El hombre que calza los sue?os de miles de mujeres
El influyente dise?ador de zapatos Manolo Blahnik publica sus memorias visuales, recibe el m¨¢ximo premio del Fashion Institute of Technology y rueda una ficci¨®n documental sobre su vida
Antonio, el camarero italiano de Bibendum ¨Cluminoso restaurante de Fulham Road donde hemos comido y cenado en un mismo d¨ªa¨C tiene un bigotillo fino a lo Errol Flynn que divierte a Manolo Blahnik. El problema es que Antonio no sabe quien es Errol Flynn y pese al gesto p¨ªcaro no le ve la gracia a parecerse a aquel irland¨¦s nacido en Tasmania y convertido ¨Cpor gracia de aquel bigotillo¨C en la legendaria estrella de Murieron con las botas puestas.
- "?Y Pupetta Maresa? Esa s¨ª la conoces ?verdad?", pregunta ret¨®rico Blahnik en su perfecto italiano. "Era italiana del sur. Una belleza de los 50 y 60. Una chica incre¨ªble", le aclara sin esperar respuesta
Sentado en un rinc¨®n privilegiado de Londres, donde en una mesa vecina puedes encontrar a Michael Caine cenando con su esposa, el c¨¦lebre zapatero canario (Santa Cruz de La Palma, 1942) lamenta algo que para ¨¦l es una certeza: en apenas un par de generaciones todo un mundo ¨Cy sobre todo una forma de estar en el mundo¨C se extinguir¨¢ sin remedio. Y ¨¦l, y su trabajo, dejar¨¢n de tener sentido, porque sus preciados zapatos habr¨¢n perdido una de sus m¨¢gicas e inasibles cualidades: la memoria.
Cuando tom¨¦ la palabra dije que las revistas de hoy deb¨ªan mirar m¨¢s al pasado. Mi intenci¨®n no era ser grosero"
La excusa que nos acerca esta vez al hombre que calza los sue?os de miles de mujeres de todo el mundo es una anomal¨ªa: su primera colecci¨®n de zapatos para hombres. Blahnik siempre ha dise?ado cuatro o cinco modelos masculinos que confeccionaba para ¨¦l y pocos afortunados m¨¢s. Pero ahora, con m¨¢s de 40 modelos en f¨¢brica, pretende ir un paso m¨¢s all¨¢. La colecci¨®n fue presentada en enero en uno de sus lugares londinenses favoritos, la casa museo del arquitecto Sir John Soane, situada al norte de Lincoln's Inn Fields. Un edificio de principios del XIX repleto de los libros, cuadros, muebles y antig¨¹edades coleccionados por el exc¨¦ntrico personaje y que har¨ªa las delicias de cualquier amante de los gabinetes de curiosidades. Un tel¨®n de fondo decimon¨®nico para una colecci¨®n que bebe de referencias austro-h¨²ngaras (en las botas), estadounidenses (en los zapatos bicolores) o espa?olas (en los de noche). Iluminados con velas, los pares se camuflaban entre esculturas, misteriosos escalones y hasta un sarc¨®fago. Casi vivos, proponen uno de los juegos favoritos del dise?ador: ir descubriendo historias.
En su despacho taller, y mientras se prepara para la mudanza a unas nuevas oficinas en el barrio de Marylebone, esas historias invaden hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de la pared y del suelo. Es imposible apartar la mirada de la mesa de trabajo, de su divertido caos. Se acumulan materiales, papeles y mucha tarea. Desperdigados por el cuarto, zapatos planos, con tac¨®n ancho o de aguja, botines de noche, de brocados y de pieles. Cada uno evoca un relato. Los zapatos de hombre se han cruzado en el camino con una colecci¨®n c¨¢psula de tres calcetines unisex para Falke, que solo se venden en una tienda de Londres. ¡°Los calcetines conectan el pie con el resto de la ropa, tengo miles, de tantos colores y materiales, es una de las prendas m¨¢s divertidas que existen¡±, asegura Blahnik.
