Juan Rulfo: ¡°No puedo escribir sobre lo que veo¡±
Un recorrido por aquellos temas que m¨¢s preocupan al silencioso escritor. De la literatura que ¨¦l mismo hace apenas se habla. A Rulfo le trae sin cuidado.
Juan Rulfo, autor de El llano en llamas y Pedro P¨¢ramo, no puede escribir sobre lo que ve. La frustraci¨®n la calma leyendo a los cronistas antepasados, que nunca creyeron que iban a ser le¨ªdos, y tomando fotograf¨ªas documentales. Paralelamente, escribe (o ha escrito) algunos de los mejores relatos de ficci¨®n que se hayan narrado en lengua castellana en este siglo. Esta entrevista, realizada por Juan Cruz en Las Palmas, cuando Rulfo estuvo en Espa?a recientemente, pretende ser un recorrido por aquellos temas que m¨¢s preocupan al silencioso escritor. De la literatura que ¨¦l mismo hace apenas se habla. A Rulfo le trae sin cuidado.
?Pregunta. La primera pregunta quiz¨¢ ser¨ªa sobre los primeros a?os de su vida. Jalisco, ?c¨®mo es Jalisco?
Respuesta. Jalisco es un Estado del occidente de M¨¦xico, en su mayor¨ªa ¨¢rido. Fue en un tiempo una regi¨®n f¨¦rtil, pero debido a la atomizaci¨®n agraria, al reparto agrario, acab¨® por erosionarse la tierra; de all¨ª ha salido mucha gente, ha abandonado los pueblos, se ha salido; la mayor parte de la gente, de los braceros mexicanos que hay en Estados Unidos, son de esa regi¨®n, de Jalisco. Es un Estado monta?oso, en parte monta?oso; est¨¢ cruzado por la sierra occidental y tambi¨¦n es plano en algunas partes, tiene variedad de climas, en las monta?as es fr¨ªo, pero en las llanuras, que est¨¢n casi a trescientos o cuatrocientos metros sobre el nivel del mar, y muy lejos del mar, le llaman la tierra caliente, precisamente. Es una zona, una faja de tierra que abarca varios estados del occidente del pa¨ªs, que se llama la tierra caliente. En esa regi¨®n es donde se ubican m¨¢s o menos mis historias, en la zona de la tierra caliente.
P. ?Cu¨¢nto de sus recuerdos de infancia hay en esas obras?
R. Bueno, recuerdos simplemente no los hay, sino lo ¨²nico que hice fue ubicarme en esa regi¨®n, porque la conozco algo, porque la conozco, y porque la infancia es lo que m¨¢s influye en el hombre. O sea, es una de las cosas que menos se olvida, que m¨¢s persiste en la memoria de cualquier hombre y, efectivamente, hay el ambiente, la atm¨®sfera, la luz, la misma situaci¨®n social, todo eso lo recuerdo y por eso decid¨ª ubicar todo lo que he hecho en esa regi¨®n.
P. ?Qu¨¦ le¨ªa usted despu¨¦s de aprender a leer?
R. Yo tuve en la casa la biblioteca del cura de mi pueblo, porque estall¨® la cristiada, una rebeli¨®n cristera, y entonces el cura guard¨® su biblioteca en mi casa, y ah¨ª le¨ª desde Emilio Salgari a Alejandro Dumas, todo; era un cura muy raro, porque no ten¨ªa casi libros religiosos, ni novenas, ni cosas as¨ª, sino que ten¨ªa muchos libros de historia y de novela, ten¨ªa mucho de novela y ten¨ªa todas las obras de V¨ªctor Hugo, de Alejandro Dumas. Tambi¨¦n ten¨ªa el ?ndice, el famoso Index Papal, las obras prohibidas.
