A los espa?oles
Catalunya ha amado Espa?a y la sigue amando. Pero que nadie se lleve a enga?o. No hay vuelta atr¨¢s, ni Tribunal Constitucional que coarte la democracia, ni Gobiernos que soslayen la voluntad de los catalanes
Para dar lecciones de democracia a los catalanes hay que tener mucha audacia. Pero para despacharse evocando lo peor que ha sacudido Europa, equiparando soberanismo a nazismo, para arremeter as¨ª contra la expresi¨®n m¨¢s ilusionante, firme, masiva, c¨ªvica y democr¨¢tica que se est¨¢ viendo en esta misma Europa hay que ser muy poco responsable; tama?a provocaci¨®n indica hasta qu¨¦ punto hemos llegado. Eso es lo m¨¢s triste del libelo incendiario que firma todo un expresidente del Gobierno espa?ol como Felipe Gonz¨¢lez.
Valdr¨ªa para la ocasi¨®n aquello de ¡°a palabras necias, o¨ªdos sordos¡±, qu¨¦ duda cabe si no fuera que no se trata de un mandatario de un partido de rancio abolengo democr¨¢tico. Ocurre, sin embargo, que qui¨¦n suscribe el texto es un ilustre que en su d¨ªa fue presidente del partido que representa la alternancia en Espa?a al Partido Popular. Ah¨ª radica lo m¨¢s preocupante de la situaci¨®n: los principales partidos espa?oles comparten discurso y estrategia para con Catalunya. La misma receta, la de siempre, sin tapujos.
Catalunya ha amado Espa?a y la sigue amando. Catalunya ha amado la solidaridad y la fraternidad con Espa?a y con Europa. Y en el caso de Espa?a lo ha hecho a pesar de la ausencia de reciprocidad, procurando, siempre, fomentar una econom¨ªa racional y productiva, unas infraestructuras al servicio de las necesidades econ¨®micas, al servicio de la gente, de la prosperidad, impulsando tenazmente una mejora de las condiciones de vida fomentada en una sociedad m¨¢s libre y m¨¢s justa.
El 27 de setiembre va de decidir si queremos forjar una Catalunya que rija su destino
Catalunya ha amado la libertad por encima de todo, con pasi¨®n; tanto la ha amado que en varias fases de nuestra historia hemos pagado un precio muy alto en su defensa. Catalunya ha resistido tenazmente dictaduras de todo tipo, dictaduras que no s¨®lo han intentado sepultar la cultura, la lengua o el conjunto de las instituciones del pa¨ªs. Catalunya se ha alzado siempre contra las injusticias de todo tipo, contra la sinraz¨®n. Catalunya ha amado a pesar de no ser amada, ha ayudado a pesar de no ser ayudada, ha dado mucho y ha recibido poco o nada, si acaso las migajas cuando no el menosprecio de gobernantes y gobiernos. Y pese a ese c¨²mulo de circunstancias, el catalanismo -como expresi¨®n mayoritaria contempor¨¢nea- ha respondido, una y otra vez, extendiendo la mano y encauzando todo tipo de desprop¨®sitos por parte de gobiernos y gobernantes. Catalunya ha persistido en ofrecer colaboraci¨®n y di¨¢logo frente a la imposici¨®n y ha eludido, pese al hartazgo, responder a los agravios acentuando el desencuentro.
Catalunya hace siglos que busca un encaje con el resto de Espa?a. Casi se puede decir que esta b¨²squeda forma parte de nuestra naturaleza pol¨ªtica. Pero cuando un tribunal puso una sentencia por delante de las urnas. Cuando durante cuatro a?os se ofendi¨® la dignidad de nuestras instituciones. Cuando se cerraron todas las puertas, una tras otra, con la misma y tozuda negativa, la mayor¨ªa de catalanes crey¨® que hac¨ªa falta encontrar una soluci¨®n.
No hay mal que cien a?os dure ni enfermo que lo resista. As¨ª no se pod¨ªa seguir, por el bien de todos. Por eso ha eclosionado en Catalunya un anhelo de esperanza, que ha recorrido el pa¨ªs de norte a sur, de este a oeste, una brisa de aire fresco que ha planteado el reto democr¨¢tico de construir un nuevo pa¨ªs, de todos y para todos, si es que ese es el deseo mayoritario que expresa libremente la ciudadan¨ªa catalana. De hecho, ese es el test democr¨¢tico que comparte con naturalidad la inmensa mayor¨ªa de la sociedad catalana, dilucidar el futuro de Catalunya votando, en las urnas, y asumiendo el mandato ciudadano sea cu¨¢l sea este. Y si as¨ª lo manifiestan los ciudadanos, crear un nuevo estado que establezca unas relaciones de igualdad para con nuestros vecinos, especialmente con Espa?a.
Afortunadamente Catalunya es una sociedad fuerte, plural y cohesionada. Y lo va a seguir siendo pese a los malos augurios expresados con sa?a en otras latitudes. Catalu?a es, a su vez, un modelo ejemplar de convivencia, tanto como ha demostrado ser, sin lugar a dudas a lo largo de su historia, una sociedad integradora, din¨¢mica, creativa, que ha contribuido como nadie al progreso de Espa?a.
El problema no es Espa?a, es el Estado espa?ol que nos trata como s¨²bditos
Catalunya es y va a seguir siendo una sociedad democr¨¢tica, que respeta la voluntad de sus ciudadanos. La tradici¨®n democr¨¢tica viene de lejos, incluso en ¨¦pocas pret¨¦ritas fue tambi¨¦n as¨ª, como narraba emocionado, con l¨¢grimas en los ojos, un anciano Pau Casals ante Naciones Unidas, recordando el arraigo de nuestra tradici¨®n parlamentaria. O subrayando, en un emotivo y c¨¦lebre discurso, las asambleas de Pau i Treva, que establec¨ªan per¨ªodos de paz frente a la violencia que sacud¨ªa la sociedad feudal.
Insistimos, la base del acuerdo es una relaci¨®n entre iguales, el respeto mutuo. Y ah¨ª nos van a encontrar siempre, con la mano tendida, ajenos a todo reproche, dispuestos a colaborar y a estrechar todo tipo de lazos. Pero que nadie se lleve a enga?o. No hay vuelta atr¨¢s, ni Tribunal Constitucional que coarte la democracia, ni Gobiernos que soslayen la voluntad de los catalanes. Ellos van a decidir sin ning¨²n g¨¦nero de dudas. Y tan democr¨¢tico es volver a las andadas como recorrer un nuevo camino. Ante eso s¨®lo cabe emplazar a todos los dem¨®cratas a ser consecuentes y asumir el mandato popular. De eso va el 27 de setiembre, de decidir si queremos forjar una Catalunya que se asemeje a Holanda o Suecia, que rija su destino con plena capacidad, o seguir por los mismos derroteros.
Se trata de decidir nuestra relaci¨®n con el conjunto de Espa?a. Porque con Espa?a no solo nos une la historia y la vecindad sino tambi¨¦n y especialmente el afecto y v¨ªnculos familiares e ¨ªntimos. En este nuevo pa¨ªs que queremos se podr¨¢ vivir como espa?ol sin ning¨²n problema, mientras que ahora es casi imposible ser catal¨¢n en el Estado espa?ol. El problema no es Espa?a, es el estado espa?ol que nos trata como s¨²bditos. Somos pueblos hermanos pero es imposible vivir juntos sufriendo insultos, maltratos y amenazas cuando pedimos democracia y que se respete nuestra dignidad.
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