Silencios de Francisco
La soluci¨®n de la situaci¨®n en Cuba no gira en torno a lo que un Papa diga o deje de decir, es el r¨¦gimen el que debe facilitar la llegada de la democracia
Por mucho que se insista a veces en lo contrario, la visita de un Papa a un pa¨ªs, salvo contad¨ªsimas excepciones, tiene un car¨¢cter mucho m¨¢s pol¨ªtico que religioso. Eso es lo que ha ocurrido con el viaje de Francisco a Cuba. Pero al contrario de lo sucedido con sus dos antecesores (Juan Pablo II en 1999 y Benedicto XVI en 2012), han sido m¨¢s importantes las palabras que no se han pronunciado que las escuchadas de labios de Francisco.
La visita de un pont¨ªfice tan pol¨ªtico a un r¨¦gimen cuyo principal paso en pol¨ªtica exterior (restablecer relaciones con EE?UU) se ha dado con mediaci¨®n de Roma hab¨ªa levantado grandes expectativas sobre lo que Francisco ten¨ªa que decir a los representantes del r¨¦gimen castrista. Bergoglio, ya desde sus tiempos de cardenal, se ha forjado fama de hablar alto y claro a los representantes del poder. Pero lo m¨¢s duro que el presidente cubano, Ra¨²l Castro, ha escuchado en p¨²blico de boca del Papa es reclamar una ¡°revoluci¨®n de la misericordia¡±, expresi¨®n probablemente importante en lo teol¨®gico, pero absolutamente inane en pol¨ªtica. Tampoco ha habido gestos hacia la disidencia interna cubana que reclama la democratizaci¨®n del r¨¦gimen. No es de extra?ar: el mismo Francisco ha admitido que nunca pens¨® reunirse con ella. Aqu¨ª, el silencio p¨²blico tambi¨¦n constituye todo un mensaje.
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Con todo, es necesario no perder la perspectiva. La soluci¨®n de la situaci¨®n en Cuba no gira en torno a lo que un Papa diga o deje de decir. Los gestos son importantes y este era un viaje muy delicado que hab¨ªa creado unas expectativas de las que tal vez en ning¨²n caso Francisco saldr¨ªa bien parado. Sin embargo, no hay que olvidar que quien debe moverse es el r¨¦gimen cubano, que no puede escudarse en la reapertura de embajadas con Washington o en una milimetrada visita de un jefe de la Iglesia cat¨®lica para mantenerse inm¨®vil.
Los Castro no pueden decidir que ambos eventos no tienen nada que ver con la necesaria e ineludible democratizaci¨®n que ha de llegar a Cuba. Lo importante no es lo que haga el Papa, sino que el r¨¦gimen cubano facilite la llegada de la democracia. Y el tiempo dir¨¢ si esta visita de Francisco ha supuesto o no una oportunidad perdida.
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