?Existe el g¨¦nero Obra Maestra?
'Del rev¨¦s', 'El padrino o 'True detective'. ?C¨®mo se gestan estos fen¨®menos que enamoran a cr¨ªtica y p¨²blico a la vez? Y, m¨¢s importante: ?qu¨¦ dicen de nosotros?
En unos tiempos en los que el gusto est¨¢ m¨¢s fragmentado que nunca y cada consumidor cultural puede encontrar su producto cortado a la medida de sus singularidades, resulta cada vez m¨¢s ins¨®lito y llamativo que una determinada creaci¨®n ¨Cya sea pel¨ªcula, novela, serie de televisi¨®n o melod¨ªa pop¨C genere algo parecido a un consenso universal. Pasa pocas veces, cada vez menos, pero una pel¨ªcula como Del rev¨¦s, de Pete Docter y Ronaldo del Carmen, la ¨²ltima producci¨®n Pixar, lo ha conseguido: no se trata s¨®lo de un siempre improbable consenso entre p¨²blico y cr¨ªtica, sino, tambi¨¦n, de un imbatible poder de seducci¨®n que parece superar toda barrera generacional y nacional.
Incluso quienes hace unos a?os no hubiesen tocado una pel¨ªcula de animaci¨®n ni con un palo, no arrugan el morro ante la idea de que Del rev¨¦s opte al ?scar a la Mejor Pel¨ªcula (en vez de a ese ?scar a la Mejor Pel¨ªcula de Animaci¨®n que, por otro lado, el universo Pixar parece tener monopolizado).
El fen¨®meno invita, pues, a formular una pregunta: ?existe la obra de arte indiscutible, universal, capaz de hermanar a p¨²blico mayoritario y cr¨ªtica especializada, inmune a la erosi¨®n del tiempo, capaz de saltarse en cuesti¨®n de segundos los protocolos del prestigio que separan el nacimiento de todo trabajo de su entronizaci¨®n como cl¨¢sico?
Suelen ser obras entretenidas, que no ofrecen gran resistencia al p¨²blico pero s¨ª la suficiente para gozar de prestigio social y parecer un tiempo mejor empleado que el de jugar a ¡®Candy crush¡± Manuel Gued¨¢n, de Podemos Cultura
A bote pronto, uno podr¨ªa pensar en el temprano triunfo global de Charlot, el legado musical de los Beatles ¨Cque, no obstante, tuvo en todo momento una ferviente oposici¨®n entre los integristas de los Stones¨C, aquellas pel¨ªculas que acreditaron, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, a Steven Spielberg como el Rey Midas de Hollywood, las dos primeras entregas de la trilog¨ªa de El Padrino, de Francis Ford Coppola ¨Cuna gloria amplificada, quiz¨¢s, por las reacciones de rechazo que provoc¨® la ¨²ltima entrega de la saga¨C, algunos fen¨®menos recientes de la Nueva Ficci¨®n Televisiva elevados a instant¨¢neo dogma de fe ¨CLos Soprano, The wire, Mad men o la primera temporada de True detective... O, si nos desplazamos al ¨¢mbito del consumo, tambi¨¦n podr¨ªamos ver encarnada la idea en todos esos productos Apple que, m¨¢s all¨¢ de su utilidad, parecen llevar aparejada una m¨ªstica y una filosof¨ªa de vida.
La f¨®rmula ¨¢urea ¡ª A primera vista, cualquiera podr¨ªa tener la impresi¨®n de que este tipo de fen¨®menos se rigen por el puro azar, porque nada parecen tener en com¨²n las emociones pixerianas con, por ejemplo, la insoportable levedad de ser Don Draper. Pero, ?existe alguna f¨®rmula secreta que permita encontrar el m¨ªnimo denominador com¨²n de todos estos hitos? ¡°Estos fen¨®menos de canonizaci¨®n inmediata suelen darse con obras que tienen una calidad al menos aceptable, el respaldo mayoritario de la cr¨ªtica, que, de alg¨²n modo, da luz verde a que se pueda desatar cierta euforia colectiva sin temor a un patinazo cultural, y, finalmente, el componente secreto e impredecible de la f¨®rmula: un gesto o idea que enganche con alguna pulsi¨®n social emergente, y que ser¨¢ la clave del hype¡±, apunta Manuel Gued¨¢n, responsable del mundo del libro en Podemos Cultura.
