L¡¯?gora, ¨²ltimo fiasco de la pol¨ªtica de grandes eventos
El Gobierno de Ximo Puig recibe como herencia envenenada un edificio sin terminar en el que ya se ha invertido el doble de lo inicialmente previsto
Hay herencias que parecen lustrosas, pero llegan resquebrajadas. Esto es lo que est¨¢ ocurriendo con el edificio de L¡¯?gora, el quinto y ¨²ltimo de los grandes equipamientos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Pese que fue inaugurado en oto?o de 2009 para albergar un torneo de tenis, el edificio est¨¢ por terminar y llega a las manos del nuevo Gobierno aut¨®nomo con tales carencias y defectos constructivos que para poder ponerlo en servicio tendr¨ªa que invertir a¨²n m¨¢s de diez millones de euros. Se trata de una herencia marcada por dos factores nada c¨®modos de gestionar: la megaloman¨ªa de los anteriores Gobiernos del PP y lo que ya parece ser una inveterada tradici¨®n en el quehacer de quien firma los proyectos, el arquitecto Santiago Calatrava, cuyas obras suelen incurrir en elevados y pol¨¦micos sobrecostes.
El edificio fue proyectado como una gran plaza cubierta para albergar grandes eventos y espect¨¢culos de gran formato, pero para la fantasiosa gesti¨®n del presidente Francisco Camps, el aforo previsto de 3.500 personas resultaba insuficiente de modo que modific¨® el proyecto para poder albergar a 5.000. Eso hizo que de un presupuesto inicial de 45 millones de euros se pasara a otro de 90 y, por lo visto, a¨²n no es suficiente. L¡¯?gora sigue as¨ª la estela de ampliaciones y desmesura de sus rutilantes vecinos, el Palacio de las Ciencias, que se proyect¨® en 62 millones y acab¨® costando 154 (+216%), y el Palacio de las Artes, que cost¨® 337 millones, un 447% m¨¢s de lo previsto inicialmente. En una comunidad carcomida por la corrupci¨®n, la cuant¨ªa del sobrecoste y su reiteraci¨®n no hace sino alimentar las sospechas y, en cualquier caso, plantea serias dudas sobre la capacidad de los anteriores Gobiernos de gestionar los recursos p¨²blicos de forma racional y eficiente.
Ahora, el nuevo Gobierno presidido por Ximo Puig, que se sit¨²a en las ant¨ªpodas de la pol¨ªtica de grandes eventos y arquitectura fara¨®nica, se ha encontrado con una patata caliente de la que muy dif¨ªcilmente podr¨¢ desprenderse sin quemarse. De momento ha pedido tiempo para estudiar c¨®mo salir del atolladero. Pese a que el edificio llevaba a?os ocioso y carec¨ªa del certificado de final de obras, pocos d¨ªas antes de las elecciones auton¨®micas, el Gobierno de Alberto Fabra, en una maniobra un tanto extra?a, adjudic¨® la gesti¨®n del recinto a una empresa privada que ahora amenaza con echarse atr¨¢s si no se subsanan los desperfectos.
As¨ª pues, al nuevo Gobierno se le plantea un gran dilema. Terminar el proyecto implica invertir una importante cantidad de dinero en un modelo en el que no cree y que podr¨ªa destinarse a otros menesteres m¨¢s productivos y socialmente m¨¢s justos. No hacerlo supone echar a perder la inversi¨®n ya realizada, algo tambi¨¦n dif¨ªcil de justificar. Est¨¢ claro que los errores, tarde o temprano, se pagan, pero a veces, quienes los pagan no son quienes los han cometido. El PP valenciano quiso convertir este complejo arquitect¨®nico en el s¨ªmbolo de la pujanza de su pol¨ªtica econ¨®mica, pero ese s¨ªmbolo lleva camino de acabar en el suelo, como el trencad¨ªs que recubre los edificios de Calatrava.
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