Onces de septiembre
Tirant contra Quijote. Catalu?a contra Espa?a. Se trata de introducir la discordia donde reina la armon¨ªa
Se sorprende Julio Llamazares de que en L¨¦rida, T¨¢rrega, Cervera no se guarde noticia de que don Quijote y Sancho pasaron por all¨ª, ¡°como en la ficci¨®n hicieron hace cuatrocientos a?os¡±, y de que ¡°incluso algunos vecinos presumen de ello¡± alegando: ¡°Aqu¨ª somos m¨¢s de Tirant lo Blanc¡±. Es que Llamazares no sigue la ruta de la novela, sino que vaga por la geograf¨ªa ¡°a su albedr¨ªo y sin orden alguna¡± (II, 59). Porque en la novela caballero y escudero dejan el camino de Zaragoza que llevaban y toman el de Barcelona, a cuya cercan¨ªa llegan a los seis d¨ªas, sin entrar en poblado alguno ni en otro despoblado que un bosque de ¡°encinas o alcornoques¡± (II, 60). Son los privilegiados viajes de la literatura.
M¨¢s sorprendente es, con todo, la explicaci¨®n que se oye en las ilustres ciudades ilerdenses. Cierto que don Quijote no las pis¨®, pero todav¨ªa menos las pis¨® Tirant, que jam¨¢s puso el pie en Catalu?a... ?De d¨®nde entonces el curioso alegato ¡°Aqu¨ª somos m¨¢s de Tirant¡±? No nos enga?emos: se trata de la en¨¦sima falsificaci¨®n de la historia destinada a afirmar una presunta diferencia catalana frente a otra realidad no menos (o aun m¨¢s) efectivamente catalana pero compartida con el resto de Espa?a.
El independentismo voceado en los ¨²ltimos a?os no es m¨¢s que un avatar de las universales, eternas rencillas aldeanas de Villar del Campo y Villar del R¨ªo. A falta de razones y agravios de alg¨²n peso que justifiquen la secesi¨®n, recurre a la tergiversaci¨®n, los espejismos o el puro desvar¨ªo. El ejemplo m¨¢s notorio es la interpretaci¨®n del 11 de septiembre de 1714 de rigor en el separatismo: no ya episodio de un conflicto con ra¨ªces y dimensiones europeas y peninsulares, con catalanes en todos los bandos y ¡°por la libertad de toda Espa?a¡±, sino el estallido de una batalla de Catalu?a entera por la independencia y el arranque de ¡°la opresi¨®n nacional del pueblo catal¨¢n¡±.
Catalu?a contra Espa?a, Tirant contra Quijote. Otro 11 de septiembre. Se trata ahora de introducir la discordia donde reina una impecable armon¨ªa, y ello con el doble objetivo, en concreto, de negar como extra?o el Quijote y oponerle un supuesto paralelo espec¨ªficamente catal¨¢n. La verdad es que en el Principado se ha rendido siempre a la novela de Cervantes un culto pr¨®ximo a la idolatr¨ªa y que por desgracia el Tirant ha sido objeto de un aprecio incomparablemente por debajo de lo que merece esa obra maestra.
A lo largo de cuatro siglos, los catalanes han amado el Quijote como ning¨²n otro libro. Lo han hecho guiados por el gusto literario, pero tambi¨¦n por comprensibles sentimientos de patriotismo satisfecho ante los elogios que el autor les dirige, por su defensa de las lenguas vern¨¢culas o el deslumbramiento con que contempla Barcelona. De ah¨ª que el Quijote haya sido editado en Catalu?a m¨¢s que en cualquier otro lugar de Espa?a, coleccionado con m¨¢s entusiasmo y competencia, recreado en todas las maneras posibles...
Durante cuatro siglos, los catalanes han amado el Quijote como ning¨²n otro libro
Me limito a un ejemplo propiciado por la fecha. Desde 1662, el libro hab¨ªa ganado una nueva popularidad gracias a las impresiones flamencas ilustradas, que se convirtieron en las m¨¢s corrientes en el mercado. Cuando en 1702 Felipe V prohibi¨® el comercio con los aliados, los primeros espa?oles que se arriesgan a sustituirlas con una edici¨®n propia son dos barceloneses, el librero Raimundo Bons y el impresor Mart¨ªn Gelabert, y precisamente en 1704, en plena Guerra de Sucesi¨®n, dos a?os antes que sus colegas de la Villa y Corte. Y a?ado s¨®lo que la novela no se convirti¨® en un best seller entre nosotros hasta que al barcelon¨¦s Juan Jol¨ªs, en 1775, se le ocurri¨® publicarla en formato de bolsillo.
Del Tirant lo Blanc, compuesto por Joanot Martorell en una opulenta prosa de coloraci¨®n valenciana, baste decir que esa apasionante historia de aventuras, amores, experiencias y fantas¨ªas es sin duda el m¨¢s rico fruto novelesco de la Baja Edad Media europea. Concedido ello, nadie le ha hecho una alabanza que supere la de Cervantes (y nadie por ende ha contribuido en mayor grado a su posteridad): ¡°¨¦ste es el mejor libro del mundo¡± (I, 6).
Cuando tal se le¨ªa en el Quijote, en 1605, el Tirant se hab¨ªa estampado una sola vez en Catalu?a, m¨¢s de un siglo atr¨¢s (en 1497, por el burgal¨¦s Diego de Gumiel), y no volver¨ªa a serlo hasta 1873 (pero la impresi¨®n no se remat¨® hasta 1905), sin que entre ambas fechas dejara reminiscencias apreciables en el Principado. Todav¨ªa hoy no se cuenta con un texto cr¨ªtico a la altura de los tiempos, y en la Universidad se ha de recomendar a los alumnos que busquen de segunda mano un ejemplar de la edici¨®n de Mart¨ªn de Riquer.
Cuenta Josep Pla, en 1969, que cuando una vez se le ocurre piropear a una ¡°senyoreta¡± llam¨¢ndola ¡°Plaerdemavida¡±, tiene en seguida que explicarle que ¨¦se es el nombre de la m¨¢s simp¨¢tica criatura femenina del Tirant... y sufrir la ardorosa reacci¨®n de la interesada: ¡°-Del tirant, diu? De quin tirant? Vost¨¨ ¨¦s un desvergonyit... I, havent dit aix¨°, emprengu¨¦ r¨¤pidament, el cos tot enravenat [toda tiesa], el seu cam¨ª?.?
(Traducci¨®n posible: ?-?Del tirante, dice? ?De qu¨¦ tirante? Es usted un desvergonzado... (Del tirant, diu? De quin tirant? Vost¨¨ ¨¦s un desvergonyit...¡±) Y dicho eso emprendi¨® rapidamente, toda tiesa, su camino¡±.
No, Catalu?a no ha acogido el Tirant como debiera.
Francisco Rico es miembro de la Real Academia de la Lengua.
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