurre, por ejemplo, con los bisontes en Europa¨C. ¡°Sin embargo, lo que s¨ª pienso que puede ocurrir es que acaben extingui¨¦ndose de manera funcional. Me explico: que se maten tantos que ya no puedan hacer su trabajo como jardineros forestales. Los bosques y las sabanas sufrir¨¢n mucho¡±. El naturalista Carl Safina, experto sobre todo en oc¨¦anos pero que tambi¨¦n ha escrito sobre la relaci¨®n entre los seres humanos y los animales en libertad, se muestra en cambio mucho m¨¢s pesimista: ¡°Han desaparecido del 90% del territorio que llegaron a ocupar en ?frica. Y en Asia es peor¡±. ¡°No podemos y no debemos imaginar un mundo sin elefantes salvajes¡±, asegura Philip Muruthi. ¡°No son s¨®lo iconos de los paisajes africanos, sino que desempe?an un papel esencial en nuestros ecosistemas. Muchas otras especies de plantas y animales desaparecer¨ªan con los elefantes. Y son clave en la econom¨ªa y la cultura de las sociedades africanas. Atraen a un turismo que deja millones de d¨®lares. Los elefantes pertenecen a ?frica como una herencia extraordinaria e irremplazable¡±.
Su personalidad es tan fuerte que muchos ejemplares han tenido un nombre y una historia. Adrian Goldsworthy recuerda que entre los 37 elefantes con los que An¨ªbal sali¨® de Cartago en el 218 antes de nuestra era, el que sobrevivi¨® m¨¢s tiempo fue Syrus, El Sirio, ¡°al que Cat¨®n describi¨® como el m¨¢s grande y valiente de los animales¡±. ¡°Seguramente se trataba de un elefante indio, ya que Siria estaba en aquella ¨¦poca controlada por los sel¨¦ucidas, que ten¨ªan acceso a esos animales¡±, explica el historiador. M¨¢s recientemente, en 2014, la muerte de Satao, un elefante del parque nacional Tsavo (Kenia) que hab¨ªa sufrido varios ataques con flechas envenenadas ¨Cla nueva arma que utilizan los furtivos, porque los disparos les delatan¨C, provoc¨® un duelo nacional.
Satao era un animal muy conocido por sus impresionantes colmillos. Ten¨ªa unos 45 a?os cuando falleci¨® y estaba en la mitad de su vida. Actualmente, el zoo del Bronx ?¨Cuno de los mejores del mundo¨C se enfrenta a una campa?a de protesta por la suerte de Happy, una elefanta de 44 a?os y cuatro toneladas, que vive en soledad. El zoo depende de la Wildlife Conservation Society, que invierte millones en programas de conservaci¨®n de todo tipo de especies, y decidi¨® hace una d¨¦cada no mantener m¨¢s elefantes en cautividad. Pero estos animales viven tanto que se han ido quedado solos. La historia de Happy puede convertirse en el relato de toda una especie.
elpaissemanal@elpais.es
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