El final de la escapada
David Pla e Iratxe Sorzabal tienen derecho a un buen paquete que se hab¨ªan ganado a pulso subiendo el escalaf¨®n de ETA militar
Hoy ni siquiera tienen derecho a una portada. David Pla e Iratxe Sorzabal tienen derecho a un buen paquete que se hab¨ªan ganado a pulso subiendo el escalaf¨®n de ETA militar sin derecho a ning¨²n enchufe, porque lo suyo era una organizaci¨®n castrense, y ah¨ª no valen los chanchullos, como pasaba en el ej¨¦rcito espa?ol en los a?os 20, donde algunos hicieron su espl¨¦ndida carrera con algunos trucos. O sea, todo muy espa?ol. Muy espa?ol de la Espa?a de entonces, se entiende.
David e Iratxe es posible que, aunque hayan llegado tan lejos en la escala de mando de la banda, no tengan en su curr¨ªculum ni media docena de cad¨¢veres, lo que son pocos galones para tanta jerarqu¨ªa. Uno m¨¢s de los del grupo que gobernaba ETA, Josu Ternera, tiene ¨¦l solito muchas decenas de muertos a la espalda, lo que se le ha quedado marcado en la cara, todo hay que decirlo. Y estos dos asesinos de segunda categor¨ªa van a dar a parar a una c¨¢rcel francesa, de las que no dan envidia ni a los presos del Congo.
En resumen, David e Iratxe, su detenci¨®n, lo que hacen es certificar la desaparici¨®n de ETA, el final de una pesadilla que ha provocado la friolera de un millar de muertos, millares de heridos y much¨ªsimas m¨¢s historias atroces de miedo, de soledad y de humillaciones.
ETA desaparece sin gloria, con sus militantes escondiendo su biograf¨ªa y sus cuerpos pudri¨¦ndose en las limpias c¨¢rceles espa?olas o en los pestilentes zulos para delincuentes que Francia les fabric¨®.
El final de la escapada para aquel sue?o rid¨ªculo pero tr¨¢gico que el Che Guevara y Franz Fanon inspiraron a todos los seminaristas que algunos jesuitas convirtieron al nacionalismo.
De ese grupo de gente (varios miles a lo largo de los a?os) algunos se dieron cuenta a tiempo y quisieron rectificar el camino bald¨ªo de la sangre. Algunos de ellos lo pagaron caro con la vida, como Pertur o Yoyes. Otros con la libertad mutilada, como Onaind¨ªa o Teo Uriarte. Muchos cientos por el desconcierto de no saber a quien serv¨ªan.
Muchos de ellos llegaron a ver el final pat¨¦tico de un sue?o que ya no era de nadie. Por fortuna.
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