P. ?Y ten¨ªa obras prohibidas?
R. S¨ª, las ten¨ªa, porque ¨¦l esa biblioteca la hab¨ªa hecho en un pueblo peque?o (bueno, no tan peque?o, 7.000 habitantes), pero recog¨ªa de las casas los libros con el pretexto de que era censor oficial, para decirles a las familias si pod¨ªan leer los hijos esos libros, si estaban autorizados por la Iglesia para ser le¨ªdos. Entonces, con ese pretexto, se apoderaba de todos los libros que hab¨ªa en el pueblo y era el ¨²nico que ten¨ªa biblioteca.
P. ?Hay algo en especial que le produjo impacto a usted como lector adolescente?
R. Bueno, en realidad eran libros de aventuras, a excepci¨®n de algunas cosas de historia; por ejemplo, Bulnes, que escribi¨® sobre Ju¨¢rez. Bulnes fue un antijuarista, no influy¨® sobre m¨ª, pero s¨ª me dio a conocer un poco la historia de M¨¦xico, sobre todo en una ¨¦poca muy desastrosa para el pa¨ªs, como fue el siglo XIX. Pero ten¨ªa bastantes cosas este hombre, ten¨ªa muchos libros de historia, ten¨ªa cr¨®nicas de la conquista. En fin, hab¨ªa recogido material abundante como para pasarse bastantes a?os leyendo.
P. Seg¨²n tengo entendido, usted ha seguido devorando libros. La lectura continuada de la novela que se hace en M¨¦xico, y en el resto del mundo, ?qu¨¦ impresi¨®n le causa ahora?
R. En realidad, lo que yo le¨ª puede llamarse subliteratura, lo que uno lee de chico: Salgari, Alejandro Dumas, Dick Turpin, Sitting Bull, en fin, todas esas cosas... B¨²falo Bill.
P. ?Vuelve a leerlas ahora?
Escribir "Pedro P¨¢ramo"
Juan Rulfo: "No pod¨ªa encontrar en la biblioteca el libro que estaba buscando y que necesitaba leer. Ten¨ªa una vaga idea de lo que deb¨ªa ser, pero no lo hallaba entre los libros. Entonces decid¨ª escribir Pedro P¨¢ramo.
Fue una historia paralela. No pude escribir directamente ese libro, sino que, mientras lo pensaba, iba escribiendo los relatos de El llano en llamas, para habituarme. Luego, a?os despu¨¦s, ya apareci¨® Pedro P¨¢ramo."
R. No, no las hay, es imposible encontrarlas. Pero los libros que yo considero serios, entre los que le¨ª entonces, fueron los n¨®rdicos, de autores n¨®rdicos. Knut Hamaun, por ejemplo, ya me abri¨® las puertas hacia otro mundo, hacia otro tipo de literatura, ya m¨¢s seria, m¨¢s literatura. Aquello era m¨¢s bien obras de aventuras, yo las le¨ªa como novelas de aventuras. La literatura la empec¨¦ a descubrir con los autores n¨®rdicos, con Hamaun. Lo que m¨¢s me gust¨® en esa ¨¦poca y lo que m¨¢s le¨ª durante ese tiempo fueron las obras que se publicaban aqu¨ª, en Espa?a, que era lo que nos llegaba a nosotros: los autores rusos. Hab¨ªa una biblioteca que se llamaba Biblioteca Universal. All¨ª casi se publicaba un sesenta o 70% de autores rusos. Esteban Andrejiev, Dostoiewsky, todos ellos.
P. ?Usted se siente m¨¢s de una tradici¨®n literaria mexicana que de una tradici¨®n a la que se le ha adscrito y que le pone al lado de Faulkner y de los escritores n¨®rdicos de los que acaba de hablar?