¡°Por ejemplo, en el caso de Del rev¨¦s: no puede existir la alegr¨ªa sin la tristeza. Esta tesis, que uno aprende a los 12 a?os cuando compra su primer colgante del yinyang a los hippies de la playa, y que resume la faja de cualquier libro de autoayuda, reaparece ahora con tanta fuerza, casi como si fuera el gran hallazgo de Pixar, porque entronca con la propagaci¨®n del discurso psicol¨®gico: las empresas lo adoptan para aumentar su rentabilidad, las clases medias acuden masivamente a terapia, la alfabetizaci¨®n emocional aparece en los colegios...¡±. El equilibrio entre ligereza y profundidad ¨Co, por lo menos, su apariencia¨C ser¨ªa otro factor determinante. Como subraya Gued¨¢n, las protagonistas de este tipo de inusuales fen¨®menos suelen ser ¡°obras entretenidas, que no ofrecen mucha resistencia al espectador, pero s¨ª la suficiente para gozar de prestigio social y cultural y dar la sensaci¨®n de ser un tiempo mejor empleado que el del Candy Crush¡±.
En el caso de Del rev¨¦s, la celebraci¨®n un¨¢nime de la pel¨ªcula se enmarca dentro de un importante cambio de sensibilidad. Desde hace unos a?os, el largometraje de animaci¨®n ha salido del gueto que lo condenaba a ser percibido como mero producto de consumo infantil. En opini¨®n de Carolina L¨®pez Caballero, comisaria del ciclo sobre animaci¨®n espa?ola Del Trazo al P¨ªxel: ¡°Sencillez en su enunciado y esp¨ªritu de su tiempo son ingredientes que ayudan a que una obra sea valorada por la mayor¨ªa. El virtuosismo t¨¦cnico es importante, pero no lo principal¡±. De ah¨ª que, parad¨®jicamente, Del rev¨¦s se haya convertido en la pel¨ªcula m¨¢s valorada de Pixar a pesar de no ser una de los mejores trabajos de la compa?¨ªa: ¡°Creo que pel¨ªculas como Toy story, Up o Wall-E son mejores que Del rev¨¦s; sin embargo, son m¨¢s complejas y, en cierto modo, m¨¢s personales, y no todo es tan obvio como en esta ¨²ltima. En una cultura que cultiva el egocentrismo es l¨®gico que una pel¨ªcula que imagina c¨®mo funcionamos por dentro tenga ¨¦xito¡±, a?ade L¨®pez.
El g¨¦nero Obra Maestra ¡ª Con su ¨®pera prima Ciudadano Kane, Orson Welles inmortaliz¨® un modelo de relato dise?ado para abrumar al espectador con recursos y figuras de estilo que parec¨ªan glosar y amplificar su propia importancia, dejando claro que, m¨¢s all¨¢ de una mera pel¨ªcula, se estaba asistiendo a un radical punto de inflexi¨®n cultural. ?Puede un creador disponer estrat¨¦gicamente una serie de c¨®digos ocultos para transmitir, de manera subliminal, la idea de que lo que se est¨¢ viendo tiene determinado su destino de cl¨¢sico? En otras palabras, ?existe el g¨¦nero Obra Maestra? Un cineasta como Stanley Kubrick ¨Cque, por cierto, vivi¨® obsesionado por la capacidad de conexi¨®n popular de la obra de Steven Spielberg¨C construy¨® su carrera a partir de esa premisa. En la actualidad, Christopher Nolan parece haber tomado el testigo. En ambos casos, no siempre ha habido armon¨ªa entre la reverencia de la cr¨ªtica y la aceptaci¨®n del p¨²blico.
¡°Otro ejemplo de inmediato encumbramiento, a mi juicio m¨¢s que discutible, fue Boyhood, de Richard Linklater¡±, recuerda Gued¨¢n. ¡°En este caso, tuvo que ver la decisi¨®n de haber rodado la pel¨ªcula a lo largo de 12 a?os y con los mismos actores. Esta opci¨®n, que en s¨ª misma no es buena ni mala, se hizo pasar por un experimento que cambiar¨ªa para siempre el lenguaje del cine y nuestra percepci¨®n del tiempo. Este aura hizo que se pasaran por alto cosas m¨¢s que discutibles. Igualmente, el aura de El Padrino, de Francis Ford Coppola, no deja ver la idealizaci¨®n por parte de Coppola de ciertos valores de la mafia. El tiroteo que sufre Brando mientras est¨¢ eligiendo fruta, o su muerte cuando corretea con su nieto, revelan cierta idealizaci¨®n del car¨¢cter sencillo y familiar del personaje. Claro, tuvimos que esperar a la crudeza Los Soprano para darnos cuenta de ello¡±.
