¡°La pobreza no se va a erradicar porque no interesa¡±
El misionero vasco lleg¨® hace cuatro d¨¦cadas en ?frica para ¡°servir a los dem¨¢s¡± Est¨¢ convencido de que hay medios para salir de la pobreza pero falta voluntad
Sentados en el sof¨¢ de su peque?a oficina rodeados de papeles y diverso material recaudado por distintas ONG espa?olas, el misionero vasco ?ngel Olar¨¢n (Hernani, 1938) conversa con la calma de quien lo ha visto casi todo en este mundo de injusticias y solidaridad, de ricos y pobres, de hambre y abundancia, de dualidades infinitas.
Tras m¨¢s de 40 a?os en ?frica, primero en Tanzania y despu¨¦s en Etiop¨ªa, el religioso comparte sus vivencias personales, experiencia y opiniones sobre los problemas del llamado Tercer Mundo, sobre los valores y las maneras de afrontarlos y sobre la imparable globalizaci¨®n y sus consecuencias. Y lo hace sin grandes juegos de palabras, desde la sencillez y con la humildad de quien se considera ¡°un emigrante m¨¢s¡± en ?frica.
El misionero hernaniarra dej¨® su trabajo en un banco cuando ten¨ªa 30 a?os para marcharse a ?frica y ¡°servir a los dem¨¢s¡±. Est¨¢ convencido de que es posible erradicar el hambre y la pobreza extrema, el primero de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de los que tanto se habla ¨²ltimamente tras la Cumbre para la Financiaci¨®n del Desarrollo de Addis Abeba y la Conferencia de Naciones Unidas prevista para final de septiembre en Nueva York. Unas reuniones internacionales a las que Olar¨¢n mira con cierto recelo por ¡°la cantidad de d¨®lares que se derrochan¡±.
Prefiere poner el foco de atenci¨®n en lo inmediato: el acceso al agua y la reforestaci¨®n para asegurar la alimentaci¨®n de las poblaciones rurales, en este caso de Wukro, un municipio situado en la regi¨®n del Tigray al norte de Etiop¨ªa, en el que Abba Malaku (padre ?ngel), como le llaman all¨ª, lleva residiendo m¨¢s de dos d¨¦cadas.
El agua se ha convertido en una especie de obsesi¨®n para ?ngel y no es de extra?ar, tras vivir de cerca la crudeza de las sucesivas sequ¨ªas que han azotado a esta zona de Etiop¨ªa. La ¨²ltima ha sido declarada este mismo verano por Naciones Unidas y sus consecuencias a¨²n se desconocen. Quiz¨¢ por este motivo, los proyectos hidrol¨®gicos y aquellos relacionados con la agricultura y la biodiversidad son tratados con especial cari?o por el misionero vasco, que lleg¨® a Etiop¨ªa en 1992 con la misi¨®n de poner en marcha una Escuela de Secundaria.
Para ello, la Administraci¨®n local le cedi¨® una superficie de ocho hect¨¢reas, en la que solo hab¨ªa una acacia. Olar¨¢n relata la an¨¦cdota sobre esta simb¨®lica planta: ¡°Los lugare?os la llamaban ¡®el espino del Derg` haciendo un paralelismo entre las propiedades invasoras de la acacia que no dejaba brotar ninguna otra vegetaci¨®n a su alrededor destruyendo el campo y el r¨¦gimen comunista del Derg que destru¨ªa los pocos servicios p¨²blicos que hab¨ªa¡±.
Afortunadamente, aquel cap¨ªtulo es historia. Hoy en d¨ªa la Escuela de Secundaria o St. Mary¡¯s College, que acoge un centro de formaci¨®n agraria, florece con m¨¢s de 700 estudiantes, de los cuales m¨¢s del 50% son chicas. Sin duda, un proyecto de desarrollo educativo con ¨¦xito, cuya clave, remarca el misionero vasco, es ¡°la motivaci¨®n de profesores y personal administrativo y la colaboraci¨®n permanente con la administraci¨®n local, adem¨¢s de la contribuci¨®n de los donantes¡±.
El misionero hernaniarra recuerda el ¡°desolador¡± paisaje de principio de los a?os noventa, cuando lleg¨® a Etiop¨ªa. Entonces, hab¨ªa tan solo un m¨¦dico para atender a 300.000 personas, la electricidad era un invento que apenas hab¨ªa llegado a esta regi¨®n, los servicios de agua eran m¨ªnimos, el asfalto en las calles de Wukro era inexistente, no hab¨ªa ni veh¨ªculos de motor ni una sola bicicleta y las casas no ten¨ªan ventanas y sus techos eran de uralita.
