Bonnard
El mensaje de su obra es tan sencillo como certero: nos pasamos la vida persiguiendo absurdos y dejamos pasar lo importante de ella sin aprovecharlo
En medio del ruido y de la algarab¨ªa, de los enfrentamientos pol¨ªticos y de la agitaci¨®n electoral, desembarca en Madrid la obra de Bonnard, el pintor franc¨¦s del color, de la felicidad de vivir y de la fugacidad del tiempo. En tiempos de turbulencias como el de ahora, a caballo entre dos siglos, el XIX y el XX, marcados por la convulsi¨®n del mundo, Bonnard pint¨® como si estuviera solo, al margen de corrientes y de modas, que entonces, como hoy, eran olas que arrastraban a todos los pintores. Como un Virgilio moderno, en su estudio de Par¨ªs o en sus talleres de Vernon y Le Cannet, los dos con luces tan enfrentadas: la oscura y fr¨ªa de la Normand¨ªa norte?a o la centelleante y llena de intensidad y color de la Costa Azul francesa, remedo de la Arcadia virgiliana, Bonnard entreg¨® su vida a apresar los colores del mundo, que acabar¨ªan siendo en sus cuadros, tras abandonar poco a poco la figuraci¨®n humana, lo verdaderamente sustancial de ¨¦l. Qu¨¦ absurdo vivir luchando por entenderlo, por tratar de mejorarlo y de cambiarlo, por enfrentarse con otras personas por intereses o por ideales parecen decir sus obras, propias de una mentalidad burguesa. Lo que importa es aprovechar la vida, disfrutar de lo que nos ofrece: el color, la luz, las pasiones, los momentos breves de felicidad, y no perderla en empresas f¨²tiles, en empe?os intrascendentes que con el tiempo se nos revelar¨¢n como tales. El mensaje de la obra de Bonnard (si es que hay alguno detr¨¢s de ella) es tan sencillo como certero: nos pasamos la vida persiguiendo absurdos y dejamos pasar lo importante de ella sin aprovecharlo.
A la vez que en Madrid Bonnard desplegaba toda su centelleante obra, su colorista y burguesa mirada sobre el mundo, en C¨®rdoba, dentro de unas jornadas de pensamiento inmodestamente tituladas por sus organizadores como de la Sabidur¨ªa y el Conocimiento (?c¨®mo atreverse a participar en ellas!), el expresidente de Uruguay y antiguo guerrillero tupamaro Jos¨¦ M¨²jica, icono de la izquierda universal desde hace tiempo, coincid¨ªa con el pintor franc¨¦s en unas declaraciones: ¡°Esto, la vida, es un minuto y se va. Tenemos la eternidad para no ser y solo un minuto para ser¡±. Y a?ad¨ªa el viejo pol¨ªtico que lo que m¨¢s le ofend¨ªa, por ello, era la poca importancia que le damos al hecho de estar vivos.
No s¨¦ si hay que ser sabio para llegar a esta conclusi¨®n. Me sorprende, no obstante, que Bonnard y M¨²jica, tan diferentes, coincidan, uno desde la pintura y otro desde la experiencia pol¨ªtica, en la misma idea: ¡°La vida es un milagro; la vida es un regalo. Y s¨®lo tenemos una¡±. Perderla en trivialidades es nuestro error.
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