La democracia afectiva
La met¨¢fora del maldito choque de trenes se ha apoderado en los ¨²ltimos a?os de la pol¨ªtica espa?ola
El choque de trenes. Vamos a un choque de trenes. Se hace inevitable el choque de trenes. Esta met¨¢fora, la del maldito choque de trenes, se ha apoderado en los ¨²ltimos a?os de la pol¨ªtica espa?ola, sobre todo en lo que se refiere al horizonte catal¨¢n, pero tambi¨¦n a otros asuntos.
La peor pol¨ªtica parece inspirarse en lo peor del f¨²tbol, ese lenguaje fanatizado de cierto periodismo deportivo que confunde la informaci¨®n, e incluso la pasi¨®n, con la propaganda b¨¦lica. En una ocasi¨®n, cuando Celta y Deportivo, m¨¢xima rivalidad, se jugaban la permanencia en Primera Divisi¨®n, se me ocurri¨® comentar que a m¨ª, coru?¨¦s, me gustar¨ªa que se salvasen los dos equipos. Yo algo hab¨ªa escrito de f¨²tbol en la juventud, pero la superioridad consider¨® que citar la Il¨ªada en la cr¨®nica de un partido de f¨²tbol modesto era una ¡°mariconada¡±. Alegu¨¦ que en la Il¨ªada se daban tambi¨¦n mucha estopa, pero mi suerte, como la del tal¨®n de Aquiles, estaba echada. ¡°?A este paso vas a acabar en Cultura!¡±, me dijo el jefe de secci¨®n, amenazante. Y yo le ten¨ªa mucho miedo a Cultura porque me contaban que en ese mundo no chocaban los trenes sino los egos, asunto este, el de los huevos, que inspir¨® un poema definitivo, Yolleo, el genial Oliverio Girondo. ¡°Aqu¨ª yollando / con mi yo s¨®lo solo que yolla y yolla y yolla¡±.
Necesitamos, en Catalu?a y en Espa?a, trenes que no choquen
Pero volviendo al d¨ªa hist¨®rico, cuando comet¨ª la estupidez de darle agua al enemigo, un colega veterano me mir¨® como a un extra?o lepid¨®ptero, me espet¨® que no ten¨ªa ¡°ni puta idea de f¨²tbol¡±, y me aclar¨® para siempre en qu¨¦ consiste, t¨ªo, el amor por los colores y el verdadero gozo del combate en la cancha: ¡°Lo que m¨¢s gusto da no es que triunfe tu equipo, sino que se hunda el otro¡±.
Lo del choque de trenes me recuerda tambi¨¦n la escalada verbal que en su d¨ªa protagonizaron aquel par de intelectuales que llegaron a presidentes de clubes de f¨²tbol, Caneda y Jes¨²s Gil. Creo que empez¨® con un aforismo m¨¢s o menos sutil: ¡°Nos encontramos entre la espada y la pared¡±. Y termin¨® al estilo Corleone, con un descalabro: ¡°?Ahora s¨ª que empiezan las hostialidades!¡±.
El caso es que tenemos acumulado un mont¨®n de chatarra metaf¨®rica con tanto choque de trenes. Algo hay que hacer. O cambiamos de met¨¢fora o cambiamos de trenes.
Necesitamos, en Catalu?a y en Espa?a, trenes que no choquen. Que eviten el choque. Que no tengan intenci¨®n de chocar. Se ha impuesto como realidad lo que es un simulacro de realidad. La imposibilidad ya no del acuerdo, sino del mismo di¨¢logo. Supongo que nadie desea choque alguno, y que todo se debe a una estrategia de excitaci¨®n similar a la v¨ªspera de un derbi, la de la acumulaci¨®n de fuerzas. Llenar los convoyes de adhesi¨®n incondicional. Lo malo es cuando la acumulaci¨®n de fuerzas se confunde con la acumulaci¨®n de miedo o rencor. Puede ser tentador en campa?as electorales desatar una din¨¢mica que divida la sociedad en amigos y enemigos, pero luego es muy dif¨ªcil invertir esa explotaci¨®n del rencor.
Lo que cambia de verdad un pa¨ªs, es la acumulaci¨®n de afectos y no de rencores
Otra met¨¢fora fatalista que se oye a menudo: los puentes est¨¢n rotos. Este es el problema de los profetas apocal¨ªpticos. Que har¨¢n todo lo posible para que la profec¨ªa se cumpla, aunque sea como espect¨¢culo virtual. Los puentes no est¨¢n rotos. Tal vez s¨ª, por simple oportunismo, entre los l¨ªderes pol¨ªticos, pero no entre la gente. Al contrario, a la gente le apasiona la arquitectura de los puentes. En la ¨¦poca medieval, el de maestro constructor de puentes era un oficio admirado, propio de hombres libres.
En los ¨²ltimos a?os, los de la doctrina del choque, el tipo de gur¨² que marca la pauta en las campa?as pol¨ªticas no es precisamente el de maestro de puentes. Mundo adelante, el referente es Lynton Crosby, que dirigi¨® la exitosa campa?a de David Cameron. De origen australiano, es un tipo duro, de estilo brusco. Nada de contemplaciones, ir a por la presa, darle ca?a y no soltarla. Eso, dicen, atrae a los ap¨¢ticos y calienta a los fr¨ªos.
Me temo que en la ¨¦poca de v¨¦rtigo que se avecina ese va a ser el modelo dominante. El estilo Se acab¨® la broma. Con choque de trenes y puentes rotos, solo nos faltaba la met¨¢fora del cross a la mand¨ªbula. Los pol¨ªticos se dejan hechizar f¨¢cilmente por el estilo duro. Pero lo que cambia de verdad un pa¨ªs, lo que puede evitar el choque de trenes y favorecer la construcci¨®n de nuevos puentes, es la acumulaci¨®n de afectos y no de rencores.
elpaissemanal@elpais.es
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