Las ¡®quebradeiras¡¯ brasile?as luchan por la igualdad de g¨¦nero
La mayor¨ªa de los 300.000 partidores de babas¨² son mujeres y muy pocas tienen derecho sobre las tierras que cultivan

Sentada en el suelo desnudo de una choza con techo de paja, Maria de F¨¢tima Ferreira sujeta firmemente un coco babas¨² con el filo cortante de un hacha de mano y lo abre con dos golpes r¨¢pidos usando un trozo de madera dura.
En solo unos segundos, el fruto, m¨¢s o menos del tama?o de un lim¨®n grande, se parte en cuartos para obtener seis finas semillas. Ferreira, de 35 a?os, las saca y coge otra de un cesto de paja en una cooperativa de trabajadores en Esperantina, una peque?a localidad en el Estado nororiental de Piau¨ª. ¡°El babas¨² es una parte tan importante de mi vida que probablemente lo pueda romper con los ojos cerrados¡±, dice con una sonrisa. Se calcula que 300.000 partidores de babas¨² como Ferreira, que viven en algunos de los estados m¨¢s pobres de Brasil, obtienen al menos la mitad de sus ingresos recolectando los que caen de las palmeras y usando todo lo que ofrecen.
De la semilla se extrae aceite, la c¨¢scara se usa como carb¨®n vegetal, y el mesocarpio, la nutritiva pulpa parecida al almid¨®n que hay debajo de la c¨¢scara, se a?ade a las tortas y a las gachas. Y las hojas del ¨¢rbol, que crece en la naturaleza, se usan para las techumbres.
A lo largo de generaciones, el estilo de vida de las partidoras de cocos, o quebradeiras, ha sufrido muchas amenazas, como la deforestaci¨®n, la expansi¨®n de la agricultura y de la ganader¨ªa, y la presi¨®n de las operaciones mineras a gran escala.
Muchas de ellas viven en asentamientos fundados por esclavos que huyeron a finales del siglo XIX. Otras son descendientes de tribus nativas que vivieron en la zona antes de que los colonizadores europeos empezasen a llegar a mediados del siglo XVI.
Casi todos los que se dedican a esta labor son mujeres, y solo una minor¨ªa tiene derechos de propiedad sobre la tierra en la que recolectan los frutos. Su vulnerabilidad se ha visto empeorada por la falta de reconocimiento oficial de su actividad, que el Gobierno no considera importante desde un punto de vista econ¨®mico.
Derecho a los recursos
Seg¨²n uno de los objetivos previstos para lograr la igualdad de g¨¦nero, los Gobiernos se comprometer¨¢n a llevar a cabo reformas que concedan a las mujeres igualdad de derechos sobre los recursos econ¨®micos, y que tambi¨¦n les permitan poseer y controlar tierras y otras formas de propiedad y de recursos naturales.
¡°Cualquier cosa en la agenda internacional que obligue al Gobierno (brasile?o) y al Congreso a aprobar la Ley del Babas¨² Libre nos ayudar¨¢ a promover nuestra causa¡±, asegura Francisca da Silva Nascimento, la coordinadora del Movimiento Interestatal de Partidoras de Cocos, un grupo creado en 1991 para ayudar a las mujeres a luchar por su derecho a recolectar el babas¨². Ella y sus compa?eras esperan que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS), que est¨¢ previsto que aprueben los l¨ªderes mundiales a finales de este mes, les sirvan de apoyo en su lucha por conseguir una ley federal para proteger la palmera y darles acceso a los bosques de babas¨², con independencia de qui¨¦n sea el propietario de las tierras.
Las mujeres tambi¨¦n quieren que se las reconozca y se las proteja en la nueva campa?a para invertir en la agricultura lanzada por el Gobierno en los estados de Maranh?o, Tocantins, Piau¨ª y Bahia, una zona que las autoridades consideran la ¨²ltima frontera de la agricultura.