R. Bueno, no, yo le¨ª a los autores de la revoluci¨®n mexicana, que considero son los mejores escritores que ha tenido M¨¦xico, pero no los le¨ª con af¨¢n de lector, sino como tarea en la facultad de Filosof¨ªa y Letras. Esos autores fueron m¨¢s bien Mariano Azuela, Mauricio Magdaleno, Rafael Mu?oz, Mart¨ªn Vilma. Todos los escritores de la revoluci¨®n los le¨ªmos en clase, pero no tuve ninguna influencia de ellos. Azuela mismo no influy¨® mucho. Para m¨ª tiene una novela muy d¨¦bil y muy floja en muchos aspectos; claro que tienen bastante fama porque era la primera novela que se escribi¨® sobre la revoluci¨®n, pero yo prefiero, por ejemplo, a Rafael Mu?oz, era muy superior a todos los dem¨¢s.
P. Se ha hablado de la influencia que usted ha ejercido sobre un novelista como Garc¨ªa M¨¢rquez. ?Usted siente que eso puede ser verdad, o cree que la literatura va por senderos totalmente azarosos y que no tiene nada que ver la lectura anterior?
R. No creo que Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¦ influido por m¨ª. Garc¨ªa M¨¢rquez es otra cosa: es Garc¨ªa M¨¢rquez, un gran novelista, un gran escritor, que tambi¨¦n fue trabajando su obra escal¨®n por escal¨®n. Dos obras que se publicaron posteriormente a Cien a?os de soledad son en realidad anteriores, son una especie de ejercicios que hizo para llegar a Cien a?os de soledad. Pero no creo que yo tenga ninguna influencia sobre ¨¦l. Al contrario, yo le respeto mucho y considero que su obra es aut¨¦nticamente original. Ahora, no s¨¦, solamente algunos cr¨ªticos tal vez habr¨¢n encontrado influencias en algunos otros autores, pero no conozco ning¨²n autor en quien yo haya influido.
Los azares de la literatura
P. ?Cree que su obra parte de lo mexicano para llegar a tener una simbolog¨ªa m¨¢s universal?
R. Bueno, as¨ª sucedi¨®, son los azares de la literatura. Yo no escrib¨ª con la finalidad de llegar a trascender el ¨¢mbito en que estaba hecha, sino que ¨¦sta tuvo la suerte de correr, de correr mucho, y de llegar a traducirse a varios idiomas, de ser conocida en todas partes, pero no fue esa mi idea. Tampoco fue m¨ªa la idea de imponer ning¨²n tipo de aspecto de lo mexicano, porque no representa ninguna caracter¨ªstica lo mexicano, en absoluto. Lo mexicano son muchos M¨¦xicos. No hay una cosa determinada que pueda permitirnos decir: As¨ª es M¨¦xico. No, no es M¨¦xico. Ninguna de las cosas es M¨¦xico. Es una parte de M¨¦xico. Es uno de los tantos m¨¦xicos.
P. ?Usted de qu¨¦ M¨¦xico se siente m¨¢s?
R. Bueno, yo soy del occidente del pa¨ªs, de una regi¨®n criolla, como usted ha dicho antes, de una regi¨®n que tuvo poco mestizaje, debido a que la conquista en esta zona, la Nueva Galicia, que es hoy Jalisco, fue el exterminio, exterminaron a todos los ind¨ªgenas, no quedaron ind¨ªgenas, y fue repoblada por andaluces, extreme?os...
Conversar con Rulfo
Juan Rulfo comienza dici¨¦ndote: "Yo soy un poco de chispa retardada. As¨ª que a lo mejor usted me hace una pregunta y yo se la contesto en seguida, o se la contesto dentro de unos d¨ªas. ?Le vale?" Si no vale tampoco importa demasiado, porque Rulfo dice esto desganadamente, como si no lo estuviera diciendo. Habla luego despacio, subrayando sus palabras con la s peculiar de los hombres de Jalisco. Le perturban los ruidos, que a sus o¨ªdos suenan como agresiones insolentes. Es un celoso guardi¨¢n de su propio silencio. Durante la conversaci¨®n se acercaron a saludarle los escritores Severo Sarduy y Alfonso Grosso. "?Qu¨¦ tal, Rulfo?", le pregunt¨® el novelista de Cobra. "Regular", respondi¨® el autor dePedro P¨¢ramo, como si estuviera resumiendo un cap¨ªtulo enorme de una vida. Paralelamente, Juan Rulfo se acerc¨® al magnet¨®fono y lo par¨® de un leve manotazo. "Ya no hablo m¨¢s." Cuando se marcharon los escritores, ya solitario ante el micr¨®fono, sigui¨® su leve discurso.