Pero lo peor, remata Olar¨¢n, era la ¡°severa¡± malnutrici¨®n que sufr¨ªa la poblaci¨®n, sobre todo infantil: ¡°Hab¨ªa ni?os que no pod¨ªan ni sostener la cabeza, rechazaban la comida y no ten¨ªan ni fuerza para llorar, la situaci¨®n era dram¨¢tica¡±. Ayud¨® a atender a cientos de ni?os malnutridos y m¨¢s de 1300 hu¨¦rfanos cuyos familiares murieron por la guerra con Eritrea, el VIH y el hambre.
La sociedad del Primer Mundo es v¨ªctima de su propio desarrollo
Uno visita hoy Wukro y la transformaci¨®n es total. Algunos proyectos de medio ambiente y reforestaci¨®n implementados por Olar¨¢n en el Tigray han sido premiados y son referencia a nivel nacional en Etiop¨ªa. Asimismo, expertos en Desarrollo han calificado Wukro como un ¡°oasis¡±. Sin embargo, como subraya el misionero vasco, todav¨ªa queda mucho por hacer, especialmente en las zonas rurales en las que las familias sobreviven del campo. No hay que olvidar que m¨¢s del 85% de la poblaci¨®n et¨ªope vive en zonas rurales.
Precisamente, el objetivo de los proyectos de Olar¨¢n, en los que tambi¨¦n participa la Fundaci¨®n Etiop¨ªa Utop¨ªa, es conseguir que estas familias tengan tres cosechas al a?o. ?C¨®mo? Almacenando el agua de la lluvia en embalses y pozo, construyendo canales e interviniendo en los torrentes.
De ah¨ª que el religioso insista tanto en sus proyectos hidrol¨®gicos y de reforestaci¨®n con el fin de no perder ni una gota de agua y llegar al objetivo ¨²ltimo: la seguridad alimentaria. Tarea nada f¨¢cil, por lo que los problemas persisten. ¡°Hab¨ªa y hay escasez de alimentos¡±, subraya. "Hemos pasado de las hambrunas de los a?os setenta, ochenta y noventa a lo que hoy en pleno siglo XXI llaman hambre cr¨®nico¡±. Dicho esto, sentencia: ¡°la pobreza no se va a erradicar, porque simplemente no interesa. Medios hay para erradicarla, pero eso significa una distribuci¨®n justa de la riqueza¡±. Esto se resume en dos palabras: justicia social, un concepto que para Abba Malaku tiene mayor prioridad que la caridad.
La crisis de ¡°m¨¢s y mejor¡± en el Primer Mundo
?ngel Olar¨¢n es de esas personas que pueden presumir de tener un discurso propio. Pertenece a una instituci¨®n eclesi¨¢stica y sirve a la orden cat¨®lica de los Misioneros de ?frica (Padres Blancos), pero si tiene que se?alar a los responsables de la pobreza, no duda en hacerlo. Tampoco pesta?ea al criticar actitudes o acciones reprochables de cualquier instituci¨®n, incluida la Iglesia Cat¨®lica, como ¡°los lujos de algunos en las altas esferas¡±.
En cualquier caso, el religioso prefiere ser pragm¨¢tico y centrarse en lo que m¨¢s le preocupa. En este sentido, hace una llamada de atenci¨®n general ante la ¡°dram¨¢tica¡± reducci¨®n de fondos para financiar los proyectos de cooperaci¨®n al desarrollo.
En los 20 a?os que lleva trabajando en Wukro, Olar¨¢n y la Oficina de proyectos de St. Mary han puesto en marcha m¨¢s de una veintena de proyectos con presupuestos dispares, desde 10.000 hasta 900.000 euros. Estos fondos han sido financiados por ONGs alemanas, suizas, espa?olas, vascas de distinto tama?o y tanto religiosas como no. Los proyectos han sido destinados a la educaci¨®n. a los ni?os hu¨¦rfanos. a la agricultura y al medio ambiente; a los grupos vulnerables, como las trabajadoras sexuales o las personas mayores y a la salud, con mejoras y puesta en marcha de unidades de tuberculosis y VIH en el hospital de Wukro.
Actualmente, los fondos se han reducido tanto que incluso la continuidad de algunos proyectos peligra. ¡°Un proyecto de 50.000 euros hoy nos parece incre¨ªble¡±, sonr¨ªe el religioso, que es consciente de la crisis econ¨®mica que atraviesa el Primer Mundo, pero a¨²n as¨ª anima a seguir realizando donaciones, porque ¡°lo que no se da, no llega nunca al que m¨¢s lo necesita¡±.