Los bocetos y materiales para la colecci¨®n de la primavera-verano de 2016 se mezclan con alg¨²n prototipo del pr¨®ximo invierno, fotos recortadas, notas, pompones rojos (¡°?me vuelven loco!¡±) y las primeras pruebas de un singular y monumental libro de memorias creativas que edita Rizzoli y que se presentar¨¢ en septiembre en Nueva York, coincidiendo con la entrega del Couture Council Award for Artistry in Fashion, del Fashion Institute of Technology. El libro, un banquete de palabras e im¨¢genes, resume perfectamente la esencia heterog¨¦nea y exuberante de Blahnik y tambi¨¦n su elegante armon¨ªa. A trav¨¦s de sus p¨¢ginas, viaja por sus obsesiones utilizando di¨¢logos con amigos y creadores como los cineastas Pedro Almod¨®var y Sof¨ªa Coppola, la influyente especialista en los cl¨¢sicos de la antig¨¹edad Mary Beard o la conservadora del Museo del Prado Manuela Mena.
Por si fuera poca cosa, cuando el volumen ya est¨¦ en imprenta empezar¨¢ el rodaje de una ficci¨®n documental sobre su vida dirigida por Michael Roberts y con Rupert Everett en el papel del zapatero. ¡°Como yo soy al¨¦rgico a las c¨¢maras saldr¨¦ muy poco, solo en algunas escenas, hablando. ?Mucho mejor Rupert que yo!¡±, afirma con una gran carcajada.
La adicci¨®n al trabajo y su inagotable energ¨ªa no le permiten tomarse un respiro. ¡°Tambi¨¦n podr¨ªa darle mi parte m¨¦dico, pero no me parece muy educado¡±, bromea sobre algo serio, los avisos de su cuerpos a un ritmo fren¨¦tico. ¡°El premio del Fashion Institute es el m¨¢s importante de mi vida, y eso que en los ¨²ltimos tiempos me han dado muchos. Lo cierto es que en general me incomodan bastante. Me gusta el reconocimiento pero tienen un aire de despedida que no me gusta tanto; estoy vivo, quiz¨¢ no por mucho tiempo, pero de momento lo estoy. Adem¨¢s, cuando llega el momento de los agradecimientos no siempre s¨¦ qu¨¦ decir. Hace unos d¨ªas recib¨ª un premio de la revista Elle, que me entreg¨® el encanto de Naomi [Campbell]. El caso es que cuando tom¨¦ la palabra dije que las revistas de hoy deb¨ªan mirar m¨¢s al pasado. Mi intenci¨®n no era ser grosero, ni siquiera pretend¨ªa ser una cr¨ªtica, lo dije para alentar a los j¨®venes a acercarse a los trabajos que hizo Diane Vreeland en Vogue o Harper¡¯s Bazaar, por ejemplo, que se aprovechen de las ideas del pasado, que las usen, que las estudien, que se inspiren. Pero deb¨ª de explicarme mal y todo el mundo se qued¨® en silencio, fue un poco inc¨®modo¡±.
En breve empezar¨¢ el rodaje de una ficci¨®n documental sobre su vida dirigida por Michael Roberts y con Rupert Everett en el papel del zapatero. ¡°Como yo soy al¨¦rgico a las c¨¢maras saldr¨¦ muy poco, solo en algunas escenas, hablando. ?Mucho mejor Rupert que yo!¡±, afirma?
Blahnik le quita importancia y se r¨ªe. Bajando la voz, confiesa que aunque le gusta decir lo que piensa cada vez lo hace menos; cree que cierta incorrecci¨®n es una manera necesaria de estar en la vida pero hoy, con la simplificaci¨®n a la que empujan las redes sociales, todo se presta al malentendido y entonces es mejor callar.