P. ?Cu¨¢l es, por as¨ª decirlo, su propio ¨¢rbol geneal¨®gico?
R. Yo parece que soy de origen godo.
R. ?Sabe que esa palabra en Canarias tiene connotaciones peyorativas?
R. S¨ª, parece que quiere decir b¨¢rbaro.
P. Bueno, se llama godo al peninsular que viene muy prepotente.
R. S¨ª, pero tambi¨¦n en Espa?a se le dice godo al b¨¢rbaro, efectivamente, porque eran legiones romanas; los godos en Espa?a que quedaron eran parte de las legiones romanas, eran godos tra¨ªdos por Ata¨²lfo, eran legiones de Ata¨²lfo que se quedaron en Espa?a cuando termin¨® el Imperio romano. Mis antepasados son del norte de Espa?a; mi segundo apellido es Vizca¨ªno, as¨ª es que es de esa regi¨®n, de la regi¨®n vasca.
P. El sociologismo est¨¢ muy metido en la novela que se hace en Latinoam¨¦rica. En su caso, ?usted lo ve impl¨ªcito? ?Ha sido su prop¨®sito incorporarlo o simplemente es que no se puede escribir en ese territorio de otra manera?
R. El nivel social, efectivamente, en Am¨¦rica Latina no es una cosa que solamente se hace, sino que es necesario que se haga, porque los problemas sociales en toda Am¨¦rica Latina siguen siendo fundamentales. Mientras no se resuelva el problema social o econ¨®mico, no se resolver¨¢ nunca el problema pol¨ªtico. Somos pa¨ªses con problemas sociales terribles, de contrastes tremendos entre la gran riqueza y la gran pobreza. Entonces, escribir una novela que no tenga aspecto social es salirse un poco de la realidad, ya sea literaria o de la realidad o de la creaci¨®n literaria. Ahora, en ciertos pa¨ªses escribes una novela autobiogr¨¢fica realista y resulta que refleja los problemas de ese pa¨ªs. Yo no creo pertenecer a esa corriente. Yo no reflejo los problemas de mi pa¨ªs, aunque s¨ª toco los temas sociales, el tema del campesino, del fanatismo, de la superstici¨®n, un poco de la magia y de la mitolog¨ªa y del sincretismo religioso.
El sincretismo religioso es muy poderoso en M¨¦xico, porque el mestizaje se logr¨® ¨¦tnicamente, quiz¨¢, pero mentalmente no. Entonces, por ejemplo, cuando la expulsi¨®n de los jesuitas en 1777, a¨²n empezaban las misiones tratando de cristianizar a estos pueblos, al pa¨ªs en realidad, y no solamente los jesuitas, sino los franciscanos, todos los frailes. La conquista espiritual de M¨¦xico es una gran haza?a, una de las m¨¢s grandes haza?as en la historia del pa¨ªs, pero se qued¨® a medias. Parte del pueblo qued¨® mitad cristiano, mitad pagano. Entonces se cre¨® el sincretismo religioso; por eso existe esa mitolog¨ªa, mitolog¨ªa que es muy com¨²n, sobre todo, en los pa¨ªses indoamericanos. Por indoam¨¦rica me refiero, no a los pa¨ªses como Argentina, Uruguay, Chile, que son trasplantes europeos, sino a los dem¨¢s pa¨ªses de Am¨¦rica Latina; nosotros le llamamos Mesoam¨¦rica, pero ese es un t¨¦rmino que no entender¨ªan en muchas partes. A nosotros nos dicen suramericanos a veces, nosotros no somos suramericanos; los mexicanos no somos suramericanos: sin embargo nos dicen suramericanos. Nosotros somos norteamericanos, pero no somos de Estados Unidos, pero tambi¨¦n somos estadounidenses, porque somos los Estados Unidos de M¨¦xico, Estados Unidos mexicanos. Pero pertenecemos al norte, a la miseria del norte de Am¨¦rica, estamos en la parte norte de Am¨¦rica. Esa mezcla que hubo entre el catolicismo y el paganismo fue lo que cre¨® esa caracter¨ªstica muy especial, casi m¨ªtica, en donde hay una revoltura religiosa y mental del pueblo, hay una mitolog¨ªa pagana y hay un ritual cristiano, esas dos cosas se han mezclado y se ha creado lo que llamamos nosotros sincretismo.