Precisamente, tiene una visi¨®n muy particular de la crisis econ¨®mica de "los [pa¨ªses] ricos", desencadenada, a su juicio, por un ¡°sistema global¡± que es ¡°criminal¡±. ¡°La sociedad del Primer Mundo es v¨ªctima de su propio desarrollo¡± porque ¡°le est¨¢ llevando a un individualismo brutal¡± y de p¨¦rdida de valores. Olar¨¢n considera que en los pa¨ªses ricos se ha entrado en una espiral de consumismo y de necesidades superfluas, que ha hecho que los estilos de vida y valores se deterioren.
¡°En el Primer Mundo interesa vivir en la ignorancia¡± para no tener que renunciar a esas necesidades. ¡°Pero la realidad es que el planeta no puede soportar el ritmo de vida actual de las sociedades avanzadas. Si el Primer Mundo sigue con la filosof¨ªa de m¨¢s y mejor, la pobreza tiene que existir, porque no hay medios para todos, no hay materia prima para que todo el mundo tenga los coches que tiene Europa o para que haya la electricidad que hay en Estados Unidos, etc. Hemos llegado al punto de que hasta la materia prima se cotiza en bolsa. Para vivir todos al ritmo del Primer Mundo, har¨ªan falta tres planetas que produzcan toda la materia prima necesaria¡±, sentencia.
Olar¨¢n lo tiene claro. La soluci¨®n a muchos problemas ¡ªde los pa¨ªses pobres¡ª ¡°viene de fuera¡±. ¡°El comercio internacional siempre va a favor de quien hace las leyes y quien hace las leyes son los de arriba, cuando hay una relaci¨®n bilateral para el desarrollo, siempre es a favor del Primer Mundo, ¨¦ste siempre tiene que sacar alg¨²n beneficio¡±, critica.
Un ejemplo que pone el hernaniarra de la crueldad del sistema econ¨®mico internacional y la globalizaci¨®n econ¨®mica es el Congo: ¡°Hay m¨¢s de medio centenar de multinacionales en este pa¨ªs tratando de sacar tajada del cobalto y otros minerales, mientras que nosotros cambiamos de tel¨¦fono m¨®vil ¡ªque es para lo que se utilizan esos minerales¡ª como de chaqueta, ignorando que los ni?os congole?os mueren extrayendo este mineral. Un m¨®vil es un ata¨²d para los congole?os¡±.
En este punto, el misionero vasco opina que pese a la miseria, en este escenario global de crisis, ¡°lo¡¯ bueno¡¯ o ¡®malo¡¯ es que la gente de aqu¨ª [?frica] est¨¢ acostumbrada a no tener, no tienen tantas ambiciones materiales, tienen un gran apoyo familiar, estructuras comunitarias de base fuerte y un mayor sentido de la solidaridad¡±. Algo que en el Primer Mundo se est¨¢ perdiendo, lamenta, al tiempo que concluye que esto deber¨ªa llevarnos a una reflexi¨®n.
Cooperaci¨®n con may¨²sculas
Entre pregunta y pregunta, Olar¨¢n acude a ayudar al personal de la oficina de St. Mary que le reclama para la firma de alg¨²n convenio con una ONG y el Ayuntamiento de Wukro. A sus 77 a?os, el religioso vasco se mantiene en forma y sin perder un atisbo de motivaci¨®n para seguir trabajando en lo que ha sido y es su vida: la ayuda humanitaria, entendida como una v¨ªa para lograr justicia social y no quedarse en la mera caridad, aunque ¡°¨¦sta ¨²ltima ¡ªapunta¡ª nunca hay que negar si se necesita¡±.
Ahora que se apela tanto a la necesidad de redefinir los enfoques de la cooperaci¨®n al desarrollo, ?ngel Olar¨¢n propone un enfoque basado en la cooperaci¨®n con may¨²sculas, es decir, que exista colaboraci¨®n real entre las partes implicadas en los proyectos y participaci¨®n de las poblaciones destinatarias de la ayuda. Esto es lo que explica precisamente el ¨¦xito de los proyectos de St. Mary y la gran transformaci¨®n de Wukro. Todos los agentes de una comunidad deben estar implicados en el desarrollo de un proyecto para que realmente sea sentido como propio y, en consecuencia, ¡°sostenible¡±, t¨¦rmino que tanto se utiliza en los ¨²ltimos tiempos y que podr¨ªa termina desgast¨¢ndose de tanto usarse.
Abba Malaku concluye la entrevista con una reflexi¨®n que resume lo que representa su persona y su forma de hacer: ¡°Se dice que la Iglesia es la voz de los que no tienen voz, pero yo creo que los que no tienen voz, tendr¨ªan que ser la voz de la Iglesia. Pero hoy por hoy esa gente no tiene voz en la Iglesia. No se cuenta con ellos, ni se discute con ellos, no se programa con ellos. Son algo as¨ª como el objeto de nuestra caridad, y yo creo que tendr¨ªan que ser sujetos de desarrollo¡±, lo que se traduce simplemente en justicia social.
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