Los ¨¢rboles del babas¨² ocupan 18,5 millones de hect¨¢reas de ese territorio, que abarca parte de la cuenca del Amazonas en el norte de Brasil. En 1997, el movimiento de las partidoras de cocos convenci¨® a los legisladores de un municipio en Maranh?o para que aprobasen una ley que otorgase libre acceso a cualquier propiedad para recolectar frutos. Ahora la ley est¨¢ vigente en 13 municipios de tres estados, y las quebradeiras ejercen presi¨®n para que se apruebe una ley nacional.
Esperan que sus esfuerzos se vean respaldados por un nuevo mapa que muestra los peligros para los bosques de babas¨² y su forma de ganarse la vida, que se present¨® a los miembros del Congreso en agosto. ¡°Este planteamiento de no querer derechos de propiedad sobre las tierras, sino el derecho a recolectar los frutos, que los agricultores consideran una molestia, es incre¨ªblemente progresista¡±, afirma Aur¨¦lio Vianna, un directivo del programa de la Fundaci¨®n Ford, que financi¨® el proyecto del mapa. ¡°Las quebradeiras llevan a cabo una actividad realmente sostenible que es un gran ejemplo de lo que el mundo quiere en el programa de desarrollo posterior a 2015¡±, se?ala.
Los frutos solo se recolectan en la naturaleza, lo que significa que no es necesario talar bosques para hacer plantaciones. Con una peque?a inversi¨®n de las cooperativas, se puede usar entero para generar ingresos para centenares de miles de familias en el norte de Brasil, lo que les permitir¨¢ permanecer en sus hogares rurales en vez de marcharse a las ciudades en busca de trabajo.
La cadena de producci¨®n del babas¨² es una manera de reducir la pobreza, erradicar el hambre, garantizar una vida sana y gestionar los bosques de forma sostenible, a?ade Vianna.
Clientes del sector de la cosm¨¦tica
A lo largo de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, las quebradeiras han aprendido a a?adir valor a los productos del babas¨² para aumentar sus ingresos. Pero las mejoras han sido desiguales en las diferentes comunidades. En algunas zonas, se han organizado en cooperativas y han adquirido equipamientos como hornos industriales y extractores de aceite para que su producci¨®n sea m¨¢s eficiente. Estos grupos son capaces de vender aceite de babas¨² y harina de mesocarpio a los programas de comidas para los colegios del Gobierno, e incluso a empresas de cosm¨¦ticos extranjeras como Aveda y The Body Shop. Pero en comunidades m¨¢s pobres y aisladas, la mayor¨ªa de las quebradeiras subsisten a base de recolectar frutos y vender las semillas porque carecen del equipamiento o de los conocimientos para hacer algo m¨¢s, explica el ingeniero agr¨®nomo Alvori Cristo dos Santos.
En un estudio de 113 familias en 16 comunidades del Estado de Maranh?o, donde se encuentran los mayores bosques de babas¨², Santos descubri¨® que los ingresos de las familias se multiplicaban por cinco cuando las quebradeiras pod¨ªan producir aceite y harina. No existe un programa integral del Gobierno para ayudar a las partidoras de nueces, aunque algunas de ellas se han beneficiado de iniciativas financiadas por Gobiernos estatales, municipios y organizaciones ben¨¦ficas.
La Secretar¨ªa Especial para Pol¨ªticas de las Mujeres de Brasil reconoce que es necesario hacer algo m¨¢s, pero su peque?o presupuesto se redujo recientemente por los esfuerzos del Gobierno para recortar gastos, seg¨²n Linda Goulart, la secretaria ejecutiva. ¡°Creemos que las quebradeiras son un gran ejemplo de actividad sostenible, y las apoyamos en su lucha por conseguir unas condiciones de vida mejores, pero, por desgracia, los recursos que tenemos son escasos en comparaci¨®n con los desaf¨ªos a los que nos enfrentamos¡±, asegura Goulart a la Fundaci¨®n Thomson Reuters.
(Con informaci¨®n de Adriana Brasileiro; edici¨®n de Megan Rowling. Traducci¨®n News Clips. Este reportaje forma parte de una serie realizada por la Fundaci¨®n Thomson Reuters para divulgar los Objetivos de Desarrollo Sostenible).
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