Bravo-Two-Zero Formentera
Una melancol¨ªa infinita empapa el regreso de las vacaciones en Formentera, m¨¢s a¨²n si, como yo, has tenido que hacerlo con escala de unos d¨ªas en un pueblo tradicional de veraneo muy carca en la monta?a: te hacen cortar el pelo, el bonito bronceado se te va cayendo chapuz¨®n a chapuz¨®n con el cloro de la piscina, vuelves a tener marca de ba?ador, pretenden que juegues al domin¨® o a las cartas... Un poco m¨¢s y hasta voy a misa, de aburrimiento.
He sido feliz como nunca en la peque?a isla balear, como nunca y como cada a?o desde hace 25, que es el tiempo que llevo yendo a sentar mis reales en el reducido para¨ªso comprendido entre Sa Plageta y el chiringuito Pelayo, frente a los que el cielo y el mar se al¨ªan en un azul incomprensible del que brota, parafraseando a Lawrence de Arabia ¨Cen otro contexto arenoso¨C una dicha impenetrable. Vivo esas semanas estivales una gran aventura, para la que me equipo concienzudamente.
Me infiltro en el ed¨¦n con el esp¨ªritu de un comando, verdadero Bravo-Two-Zero en Formentera. Como el c¨¦lebre equipo de operaciones especiales del SAS brit¨¢nico desplegado tras la l¨ªneas iraqu¨ªs en enero de 1991 durante la Guerra del Golfo, busco mimetizarme y ser uno con el terreno y el spirit of the place, sorteando esa otra Formentera espuria, muy chic, a la que soy tan (obviamente) ajeno y a la que trato de esquivar como los condecorados Ryan y McNab a las patrullas enemigas. Como un fantasma en bici evito las columnas de italianos en velomotores, las playas atestadas de famosos, a Paris Hilton y Vanessa Incontrada, los chiringuitos de moda con sus cuentas que de tan disparatadas devienen noticia (Juan & Andrea & Arsenio Lupin). Deambulo por la otra Formentera, la de las playas semivac¨ªas en las que medran viejos hippies de verdad, el hombre de una sola pierna, Vincent y su balandro, y el cormor¨¢n que se deja retratar; la de las hierbas con hielo en manteles de hule, la de los caminos solitarios entre pinares y sabinas que se abren al amor, los campos en los que duermen las cabras bajo la sombra de las higueras ante la mirada penetrante de los alcavaranes.
Si los chicos del SAS vest¨ªan sus uniformes DPM (disruptive pattern material, camuflaje, vamos), yo luzco unos vaqueros cortados que a¨²n conservan el salitre de otros a?os, una vieja camiseta descolorida de la que se ha borrado ya casi la leyenda I love Formentera ¨Cadem¨¢s, me la pongo al rev¨¦s¨C, baqueteadas abarcas, mi peque?o telescopio para observar a los chorlitejos junto al agua en Es C¨°dol Foradat, el viejo gorro adornado con plumas y con la cola de un lir¨®n atropellado, los collares, las pulseras, el iPod cargado con Saint Germain, Gotan Project, Manolo Tena, Purcell, margaritas y mariachis; la m¨¢scara de bucear, las gafas de sol no polarizadas, la sombrilla terciada a la espalda cual espingarda, el pareo atado a la cintura como un bucanero y metido en ¨¦l en vez de la daga un botell¨ªn de agua mineral. Si se a?aden los tatuajes naturales de las m¨²ltiples rascadas en las rocas y en las ca¨ªdas de la bicicleta ¨Cde las que nunca est¨¢s libre en los traicioneros senderos de Formentera¨C se completa la indumentaria b¨¢sica.
De esa guisa iba a comprar el diario cada d¨ªa a San Francesc ¨Ccausando la natural alarma¨C, intentaba mi asalto postergado una y otra vez al agreste faro de Barber¨ªa, recorr¨ªa arriba y abajo el Cam¨ª Vell de la Mola, deteni¨¦ndome a sonre¨ªr ante la ya casi desvanecida pintada Menos Luc¨ªa y m¨¢s sexo, andaba por la pasarela del Vogamari, ebrio de luz, de pura vida y de recuerdos entrelazados. Fundi¨¦ndome con el alma de la isla, deviniendo progresivamente leyenda (¡°?Pap¨¢, el indio de El llanero solitario!¡±). Y all¨ª sigue mi yo de verdad mientras el otro trata, ay, aqu¨ª, de volver a la rutina, olvidar la felicidad y ponerse, otra vez, calcetines.
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