Catalanes en Espa?a
El Estado espa?ol es hoy lo que es, para bien y para mal, debido a la colaboraci¨®n de Catalu?a. Esta se ha basado en el reconocimiento de que existe una realidad catalana diferenciada pero dentro de la espa?ola. Eso es lo que Mas se dispone a dinamitar
Fue ayer, aunque parece cosa del siglo XIX, cuando imperaba en Catalu?a lo que Josep M. Fradera defini¨® con toda exactitud como sentimiento de doble pertenencia: Espa?a era la naci¨®n y Catalu?a, la patria de los catalanes. Y fue ayer, en abril de 1976, cuando Jordi Pujol, con ocasi¨®n de su primer viaje a Madrid como l¨ªder de Converg¨¨ncia Democr¨¤tica, dej¨® en un discurso pronunciado en el Ateneo una nueva y diferente versi¨®n de aquella doble pertenencia: ¡°Queremos, ante todo, ser catalanes, y queremos de parte entera, desde nuestra catalanidad, ser espa?oles¡±. Espa?a, a?adi¨®, ¡°es para nosotros un pa¨ªs plurinacional. Y consecuentemente, Catalu?a es, dentro del Estado espa?ol, una nacionalidad¡±.
Cinco a?os despu¨¦s, como presidente de esa nacionalidad reconocida por vez primera como tal en una Constituci¨®n espa?ola, Jordi Pujol emprendi¨® un viaje por tierras de Castilla y Le¨®n con parada final en Madrid. Aqu¨ª, en Madrid, ahora en el Centre Catal¨¤, pronunci¨® un discurso en el que, a partir de una larga inmersi¨®n en la historia de Catalanes en Espa?a, deriv¨® la existencia de unos ¡°hechos permanentes¡± en los que habr¨ªa de sostenerse una pol¨ªtica para el presente con vistas a la construcci¨®n de otro futuro. El primero era, claro est¨¢, ¡°la realidad catalana¡±, basada en la lengua, la cultura, la conciencia hist¨®rica, el sentimiento y en ¡°una determinada concepci¨®n de Espa?a¡±; el segundo, no menos permanente, consist¨ªa en ¡°la inserci¨®n clara de esta realidad en el conjunto de Espa?a y la voluntad de intervenir pol¨ªtica, econ¨®mica, ideol¨®gicamente en ella, en Espa?a¡±.
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Entre estos dos discursos, la presencia y la acci¨®n de catalanes en Madrid fue determinante para el rumbo que sigui¨® la transici¨®n a la democracia y la inmediata construcci¨®n del Estado de las autonom¨ªas. Ante todo, porque tras las vacilaciones de los primeros momentos, cuando dominaba entre los medios pol¨ªticos burgueses de Catalu?a la convicci¨®n de que ser¨ªa m¨¢s provechoso a los intereses catalanes iniciar conversaciones con el Gobierno m¨¢s que formar un frente com¨²n con la izquierda espa?ola, Pujol accedi¨® finalmente a incorporar su partido a la plataforma unitaria de la oposici¨®n, confirmando as¨ª que recuperaci¨®n de libertades, amnist¨ªa y autonom¨ªa de nacionalidades y regiones eran en Espa?a los tres nombres de un mismo y com¨²n empe?o: la democracia. No es posible olvidar, aunque tantos se dedican hoy a ensuciar aquel recuerdo, que el lema bajo el que avanz¨® la marcha a la democracia en Espa?a fue acu?ado por catalanes y proclamado desde las pancartas de las dos grandes Diadas de 1976 y 1977: llibertat, amnistia, estatut d'autonomia.
Que el contenido de los discursos de Pujol no era pura ret¨®rica lo pusieron de manifiesto los diputados catalanes en el Congreso con su participaci¨®n en la ponencia, la comisi¨®n y los plenos en que se debati¨® y aprob¨® la segunda Constituci¨®n democr¨¢tica de nuestro siglo XX. El Estado espa?ol es hoy lo que es, para bien y para mal, debido en buena parte a la activa presencia de catalanes en Espa?a. Y no solo por sus propuestas en el debate constitucional, sino por la posterior pr¨¢ctica pol¨ªtica del Gobierno de Catalu?a, que tom¨® el camino de una relaci¨®n exclusivamente bilateral con el Gobierno de Espa?a, en modo alguno predeterminado por una Constituci¨®n que igual pod¨ªa haber servido para impulsar la construcci¨®n del nuevo Estado en el sentido federal que algunos catalanes ¡ªJordi Sol¨¦, por ejemplo¡ª esperaban, y otros catalanes ¡ªJordi Pujol¡ª tem¨ªan.