P. ?Es usted un hombre religioso?
R. Bueno, soy un cat¨®lico, s¨ª.
P. ?Qu¨¦ supone, en un pa¨ªs cuya historia espiritual usted nos acaba de resumir, ser cat¨®lico?
R. Nosotros somos bautizados, hemos ido a la Iglesia, hemos hecho la primera comuni¨®n, hemos practicado la religi¨®n hasta cierta edad, y en determinados momentos nos hemos dado cuenta de que estas cosas, pues no, no nos llevan a ninguna parte y, entonces, hemos abandonado bastante la cosa del catolicismo. Eso pasa en la clase media baja y en la clase media alta, no en la clase baja ni en la clase alta.
?El siniestro ambiente de la ciudad
?P. ?C¨®mo es el ambiente para un escritor para un intelectual en M¨¦xico?, ?es aturdidor, es un ambiente creativo?
R. Es un ambiente siniestro. La ciudad de M¨¦xico es una de las ciudades m¨¢s s¨®rdidas del mundo y donde toda la gente est¨¢ hist¨¦rica, es una ciudad de una explosi¨®n demogr¨¢fica terrible. En la actualidad tiene m¨¢s o menos catorce millones de habitantes, es una ciudad chata, no es vertical como las ciudades europeas; se extiende por todo el valle de M¨¦xico. Se ha creado una explosi¨®n demogr¨¢fica en donde constantemente todos los d¨ªas entra gente de la provincia, 30.000 aproximadamente por a?o, y, aparte de eso, es una ciudad que no se presta a la tranquilidad, es una ciudad s¨®lida hasta cierto punto, porque tanto el tr¨¢nsito automovil¨ªstico como el tr¨¢nsito de gente es tremendo. En ella no hay lugar apacible, un lugar tranquilo. Muchos, por ejemplo -ah¨ª tiene usted a Garc¨ªa M¨¢rquez- se fueron de M¨¦xico y se trasladaron a Cuernavaca, que es una zona tranquila. Pero en la ciudad de M¨¦xico, aunque sea el centro pol¨ªtico y cultural del pa¨ªs, a muchos escritores mexicanos no se les puede ver. Si no se les va a buscar a sus casas, uno no les encuentra nunca.
P. ?Usted se relaciona mucho con los intelectuales?
R. No, en realidad no estoy muy relacionado. Los conozco a todos. Por regla general a todos los conozco. Tengo relaci¨®n con todos. No hay un ambiente propicio en la ciudad de M¨¦xico para escribir. Entonces se lucha mucho. En M¨¦xico, fuera de dos o tres escritores, como Luis Spota o alg¨²n otro, que viven de la literatura, nosotros tenemos que vivir de alg¨²n trabajo; yo trabajo en el Instituto Nacional Indigenista, editando libros de antropolog¨ªa social, y eso me ocupa casi la mayor parte del tiempo. Esa es la raz¨®n por la que yo casi no tengo tiempo de escribir, de dedicarme exclusivamente a escribir.
