Catal¨¢n, espa?ol y europeo
Pase lo que pase hoy, habr¨¢ que restablecer el di¨¢logo, mejorar la informaci¨®n, extremar el respeto y hacer las reformas constitucionales, financieras y fiscales necesarias, porque una parte importante de la sociedad catalana cree que estar¨ªa mejor fuera del Estado
?Al ser elegido presidente del Parlamento Europeo me present¨¦ como ¡°catal¨¢n, espa?ol y europeo¡±, tres identidades que conviven en mis sentimientos y emociones y que no son antag¨®nicas sino que se complementan mutuamente. Creo que sentir identidades m¨²ltiples es parte de la construcci¨®n de un demos europeo que supere nuestro tr¨¢gico pasado. Y que el objetivo de la UE no es aumentar el n¨²mero de entes soberanos, sino de compartir las soberan¨ªas existentes hasta idealmente hacerlas converger.
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Pocos d¨ªas despu¨¦s, en un viaje a mi Pirineo natal, ve¨ªa escrito en la pared de una vieja mas¨ªa: ¡°Aqu¨ª som catalans i prou¡±. Quiz¨¢s estaba all¨ª antes de mi discurso en Estrasburgo. O puede que fuera una respuesta a la proclamaci¨®n de mi triple identidad. Pero en cualquier caso, ese grafiti ten¨ªa una connotaci¨®n excluyente. ?Qui¨¦n era su autor para decidir qu¨¦ hemos de ser los que ¡°som d¡¯aqu¨ª¡±, so pena de no ser considerados ¡°d¡¯aqu¨ª¡±? La carta de Mas ¡°a los espa?oles¡±, autoexcluy¨¦ndose de tal condici¨®n, es un verdadero manual del victimismo y adolece del mismo problema que el grafiti de mi pueblo. ?Qui¨¦nes son Mas y sus compa?eros para hablar en nombre de Catalu?a e informarnos de lo que esta ¡°siente¡± y ¡°desea¡±?
Esta an¨¦cdota refleja la esencia del problema. Muchos catalanes solo se sienten catalanes. Las consecuencias sociales de la crisis han sido h¨¢bilmente aprovechadas para canalizar la irritaci¨®n social de una forma interclasista, convirti¨¦ndola en un conflicto entre Catalu?a y Espa?a, sintetizado en ese ¡°Espa?a nos roba¡± la cifra tan m¨ªtica como falsa de 16.000 millones. Si no es independentista por emoci¨®n, s¨¦alo por inter¨¦s. Y acontecimientos de importancia simb¨®lica, como la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, han radicalizado la exigencia de un Estado propio como soluci¨®n para su plenitud identitaria y su prosperidad.
Por sus sentimientos identitarios, algunos consideran la independencia como un bien superior, cualesquiera que sean sus costes. Creen que Espa?a es una r¨¦mora para su bienestar y un obst¨¢culo para su plena identidad. Aunque el Estado espa?ol fuera el m¨¢s perfecto del mundo, Junqueras desear¨ªa la independencia por una cuesti¨®n de dignidad. Y explica que Catalu?a se separar¨¢ con ¡°normalidad¡± de lo que hoy llamamos Espa?a, como en su tiempo los Pa¨ªses Bajos o N¨¢poles se separaron de la Monarqu¨ªa hisp¨¢nica.
Espa?a representa para muchos j¨®venes catalanes oportunidades de las que no tiene sentido prescindir
Pero otros catalanes, bastantes m¨¢s seg¨²n las encuestas, sentimos como propia una identidad compuesta, catalana y espa?ola a la vez. No aceptamos que nuestra catalanidad se ponga en cuesti¨®n por no desear que la independencia fraccione pol¨ªticamente esta doble identidad. Hay demasiada historia en com¨²n entre Catalu?a y el resto de Espa?a como para establecer una frontera pol¨ªtica, f¨ªsica, identitaria entre nosotros. Lo que es Catalu?a hoy es el resultado del trabajo de espa?oles venidos de todas partes y no aceptamos la falsificaci¨®n hist¨®rica que asimila Espa?a al franquismo, porque los aviones que bombardeaban Barcelona en el 1936-1939 eran los mismos que bombardeaban Madrid. Ni compartimos el relato victimista y ahist¨®rico seg¨²n el cual el desarrollo econ¨®mico de Catalu?a y su bienestar han sido secularmente sacrificados por su pertenencia a Espa?a.
