Venceremos
El buque insignia de la tortura a los animales en este pa¨ªs, el sadismo m¨¢s redondo y abyecto, es el Toro de la Vega de Tordesillas
Escribo este art¨ªculo (que tardar¨¢ dos semanas en llegar a tus manos) con el coraz¨®n tiritando: acabo de leer que quien at¨® a un perro en Carri¨®n, le roci¨® con un l¨ªquido inflamable y le quem¨® vivo es un menor. El perro tard¨® d¨ªas en morir. La autopsia demostr¨® antiguas lesiones por torturas. El menor ha sido detenido, pero me temo que habr¨¢ pocas consecuencias. Al margen de la psicopat¨ªa concreta que pueda existir en este caso, lo que m¨¢s me acongoja es la certidumbre de que estas atrocidades se potencian cuando la sociedad hace alarde de crueldad contra los animales y cuando educa a los ni?os en la celebraci¨®n de esa barbarie. Y somos unos malditos inconscientes al comportarnos as¨ª, porque numerosos estudios demuestran que hay una relaci¨®n directa entre la violencia contra los animales y la violencia contra las personas. Lo cual por otra parte es l¨®gico; torturar a un ser vivo exige desarrollar tal falta de compasi¨®n que sin duda tiene que tener consecuencias peligrosas para la sociedad.
La ignorancia, la costumbre y los prejuicios pueden cerrarnos las entendederas. Soy hija de torero y, aunque siempre con cierta desaz¨®n por la crudeza de la lidia, fui una buena aficionada hasta que crec¨ª por encima de mi entumecimiento cultural. Y en eso consiste precisamente civilizarse. En intentar ser mejores de lo que somos. M¨¢s emp¨¢ticos, menos feroces. De hecho, en Espa?a hemos ido progresando por ese camino. Lo terrible de la fiesta de los toros es que hace de la carnicer¨ªa un espect¨¢culo; esto es, proporciona un modelo de relaci¨®n con los animales y es un perfecto indicativo del nivel general de aceptaci¨®n de la violencia en nuestra sociedad. Durante muchos a?os, los caballos de los picadores salieron sin peto. Los toros evisceraban cada tarde a media docena de animales; los pobres jacos caminaban pis¨¢ndose las tripas, dec¨ªa Valle-Incl¨¢n. Les met¨ªan los intestinos a pu?ados, los cos¨ªan en vivo y los volv¨ªan a sacar. Ese horror termin¨® con la ley que impuso la protecci¨®n en 1928. Pues bien, Ortega y Gasset, que sin duda era un sabio, escribi¨® un art¨ªculo indignado diciendo que el peto acababa con la grandeza de la fiesta. As¨ª de acostumbrados est¨¢bamos entonces a la crueldad (un af¨¢n matarife que luego estallar¨ªa en la Guerra Civil). Si hoy sucediera algo as¨ª en una plaza, los espectadores en pleno vomitar¨ªan y se desmayar¨ªan. As¨ª que hemos avanzado algo. Pero no lo suficiente.
Soy hija de torero y fui una buena aficionada hasta que crec¨ª por encima de mi entumecimiento cultural
Yo no abogo por la prohibici¨®n de las corridas: creo que eso puede proporcionarles ox¨ªgeno, cuando sin duda est¨¢n agonizando. La llamada fiesta de los toros es un residuo del pasado, algo tan abiertamente brutal que no tiene espacio en nuestra sociedad. Y no s¨®lo por el evidente tormento de los animales, sino tambi¨¦n por las espantosas cogidas: el cornal¨®n de Rivera, que le atraves¨® el vientre; el pit¨®n que ha empalado la cara de Fortes, alcanzando su cr¨¢neo. ?Pero alguien en su sano juicio puede defender hoy d¨ªa semejante salvajada? ?Que el toreo es tradici¨®n? Lo mismo que los juegos de gladiadores, que el derecho de pernada o que la esclavitud. Si hubi¨¦ramos respetado las tradiciones, seguir¨ªamos viviendo en las cavernas.
Sin embargo, s¨ª creo que hay que prohibir inmediatamente todas esas algaradas populares en las que, sin ninguna regulaci¨®n ni preparaci¨®n, se cometen verdaderas brutalidades. Y el buque insignia de la tortura a los animales en este pa¨ªs, el sadismo m¨¢s redondo y abyecto, es el Toro de la Vega de Tordesillas. A mi padre, que amaba a los animales (somos as¨ª de parad¨®jicos), era un evento que le repugnaba. Le parec¨ªa cobarde y atroz, y s¨¦ que muchos taurinos opinan as¨ª. Cuando reanudaron la matanza tras la prohibici¨®n en el franquismo, los organizadores del Toro de la Vega explicaban con asquerosa satisfacci¨®n que la cosa comenz¨® cuando el hijo de una arist¨®crata falleci¨® corneado; la madre dispuso que, como venganza, cada a?o se matara a un toro de la manera m¨¢s dolorosa posible. Naturalmente, ahora llevan muchos a?os sin volver a repetir el origen de su tradici¨®n, una historia que deja bien a las claras lo que son: torturadores. El pr¨®ximo 15 de septiembre, Rompesuelas ser¨¢ perseguido por una horda de energ¨²menos a caballo y a pie que, con cuchillas atadas a una vara, le tajar¨¢n y pinchar¨¢n donde puedan, la cara, la tripa, los ojos, en un lent¨ªsimo martirio hasta la muerte. Es un tormento al que llevan a los ni?os. Una escuela de futuros verdugos. Si crees que esta monstruosidad es inadmisible en el siglo XXI, por favor, acude a la manifestaci¨®n de PACMA contra el Toro de la Vega. Es el s¨¢bado 12, a las cinco de la tarde, en la Puerta del Sol de Madrid. El a?o pasado fuimos 45.000. Que oigan nuestra ira y nuestro dolor. El futuro, la civilidad y la compasi¨®n est¨¢n de nuestra parte. Venceremos.
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