75 a?os despu¨¦s
Hay una Europa que se reivindica como exclusiva, cerrada en su defensa fronteriza y un ultranacionalismo latente, como si los refugiados fueran un virus amenazante
Si no se hubiera impuesto la renuncia a tratar episodios de nuestra historia reciente, los espa?oles quiz¨¢ estar¨ªamos m¨¢s preparados para afrontar el futuro. Pero nos condenaron a la ignorancia interesada y a la amnesia como m¨¦todo de supervivencia. Y tambi¨¦n juega su baza el hast¨ªo de ver utilizada la historia de un pa¨ªs en la rencilla cotidiana sin otro empe?o que el de sacar r¨¦dito partidista y no generar una conciencia colectiva. Si los espa?oles estuvieran familiarizados con im¨¢genes ic¨®nicas como aquellas que retratan a los exiliados del final de la Guerra Civil cruzando la frontera pirenaica, si formaran un hilo directo de la retina al cerebro, tanto con la informaci¨®n como con la parcela de conocimiento que fijan las ficciones, no quedar¨ªa un espa?ol que no asumiera que m¨¢s de 400.000 compatriotas llegaron a Francia desesperados y ag¨®nicos hace solo 75 a?os. Y que cerca de 30.000 encontraron una nueva vida en M¨¦xico cuando su propio pa¨ªs solo ofrec¨ªa un p¨¢ramo de pobreza, rencor y crueldad.
Hoy, debajo de las alambradas, detenidos, asfixiados, vencidos, llegan libios y sirios a las primeras fronteras de Europa. Perdedores de una guerra que nadie quiere preguntarse por cu¨¢ndo empez¨®, porque nadie quiere establecer un juicio duro con esas mil familias que se han enriquecido con la idea loca de que puedes destruir pa¨ªses y no pagar las consecuencias, y que lejos de estar avergonzados siguen dictando doctrina en primera l¨ªnea de la pol¨ªtica mundial. Y en esta desgracia, hay una Europa que se reivindica como exclusiva, cerrada en su defensa fronteriza y un ultranacionalismo latente, como si los refugiados fueran un virus amenazante y no una v¨ªctima de la pobreza y la religiosidad sangrienta. La conciencia de haber sido perdedores tambi¨¦n, de haber huido de la miseria con la ¨²nica perspectiva de sobrevivir, de arrancar de cero en tierra extra?a quiz¨¢ nos concediera una mayor dosis de generosidad.
No hemos sido capaces de contribuir a ordenar los pa¨ªses de origen, sino todo lo contrario, seducidos por la r¨¢pida soluci¨®n del bombardeo. Tras el rid¨ªculo pol¨ªtico de las cuotas de refugiados que se negaron a aceptar los Gobiernos europeos, llega la verdad en forma de riada. Y entonces se fortalece el equ¨ªvoco. El Estado de bienestar no se dise?¨® para exacerbar los privilegios propios, sino para compartirlo, ampliarlo y expandirlo. Es hora de mancharse. La Europa de los n¨²meros tiene que calcular el reparto de refugiados y castigar no solo las pol¨ªticas financieras de los socios, sino las pol¨ªticas de acogida cuando son tan indignas.
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