R¨¦quiem por Aylan
Europa debe tener el coraje de asumir el rescate de miles de personas que buscan un refugio
La tristeza de huir de su propia casa. La impotencia de escapar hacia un lugar desconocido. El dolor de sentir que nunca pasar¨¢. Y la angustia que les golpea miserablemente en cada frontera. Dolor f¨ªsico, rabia e impotencia. Un relato que se repite cada segundo. Una huida que ellos no han elegido. Y frente a un drama que produce un insoportable nudo en la garganta se alza la altaner¨ªa de quienes se empe?an en seguir mir¨¢ndolos como diferentes para tratarlos con indiferencia.
Las rutas de la emigraci¨®n no tienen un solo camino. Las v¨ªas por las que cada d¨ªa transitan millones de personas ¡ªmuchas de ellas huyendo de una guerra o del hambre¡ª trazan un paisaje de drama y dolor que muchas veces desembocan en una tragedia en el coraz¨®n de Europa o en las aguas del Mediterr¨¢neo.
Hemos sido testigos de la muerte de miles de personas ante nuestros propios ojos: a bordo de un cami¨®n en Austria, en la traves¨ªa hacia Lampedusa o en las aguas del Egeo. La tragedia nos golpea cada d¨ªa con im¨¢genes que reflejan el naufragio moral de un continente cuyos principios se resquebrajan por la incapacidad y la insolidaridad gubernamental con quienes, al borde de la desesperaci¨®n, est¨¢n dispuestos a perder sus propias vidas en su huida hacia la libertad.
Conmueve cada escena de dolor de las personas que se refugian a la intemperie a la espera de una oportunidad. De aquellos padres y madres que protegen a sus hijos hasta que desembarcan agonizantes en la orilla. Todas ellas sacuden nuestras conciencias, tanto como la par¨¢lisis de un continente incapaz de articular una respuesta humanitaria y solidaria. Pero desgarra hasta el llanto la estremecedora imagen del peque?o cuerpo de un ni?o de tres a?os que aparece en la arena de una playa junto a su hermano de cinco en la franja que separa Turqu¨ªa de Lesbos.
Los movimientos migratorios no son intermitentes, son constantes.? Es el drama m¨¢s importante al que se enfrenta Europa
Tanto dolor no puede seguir abord¨¢ndose desde la m¨¢s aberrante indiferencia por parte de quienes est¨¢n obligados a buscar salidas para afrontar un desaf¨ªo que exige una pol¨ªtica com¨²n. Nosotros, en Canarias, vivimos durante muchos a?os el drama de la constante llegada de pateras, que comenzaron a arribar a nuestras costas a mediados de los a?os noventa, y cuyo punto m¨¢s doloroso lo vivimos con la interminable llegada de cayucos procedentes de la costa mauritana y senegalesa. Nunca sabremos con exactitud cu¨¢ntos perecieron en la largu¨ªsima traves¨ªa que muchos iniciaban mucho antes de embarcarse en una endeble barca que no reun¨ªa las condiciones adecuadas para navegar en las tortuosas aguas que separan la costa occidental de ?frica de nuestro archipi¨¦lago. En aquel entonces, rogamos la solidaridad del resto de los pa¨ªses de la UE. Clamamos su apoyo para gestionar una crisis sin precedentes en un territorio sin medios necesarios para acoger a las miles de personas que cada d¨ªa llegaban al borde de la muerte a Canarias en la peor parte de la tragedia de los cayucos. La respuesta nunca fue suficiente. Bruselas est¨¢ demasiado lejos para concienciar a funcionarios sin la sensibilidad ni la altura pol¨ªtica para asumir como un drama propio la tragedia que se registra en parte de su territorio. Hoy, casi una d¨¦cada despu¨¦s, la ¡°humanidad se sigue estrellando en la costa¡±, como a trav¨¦s del hashtag #kiyiyavuraninsalik tras la muerte del peque?o Aylan.
Los movimientos migratorios no son intermitentes, son constantes. Y m¨¢s cuando crece el n¨²mero de personas que huyen de la descomposici¨®n de sus pa¨ªses o de la miseria econ¨®mica. Es el drama m¨¢s importante al que se enfrenta Europa. Lo es hoy y lo ser¨¢ ma?ana. Y los pa¨ªses no pueden seguir mirando hacia otro lado. Tenemos el deber jur¨ªdico y humanitario de atender a los refugiados que huyen de pa¨ªses en guerra o que est¨¢n sometidos a reg¨ªmenes violentos. En este caso, no cabe recurrir a que ¡°no existen alternativas¡± o seguir trat¨¢ndolos como si no existiesen a la espera de que escampe un problema que no tendr¨¢ un fin pr¨®ximo.
Nos empe?amos en hacer frente al mismo como si se tratase de un asunto coyuntural. Europa no puede seguir reaccionando ¨²nicamente cuando las tragedias pueblan de cad¨¢veres nuestras playas o asistimos at¨®nitos a la espeluznante asfixia de decenas de personas a bordo de un cami¨®n. Las buenas intenciones no son suficientes. Es la hora de actuar con responsabilidad. Pasar de una pol¨ªtica cobarde a actuar con el coraje que supone asumir el rescate de miles de personas que buscan un refugio que les devuelva la esperanza de vivir en paz.
Fernando Clavijo Batlle es presidente del Gobierno de Canarias.
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