No hubo construcci¨®n del Estado federal porque CiU quiso reforzar y expandir lo diferencial catal¨¢n
Pues si la construcci¨®n del Estado no avanz¨® con decisi¨®n por la senda federal fue, sobre todo, porque desde que CiU asumi¨® el poder en Catalu?a toda su pol¨ªtica se encamin¨® a reforzar y expandir lo diferencial de aquella realidad catalana que Pujol evocaba en sus discursos, es decir, a nacionalizar catalanamente a Catalu?a, de tal manera que si los catalanes en Espa?a eran en cierta medida espa?oles, en Catalu?a solo fueran catalanes. Para ese prop¨®sito era fundamental convertir al Gobierno catal¨¢n en interlocutor privilegiado del Gobierno espa?ol, una pol¨ªtica que se consolid¨® cuando el PSOE o el PP necesitaron los votos de CiU para asegurar la estabilidad de sus Gobiernos. Catalanes en Espa?a adquiri¨® as¨ª una dimensi¨®n no prevista por los constituyentes: la de que el Gobierno catal¨¢n se convirtiera en socio privilegiado del Gobierno espa?ol, fuera ¨¦ste de izquierda o de derecha.
Esa pol¨ªtica se mantuvo mientras dur¨® el mutuo beneficio ¡ªel do ut des que le sirvi¨® de base¡ª, pero se extingui¨® en cuanto el caudal de transferencias agot¨® su flujo. Entonces comenzaron a multiplicarse los desencuentros: los Gobiernos centrales abusaron de las leyes de bases en sus intentos de recentralizaci¨®n y la Generalitat comenz¨® a diluir el segundo de los hechos permanentes: la inserci¨®n clara de la realidad catalana en el conjunto espa?ol. Primero fue la enso?aci¨®n de las cuatro naciones al modo yugoslavo, luego la Constituci¨®n que se hab¨ªa quedado estrecha, por ¨²ltimo la malhadada sentencia del Constitucional sobre un estatuto aprobado por los Parlamentos catal¨¢n y espa?ol y ratificado en refer¨¦ndum por los catalanes.
Hacer plebiscitarias unas auton¨®micas es el pr¨®logo de la rebeli¨®n de un poder del Estado contra el Estado
Con toda la acci¨®n pol¨ªtica dirigida a reforzar el primer hecho permanente (realidad catalana), y esfumado el ¨²ltimo resto de inter¨¦s en mantener el segundo (inserta en Espa?a), era solo cuesti¨®n de tiempo y oportunidad el giro radical del poder catal¨¢n, que es un poder del Estado espa?ol, hacia la secesi¨®n. Y en verdad, no pudo haber ocurrido en condiciones m¨¢s favorables para suscitar y alimentar por todos los medios que el poder p¨²blico tiene a su alcance ¡ªinstituciones, prensa, televisi¨®n, asociaciones parapol¨ªticas¡ª una gran movilizaci¨®n popular. No solo por la astucia derrochada al canalizar los movimientos de crecientes protestas en la calle contra las pol¨ªticas corruptas de CiU y del Gobierno de la Generalitat desvi¨¢ndolas a una protesta general contra Espa?a, pa¨ªs extranjero, ladr¨®n, expoliador; sino porque quienes as¨ª nacionalizaban y movilizaban sab¨ªan bien que la capacidad de respuesta del Gobierno central era nula y, en caso de que la hubiera, su resultado alimentar¨ªa siempre la corriente por la secesi¨®n: desde el estallido de la crisis econ¨®mica y social, la deslegitimaci¨®n de las instituciones pol¨ªticas construidas desde la transici¨®n a la democracia ha sido galopante y dif¨ªcilmente reversible si no se emprende una profunda reforma de todo el sistema.
Y as¨ª hemos llegado a lo que no pocos intelectuales catalanes rodean con el aura de la revoluci¨®n cuando, en realidad, convertir en plebiscitarias unas elecciones auton¨®micas como eslab¨®n de la cadena que conduce a la secesi¨®n constituye el pre¨¢mbulo de la rebeli¨®n de un poder del Estado contra el Estado que le ha dado origen y lo ha consolidado y reforzado durante cuatro d¨¦cadas sobre el doble supuesto de que exist¨ªa una permanente realidad catalana diferenciada, inserta en una no menos permanente realidad espa?ola. Eso fue lo que Jordi Pujol, presidente de la Generalitat, vino a decir en Madrid un d¨ªa de noviembre de 1981, eso fue lo que todos los espa?oles ¡ªcatalanes incluidos¡ª cre¨ªmos entonces, y eso mismo es lo que su heredero y sucesor, Artur Mas, presidente de la Generalitat, se dispone a dinamitar a partir de un d¨ªa de septiembre de 2015.
Santos Juli¨¢ es historiador.
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