?Es la revoluci¨®n, est¨²pido!
Una revoluci¨®n no es tal si no conlleva organizaci¨®n y lucha por parte del pueblo Pero, sobre todo, la victoria del bien contra el mal
Con las revoluciones pasa como con milagros de la pel¨ªcula de Almod¨®var Hable con ella: "Que a lo mejor te ocurre uno y como no crees en ellos, pues no te das ni cuenta".
Com¨ªa hace alg¨²n tiempo con un conocido de nacionalidad no europea. Ante mi horror, abogaba ¨¦l por la no concesi¨®n de derechos a determinadas minor¨ªas en raz¨®n de su orientaci¨®n sexual. Se apoyaba en la noci¨®n de democracia: "Si en un pa¨ªs democr¨¢tico la mayor¨ªa de la poblaci¨®n es favorable a una norma, aunque sea injusta, esa norma regir¨¢".
Me preguntaba yo entonces: "?C¨®mo pueden las sociedades evitar que una mayor¨ªa poco un¨¢nime imponga su voluntad?" Y, tras estudiarlo, descubr¨ª que esto se pod¨ªa conseguir mediante la presencia de una constituci¨®n. Efectivamente, la constituci¨®n establece los l¨ªmites de los poderes gubernamentales asegurando la protecci¨®n de los derechos fundamentales del pueblo. El constitucionalismo, tal y como hoy lo conocemos, naci¨® en el siglo XVIII tras las revoluciones liberales y, m¨¢s precisamente, tras la revoluci¨®n francesa de 1789.
He tenido la suerte (o la desgracia) de vivir en varios pa¨ªses en el momento en el que en ellos estallaba una revoluci¨®n. Viv¨ªa en Ir¨¢n en el a?o 1979. Unos a?os antes al pa¨ªs le tocaba la aut¨¦ntica loter¨ªa de descubrir ingentes cantidades de petr¨®leo bajo sus tierras. El Rey del Reyes de la naci¨®n, el Sha Mohammad Reza Pahlav¨ª, adquir¨ªa entonces una gigantesca flota sin previamente reparar en algo importante: Su pa¨ªs no dispon¨ªa de puertos suficientes para albergarla. Mi padre, ingeniero de caminos, canales y puertos, fue destinado al puerto de Bandarab¨¢s a construir uno. Y all¨ª nos encontr¨¢bamos toda la familia cuando estall¨® la revoluci¨®n oblig¨¢ndonos a abandonar el pa¨ªs precipitadamente.
Con el dinero proveniente del petr¨®leo, el Sha estaba construyendo en su pa¨ªs una sociedad moderna. Sucede que, a medida que los pa¨ªses se van desarrollando econ¨®mica y socialmente, las reivindicaciones de su poblaci¨®n van increment¨¢ndose. Y el caso de Ir¨¢n no fue ninguna excepci¨®n: Ante el alzamiento de su pueblo, la reacci¨®n del Sha fue tan brutal y desmedida que con ella cav¨® su propia tumba. El resultado fue una revoluci¨®n que acabar¨ªa instaurando la Rep¨²blica Isl¨¢mica actualmente vigente en el pa¨ªs. Hoy Ir¨¢n ha conocido un retroceso tan gigantesco en lo social, lo econ¨®mico y en el respeto de derechos humanos que no podemos m¨¢s que considerar como un gran fracaso la revoluci¨®n de 1979.
Yo no viv¨ªa en Nicaragua cuando tuvo lugar la revoluci¨®n Sandinista (Casualmente tambi¨¦n en 1979). Entonces, el Frente Sandinista para la Liberaci¨®n Nacional (FSLN), un movimiento revolucionario creado por y para el pueblo, derrocaba por fin a la malvada saga dictatorial de los Somoza.
Abandon¨¦ Nicaragua en 2014 despu¨¦s de haber vivido all¨ª algo m¨¢s de cuatro a?os. En ese periodo pude comprobar c¨®mo el FSLN, liderado por Daniel Ortega y su omnipresente c¨®nyuge, Rosario Murillo, no era ya ni la sombra de la sombra de lo que fue en sus or¨ªgenes. Los alucinantes esfuerzos por perpetuarse en el poder de la pareja hab¨ªan destrozado su democracia a la vez que el pa¨ªs se sum¨ªa en una gran degradaci¨®n: Nicaragua se convert¨ªa en el pa¨ªs m¨¢s pobre de toda la Am¨¦rica continental.
No puedo considerar como verdaderas las revoluciones acontecidas en Ir¨¢n y en Nicaragua
Comulgo con los que definen la revoluci¨®n como "un cambio social fundamental en la estructura de poder que toma lugar en un per¨ªodo relativamente corto de tiempo". Reconozco que mi concepci¨®n del t¨¦rmino es algo "rom¨¢ntica": Para m¨ª una revoluci¨®n no es tal si no conlleva primero, una cierta organizaci¨®n por parte del pueblo que busca desinteresadamente justicia y, segundo, la lucha, pero sobre todo la victoria, del bien contra el mal. En ese sentido no puedo considerar como verdaderas las revoluciones acontecidas en Ir¨¢n y en Nicaragua.
Sin embargo, s¨ª que viv¨ª la de un pa¨ªs cuyas caracter¨ªsticas responden exactamente a las de una aut¨¦ntica revoluci¨®n con may¨²sculas. Se trata de una naci¨®n que vivi¨® bajo una dictadura durante varios decenios. Es un pa¨ªs en donde tuvo lugar una transici¨®n hacia la democracia. Cuarenta a?os despu¨¦s, ese pa¨ªs est¨¢ innegablemente mucho m¨¢s avanzado en lo social, lo econ¨®mico, lo democr¨¢tico y en el respeto de los derechos humanos¡ A estas alturas todos ustedes habr¨¢n ya adivinado que hablo de Espa?a.
Entonces: ?Qu¨¦ es lo que hace que una revoluci¨®n triunfe? ?Qu¨¦ provoca que un cambio radical en una sociedad injusta se mantenga en el tiempo? Varios son los factores a tener en cuenta. Uno de ellos, quiz¨¢s el m¨¢s importante, es que esta revoluci¨®n ha de crear un marco determinado. Un marco de estabilidad que asegure el crecimiento, el respeto y la protecci¨®n a todos los ciudadanos que forman esa sociedad.
En Espa?a ese marco tambi¨¦n se materializ¨® en la redacci¨®n, la ratificaci¨®n por el pueblo y la promulgaci¨®n de una constituci¨®n. Una constituci¨®n que establec¨ªa un Estado social y democr¨¢tico de derecho cuyos valores fundamentales eran la justicia, la igualdad, el pluralismo pol¨ªtico y la libertad.
A todos los que hicieron posible el triunfo de esta aut¨¦ntica revoluci¨®n que hoy cumple 40 a?os: ?Felicidades!
Miguel Forcat Luque es economista y trabaja para la Comisi¨®n de la Uni¨®n Europea. El prop¨®sito de este art¨ªculo fue escrito por el autor por su propio nombre y no refleja necesariamente el punto de vista de la instituci¨®n para la que trabaja. El prop¨®sito de este art¨ªculo no compromete la responsabilidad de esta instituci¨®n.
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