?La frescura del cronista
?P. El trabajo del Instituto Indigenista que usted hace, relacionado con la antropolog¨ªa, de alguna manera le ayuda a cultivar su pasi¨®n por la historia. ?Podr¨ªa decirnos por qu¨¦ existe en usted, que es un creador, de ficci¨®n, esa pasi¨®n por la historia?
R. Me gustan mucho los cronistas del siglo XVI, XVII y XVIII, y me gustan por su forma de escribir, por la frescura del lenguaje. Estos hombres escribieron en la lengua del siglo XVI. Es un lenguaje muy fresco, que actualmente en Espa?a mismo es arcaizante, pero para nosotros no lo es. En la regi¨®n de donde yo soy a¨²n se habla ese lenguaje. Entonces, el hecho de que yo lea cr¨®nicas tanto de la conquista como cr¨®nicas religiosas o de la historia de M¨¦xico se debe a que adem¨¢s de que me ense?an historia es un gran placer leer a estos hombres; ellos escribieron de una forma muy espont¨¢nea, sin saber que los iban a leer nunca. Simplemente hac¨ªan la cr¨®nica de su obra.
P. Quiz¨¢ como todo el mundo, ?no? ?No cree usted que todo el mundo escribe pensando que quiz¨¢ jam¨¢s van a ser le¨ªdos?
R. Yo creo que no hay personas que escriben pensando en sus lectores. El m¨¦rito de estos hombres es que ellos nunca pensaban escribir para nada. S¨®lo iban al registro de sucesos, de lo que estaba sucediendo, y lo hac¨ªan con un idioma, con un lenguaje que se ha perdido en Am¨¦rica.
P. Yo le quiero preguntar sobre las vidas paralelas Rulfo-Arriola. ?C¨®mo fue que en la misma ¨¦poca, habiendo nacido el mismo a?o y habiendo sido amigos relativos, resultaron tan divergentes dentro de la literatura?
R. En realidad, Arriola es un cultista. Es una autoridad, hasta cierto punto, como somos todos, pero ¨¦l tuvo desde muy joven la afici¨®n a las letras francesas. Tiene una memoria de elefante. A Claudel y a todos los autores franceses de esa ¨¦poca los ley¨® y se los aprendi¨® de memoria. No s¨®lo despu¨¦s de eso aprendi¨® franc¨¦s, sino que su cultural es afrancesada, su escritura es estil¨ªstica. A ¨¦l no le interesa decir nada, sino que le interesa el estilo que se escribe, c¨®mo escribir una cosa. No c¨®mo contarla. No le interesa contar una historia, sino c¨®mo contarla. En general, se puede resumir en esto: Arriola es un estilista nato influenciado mucho por Borges. El tiene la ventaja de la memoria. Es un estilista en realidad, cosa que muchos de nosotros no. No nos fijamos bastante en el estilo.
?Imaginar
P. Usted es un creador de ficci¨®n. Por otra parte, sus aficiones paralelas son la historia o, por lo que me han dicho, la fotograf¨ªa en alg¨²n tiempo, y expresamente la fotograf¨ªa documental. ?Por qu¨¦ usted ese otro aspecto cr¨ªtico, anal¨ªtico, realista de su personalidad no lo ha evidenciado tanto en escritos cr¨ªticos o en cr¨®nicas de lo que est¨¢ sucediendo?
R. Porque soy malo para el reportaje, soy mal reportero, ser¨ªa mal reportero, no puedo escribir sobre lo que veo, puedo haber visto muchas cosas, puedo haber observado u o¨ªdo muchas cosas, pero no podr¨ªa desarrollarlas, ni cosas autodid¨¢cticas tampoco. As¨ª no desarrollo autobiograf¨ªas ni ninguna de las cosas que hago. Tampoco puedo describir una cosa que veo. Tengo que imaginarla.