Con su larga zancada, fiel al traje y los zapatos gastados, siempre a contracorriente del gusto dominante, recorre Chelsea en una de esas tardes soleadas que los londinenses celebran como un regalo de los dioses. Repara en una tienda nueva de telas para cortinas y sof¨¢s. Atra¨ªdo por su linos envejecidos, de rayas y lunares y con preciosos colores gastados, entra en busca de muestras. Ante el pasmo de los educados dependientes pregunta cuanto tardar¨ªan en servir unos metros. Son fabricantes ingleses, le aclaran, as¨ª que no mucho. Ya en la calle, Blahnik celebra que a¨²n queden peque?os reductos de manufacturas locales. ¡°Entiendo los beneficios de la globalizaci¨®n pero no puedo aceptar todo lo que se ha llevado por delante. Yo creo en la idea de Europa pero no s¨¦ si en la idea de esta Europa. Europa no es solo una gran autopista. Hemos llegado a un mundo incomprensible y muy vulgar. Vivimos en un selfie permanente y me preocupa que los j¨®venes crezcan sin memoria ni capacidad para mirar atr¨¢s¡±.
En su propia memoria, como ant¨ªdoto al presente uniforme y pedestre, atesora una interminable lista de pasiones. Tiene su peculiar altar laico, construido con las im¨¢genes de sus particulares ¨¢ngeles de la guarda. Son muchos, pero la periodista y gur¨² de la moda Anna Piaggi y la modelo y dise?adora Tina Chow brillan con luz propia. Nadie se parece a ellas. De Piaggi, fallecida en 2012, guarda una imagen tomada por su marido, Alfa Castaldi, en 1987. De Tina Chow, fallecida en 1992, algunos de sus retratos m¨¢s hermosos. Las echa de menos, y no se cansa de repetirlo. Pese a que no le gusta admitirlo, la nostalgia forma parte de su trabajo y de su modo de vida. Y eso que, como rezaba la maravillosa autobiograf¨ªa de Simone Signoret, la nostalgia ya no es lo que era.
Con la simplificaci¨®n a la que empujan las redes sociales, todo se presta al malentendido y entonces es mejor callar"
Ronda la medianoche y el cansancio le hace declinar la invitaci¨®n a la fiesta de cumplea?os de Antony Price, el hombre que en los setenta visti¨® a Bowie y Bryan Ferry. Ser¨¢ una reuni¨®n de viejos amigos de aquellos a?os. ¡°Pensar que entonces me pasaba el d¨ªa en bicicleta, de las sesiones dobles y triples de cine a Northhampton, donde hac¨ªa mis primeros zapatos. Hab¨ªa pedido un pr¨¦stamo en el banco y no paraba de trabajar, ir al cine y a fiestas. Nos pas¨¢bamos horas, hasta el amanecer, charlando y charlando. Yo hablaba por los codos, mucho m¨¢s que ahora. Es curioso, pero empec¨¦ en este oficio haciendo zapatos para Bryan Ferry. Estaban inspirados en los saddle shoes, un modelo popular en Estados Unidos que me envi¨® un amigo californiano. Eran un tipo de zapato de cordones, bicolores, que usaban los mozos de cuadra y que se puso de moda entre los estudiantes americanos en los a?os 50. James Dean los llevaba siempre. En Europa era muy raro ver zapatos blancos, no gustaban nada, pero yo no me quitaba los m¨ªos, me encantaban. A¨²n los tengo, los guardo como oro en pa?o. El caso es que yo present¨¦ una colecci¨®n de zapatos de mujer para Saint Laurent que no funcion¨®. Me rechazaron y cuando volv¨ª a Londres me puse a hacer saddle shoes para todos mis amigos, en todos los colores posibles: verde brillante con blanco, azul brillante con blanco¡ de todo. Fueron un ¨¦xito y todos los llevaban, las mujeres tambi¨¦n. Los adoraban¡±.
Fue en ese momento cuando viaj¨® a Mil¨¢n y all¨ª Anna Piaggi le llev¨® a conocer a los artesanos que cambiaron definitivamente el rumbo de su vida. ¡°Empec¨¦ entonces a hacer zapatos de mujer, los traje a Londres y en tres d¨ªas vend¨ª toda la colecci¨®n. Aparqu¨¦ definitivamente los zapatos de hombre, me aburr¨ªan, dej¨¦ de hacerlos excepto algunos para m¨ª y mis amigos, hasta ahora, despu¨¦s de tantos a?os. Quiz¨¢ es extra?o o tal vez es que as¨ª se cierra el c¨ªrculo¡±.
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