Espa?a representa para muchos j¨®venes catalanes oportunidades de las que no tiene sentido prescindir. La interacci¨®n entre todos los espa?oles produce beneficios para todos. La primera editorial en catal¨¢n y en espa?ol y la segunda en franc¨¦s fue fundada en Barcelona por un andaluz.
La propaganda independentista presenta a Espa?a como un Estado fallido del que m¨¢s vale alejarse. Ciertamente, Espa?a es un pa¨ªs con problemas, no es una panacea. Pero se han tejido demasiados lazos personales, afectivos y comerciales como para que la separaci¨®n no fuese muy traum¨¢tica para mucha gente y muy perjudicial econ¨®micamente para todos.
En Espa?a, cualquier joven catal¨¢n tiene m¨¢s posibilidades de tener mejores oportunidades laborales en sectores de futuro. Renunciar voluntariamente a los v¨ªnculos con Espa?a es como si los j¨®venes de Massachusetts renunciaran al trampol¨ªn de Estados Unidos, o los de Baviera al de Alemania, a cambio de disponer de algo m¨¢s de recursos fiscales. Cierto que el trampol¨ªn espa?ol es m¨¢s peque?o que el de esos pa¨ªses y en los ¨²ltimos a?os ha sufrido un ataque de termitas. Pero la altura que cualquier joven catal¨¢n puede alcanzar con ¨¦l es mucho mayor que sin ¨¦l.
La historia no nos ha dado la dolorosa oportunidad de crear una fuerte identidad com¨²n porque, a diferencia de nuestros vecinos europeos, hemos tenido m¨¢s guerras civiles que contra un enemigo exterior. Pero la intensidad de los lazos que nos unen son suficientemente fuertes como para reclamar una soluci¨®n a la relaci¨®n entre Catalu?a y el resto de Espa?a que no sea tan traum¨¢tica como una separaci¨®n que no se justifica por razones econ¨®micas.
Soluciones de tipo federal, como las de Quebec, Massachusetts o Baviera, tienen menos costes
Soluciones de tipo federal como las aplicadas en Quebec, Massachusetts o Baviera presentan menos costes y m¨¢s oportunidades, en un momento de la historia en que las relaciones entre los pa¨ªses han dejado de ser juegos de suma cero para convertirse en proyectos de integraci¨®n creciente y prosperidad compartida. Los costes de la transici¨®n ser¨ªan muy grandes, y los beneficios inciertos y a largo plazo. Muchos, razonablemente, quisieran saber cu¨¢les son los costes y beneficios de ese cambio trascendental y no reciben en cambio m¨¢s que informaci¨®n incompleta, cuentas mal hechas, historias falseadas y peticiones de ciega confianza en la promesa de una independencia-sin-costes. Tal cosa no existe. Nos la presentan envuelta en datos falsos para calcular los beneficios y en la ficci¨®n de una estimaci¨®n-cero de los costes. Que la independencia permitir¨ªa aumentar las pensiones un 10% es otro enga?o.
Tampoco es cierto que la comunidad internacional apoyar¨ªa el derecho a la autodeterminaci¨®n de Catalu?a y reconocer¨ªa una declaraci¨®n unilateral de independencia. Catalu?a no ser¨ªa de forma autom¨¢tica reconocida y aceptada en la UE y el euro. Nadie puede asegurar cu¨¢nto tiempo tardar¨ªa en serlo.
No obstante, por grandes que sean las falsedades de los independentistas, Espa?a tiene un grave problema en su relaci¨®n con Catalu?a. La ¡°conllevanza¡± orteguiana no es ya la soluci¨®n, si es que alguna vez lo fue. La ab¨²lica indiferencia de Rajoy, tampoco. Y algunas de sus actuaciones agravan el problema. Una sociedad no puede desarrollarse normalmente en el seno de un Estado si una parte muy importante de la poblaci¨®n cree que estar¨ªa mejor sin ¨¦l. Pase lo que pase, habr¨¢ que restablecer el di¨¢logo, mejorar la informaci¨®n, extremar el respeto y hacer las reformas constitucionales, financieras y fiscales necesarias para que esa parte disminuya hasta el l¨ªmite de los que hacen de la independencia una cuesti¨®n de dignidad ante la que no hay razones que esgrimir. Pero que no justifica un salto en el vac¨ªo negando la ley de la gravedad.
Josep Borrell es catedr¨¢tico Jean Monnet.
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