P. Hay tres pintores que podr¨ªan relacionarse de alg¨²n modo con su literatura, que son Rivera, Siquieros y Orozco. Hay otro, Cuevas, que se le opone. ?Son justas ambas comparaciones?
R. En realidad m¨¢s bien es Orozco al que yo admiro. Ni Rivera ni Siquieros me dicen nada. Orozco, s¨ª; Orozco lo siento. Adem¨¢s Orozco es tambi¨¦n de la zona, de la regi¨®n de donde soy, y le admiro mucho, sobre todo sus frescos de Guadalajara, su ?Capilla?, del hospital del Hospicio Caba?as, y su ?Hidalgo?, del Palacio Nacional, del Palacio de Gobierno de Guadalajara. Lo que ha hecho Orozco. Orozco tiene una fuerza que no tienen los dem¨¢s pintores, ni Rivera, ni Siquieros. Tiene fuerza din¨¢mica, intuitiva, en muchos aspectos intuitiva, aut¨¦ntica.
P. ?Cree que es acertado identificar su obra con la de un pintor como Orozco, por ejemplo?
R. Algunos cr¨ªticos han dicho que s¨ª, que m¨¢s o menos. Creo que somos dos cosas diferentes. La literatura y la pintura no tienen mucha semejanza. La pintura es otro arte distinto.
P. Hay un pen¨²ltimo tema que es aquel de la mitolog¨ªa llevada a su obra, la mitolog¨ªa o las costumbres ancestrales mexicanas. Le hablo, por ejemplo, de ese episodio de uno de sus libros en el que los padres deciden dar nombre a un ni?o de acuerdo con el primer p¨¢jaro que se pose, y ese p¨¢jaro resulta ser una bicicleta, y termina el ni?o llam¨¢ndose Juan Bicicleta.
R. Bueno, eso fue en la ¨¦poca de Garrido Carnaval. Se dio en el estado de Tabasco, cuando ¨¦l prohibi¨® que el santoral cat¨®lico se aplicara para bautizar a los ni?os; entonces, por ejemplo, yo conoc¨ª a un se?or que se llama Scott, un mulato, era en Costa Rica. Yo le pregunt¨¦ si era ingl¨¦s, dijo no, mi padre era tabasque?o y se llamaba de nombre Scott, y as¨ª sucesivamente, ellos tomaban los nombres que vienen en las marcas de las medicinas, a veces, y se llamaban Guillette o Alka-Seltzer.
P. Ahora se llamar¨ªa Grundig, Honda.
R. O Volskwagen.
P. Me gustar¨ªa preguntarle sobre Octavio Paz.
R. Octavio Paz es un gran poeta, un gran ensayista y un gran hombre, que trabaja mucho, ha escrito bastante y ahora se puede considerar que, con Pedro Salinas, es uno de los mejores poetas. Para m¨ª Octavio Paz es uno de los mejores poetas.
P. ?Qu¨¦ es lo que distingue a Octavio Paz como creador mexicano?
R. Octavio Paz nunca se ha desligado de M¨¦xico, de la cultura mexicana. Ha estado muchos a?os en Par¨ªs, ha estado de embajador y ha estado bastantes a?os fuera del pa¨ªs, pero siempre ha tenido sus ra¨ªces netamente mexicanas; tal vez ser¨¢ porque su padre era de Jalisco tambi¨¦n. Somos los jalicenses muy arraigados a la tierra.
P. ?Lee usted su obra de nuevo?, ?despu¨¦s de escribirla, forma parte de su lectura?
R. No, ya hace mucho que no la leo, bastante tiempo que no la leo.
P. ?Cu¨¢l es su reacci¨®n ante la obra ya comunicada, ante un libro?
R. Pues que est¨¢ muerto, que ya es una cosa muerta.
P. ?Mientras lo escribe?
R. Mientras lo escribo s¨ª hay un inter¨¦s v¨¢lido.
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