La reproducci¨®n de ¡°los segundones¡±
El libro 'Sexo en la Tierra', de Jules Howard, explica la variedad de conductas sexuales de numerosas criaturas
El origen del mundo: una mujer tumbada y abierta de piernas mostrando su sexo oscuro. Gustave Courbet, Museo de Orsay, Par¨ªs. Pero ?el verdadero origen del mundo? El sexo, desde luego, pero el de nuestro planeta: el gran sexo azul del que surgi¨® la vida millones de a?os antes de que los cient¨ªficos acercaran sus lentes o de que Freud acostara en el div¨¢n a sus pacientes. Los primeros testimonios sexuales est¨¢n escritos en los f¨®siles del prec¨¢mbrico y el largo viaje que nos ha llevado hasta aqu¨ª, con sus sofisticados y variados mecanismos de reproducci¨®n, resulta apasionante y perturbador.
Rituales diversos
No contiene todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevi¨® a preguntar, pero ¡®Sexo en la Tierra¡¯ (Blackie Books) da idea de la variedad de conductas sexuales de numerosas criaturas. Parece que tenemos mucho que aprender de los rituales que gobiernan el cu¨¢ndo, d¨®nde y c¨®mo de la perpetuaci¨®n de las especies.
A ese viaje dedic¨® 12 meses de lectura, investigaci¨®n y escritura el zo¨®logo brit¨¢nico Jules Howard. Su ensayo Sexo en la Tierra (Un homenaje a la reproducci¨®n animal) pasa de largo sobre nosotros, que no somos m¨¢s que un inquilino del planeta entre millones, pero se centra en los animales que nos son m¨¢s cercanos y a los que ¨¦l se refiere como ¡°los segundones¡±: ranas, perros, patos, caballos, lib¨¦lulas, ara?as de jard¨ªn, luci¨¦rnagas, babosas, salamandras¡ Con perspicacia e ingenio, Howard narra la vida sexual presente en nuestro d¨ªa a d¨ªa: un sapo consigue cruzar una carretera y encuentra el lago en el que se apareaban sus ancestros, un perro monta a una perra¡ En ning¨²n momento busca paralelismos entre la vida sexual animal y nuestros propios deseos e inseguridades. Su filosof¨ªa es clara: dejemos que los erizos sean erizos, que las ranas sean ranas, y las serpientes, serpientes. El objeto de estas criaturas nada tiene que ver con nosotros.
Sexo en la Tierra habla asimismo del tiempo, no muy lejano, en que resultaba muy dif¨ªcil hablar del sexo como materia digna de estudio cient¨ªfico. Menciona los problemas a que tuvieron que enfrentarse Darwin o Linneo, el rey de los bot¨¢nicos. Siglos largos y complicados en los que el sexo era el equivalente a la materia oscura. Estaba ah¨ª pero¡ solo te¨®ricamente. Howard, que parece un tipo muy sensato, concluye su estudio con un consejo pr¨¢ctico: ¡°Lo mejor es disfrutarlo ahora que podemos¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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