Al mismo tiempo, el gusto es cada vez m¨¢s voluble y, en el ¨¢mbito de la nueva ficci¨®n televisiva ¨Cuno de los fen¨®menos culturales que definen nuestra contemporaneidad¨C, suelen ser tan instant¨¢neas las consagraciones como las condenas. Un caso muy llamativo ha sido el vivido por True detective, celebrada como indiscutible en su primera temporada y linchada colectivamente en la segunda: ¡°Es la l¨®gica del hype, que se da m¨¢s en lo serial (c¨®mics, series) que en piezas ¨²nicas. Con True detective tenemos una obra que juega en la divisi¨®n G¨¦nero Obra Maestra y que, adem¨¢s, por f¨®rmula, quiere ser un fen¨®meno fan, tanto de los aficionados a lo policial como de los cultos o de los lectores del noir. Lo que yo llamo sincron¨ªa colectiva se puso a trabajar y a consagrar inmediatamente. Est¨¢ claro que nos equivocamos¡±, explica el escritor Jorge Carri¨®n, autor del ensayo sobre la nueva edad de oro de la televisi¨®n TeleShakespeare (Errata Naturae).
Creo que pel¨ªculas como 'Toy story', 'Up' o 'Wall-E' son mejores que 'Del rev¨¦s'; sin embargo, son m¨¢s complejas y, en cierto modo, m¨¢s personales, y no todo es tan obvio como en esta ¨²ltima" Carolina L¨®pez, reponsable Del trazo al p¨ªxel
Nuevas formas de cultura popular generan in¨¦ditos modos de percepci¨®n, disfrute y consagraci¨®n que se apartan radicalmente de las habituales mec¨¢nicas de canonizaci¨®n en los ¨¢mbitos tradicionales: ¡°El c¨®mic, el videojuego y las series est¨¢n creando su canon en tiempo real, y no es tanto acad¨¦mico como fan¨¢tico. Durante la primera d¨¦cada de esta nueva ficci¨®n televisiva se configur¨® un canon que va a ser muy dif¨ªcil de cuestionar. Porque habr¨¢ que volver a ver enteras El Ala Oeste de la Casa Blanca o The wire para compararlas con las series de la segunda d¨¦cada. Y esa inversi¨®n de tiempo y de energ¨ªa va a ser costosa. Y fascinante, si se produce¡±, reflexiona Carri¨®n.
El placer de disentir ¡ª ?Son buenas estas explosiones de unanimidad cultural? Seg¨²n Carri¨®n: ¡°No son buenas ni malas, como el peronismo seg¨²n Borges, son incorregibles: indican la sinton¨ªa colectiva con una idea de excelencia consensuada¡±. ¡°Creo que es necesario que existan referentes globales, ya que son, de alguna manera, piedras angulares de la cultura popular¡±, considera Carolina L¨®pez. ¡°Sin embargo lo m¨¢s interesante suele ocurrir en los m¨¢rgenes de esa centralidad¡±. Por su parte, Manuel Gued¨¢n a?ade: ¡°Lo grave es cuando esos consensos se fosilizan y duran m¨¢s de la cuenta, como es el caso de El Padrino. Recuerdo, durante el cuarto centenario de El Quijote, algunos art¨ªculos que analizaban los defectos de la obra, sin negar su grandeza. Ese ejercicio de revisi¨®n y transformaci¨®n de los consensos aceptados me parece imprescindible en cualquier sociedad que no quiera dejarse llevar por la pereza y la abulia cultural¡±.
Ante estos aut¨¦nticos tsunamis del gusto, no valen las medias tintas: o se suma uno a la corriente, o se entrega al quiz¨¢ m¨¢s ingrato placer de disentir, aislado en el centro de la tormenta de entusiasmo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.