¡°No son n¨²meros, son personas¡±
Uno de los miembros de los barcos de rescate de MSF en el Mediterr¨¢neo cuenta las viviencias con aquellos a los que salvan de las aguas cada d¨ªa
Si me llevan de vuelta a Libia, volver¨¦ a arrojarme al mar"
El hombre que est¨¢ frente a m¨ª tiene los brazos cruzados sobre su pecho como si se abrazase a s¨ª mismo, y me habla con una voz baja pero intensa. La expresi¨®n que transmiten sus ojos es de enfado y de miedo. Va vestido solamente con unos calzoncillos negros y con una camiseta negra. Eso es todo. Nada m¨¢s. Su ropa est¨¢ empapada de agua de mar y del combustible de la embarcaci¨®n. En los brazos tiene marcas de haber sufrido quemaduras, seguramente hechas a modo de tortura con cigarrillos encendidos. Le explico que nos estamos dirigiendo hacia Italia. Le digo mi nombre, sonr¨ªo. Le explico qui¨¦nes somos y qu¨¦ hacemos. Puedo ver que no se f¨ªa de m¨ª. Imagino los horrores por los que ha tenido que pasar en Libia antes de subirse a la balsa neum¨¢tica que estaba hundi¨¦ndose y que acabamos de rescatar. Me resulta f¨¢cil hacerme a la idea porque he visto esa misma mirada y he escuchado esta historia en boca de muchas personas m¨¢s cada vez que hacemos un rescate.
Libia no es un pa¨ªs, es el infierno¡±. ¡°All¨ª te tratan como a un animal¡±. ¡°Me arriesgu¨¦ a morir en el mar porque, de lo contrario, iba a morir en Libia¡±.
Pasan unas horas hasta que me gano su confianza y me dice su nombre y procedencia: ¡°Johnson, de Nigeria¡±.
Hay muchas razones por las que cada una de las miles de personas que hemos rescatado acaba en Libia, pero todas comparten la misma raz¨®n para huir de all¨ª: salvarse de la violencia, la tortura, la esclavitud, la violaci¨®n, la prisi¨®n; salvar sus vidas al fin y al cabo. El miedo y la huida son los denominadores comunes de todos los que he conocido, sin importar su pa¨ªs de origen.
Ir a bordo del barco del Bourbon Argos, uno de los dos barcos de rescate y salvamento de MSF en el Mediterr¨¢neo, es una experiencia ¨²nica e impresionante, diferente a cualquier otra de las que he vivido en mis nueve a?os de trabajo en crisis humanitarias. La proximidad que disfrutamos con la gente a la que rescatamos es algo abrumador y hermoso, y eso es algo que se olvida o se pierde a menudo en otros proyectos en tierra firme, donde muchas veces estamos demasiado inmersos en nuestros ordenadores, reuniones e informes.
En el Bourbon Argos es imposible crear distancia alguna entre nosotros y los cientos de personas que rescatamos. All¨ª estamos todos, literalmente, en un mismo barco sin fronteras que navega en aguas internacionales.
Esta experiencia ha marcado profundamente a cada miembro de mi equipo: hay un contraste muy grande entre la intensidad y dificultad de cada operaci¨®n de rescate, frente a la inmensa alegr¨ªa y el alivio que sentimos cuando todo el mundo est¨¢ por fin a salvo y a bordo de nuestra embarcaci¨®n. El dramatismo de esos momentos en los que las vidas de tantas personas desesperadas est¨¢n en tus manos es algo que sin duda te toca muy fuertemente el coraz¨®n. Es imposible verlos o referirse a ellos como n¨²meros ¡ªo incluso como migrantes o refugiados¡ª despu¨¦s de vivir una experiencia as¨ª. Simplemente son personas, seres humanos completos y tridimensionales como yo. No se trata de los otros; solo existe un nosotros. Durante el viaje de 48 horas que nos lleva hasta Italia, te da tiempo a conocer muchas de las historias que hay detr¨¢s de cada uno de ellos. Y tambi¨¦n a compartir la tuya propia.
Me siento en la obligaci¨®n de transmitiros sus historias porque creo que son la clave para cambiar la narrativa de esta crisis. Tenemos que empezar a identificarnos con las personas que arriesgan su vida tratando de llegar a Europa y dejar de verlos como alguien lejano cuyos problemas apenas llegamos a entender. Debemos ponernos del lado de aquellos que sufren la indiferencia de nuestros pol¨ªticos, empe?ados como est¨¢n en no proporcionar v¨ªas seguras de entrada a todas estas personas, y debemos exigir a nuestros Gobiernos que se involucren en llevar a cabo cambios verdaderos que sirvan para proteger la vida de todos los que huyen de la violencia y la pobreza.
Prueba a identificarte con Rosalind...
...que llevaba un vestido de algod¨®n a rayas muy parecido a uno que he estado utilizando yo este verano. La tela ten¨ªa un toque de azul marino, muy propio para un viaje por mar. Pero el vestido de Rosalind estaba mojado, no de agua de mar, sino de combustible y, a pesar de su permanente sonrisa, recuerdo muy bien lo quemada que ten¨ªa la piel. Le pregunt¨¦ de d¨®nde era. ¡°Costa de Marfil¡±, me dijo. Despu¨¦s se puso t¨ªmida, y me dijo en voz baja: ¡°Yo trabajaba con vosotros, con MSF¡±. Rosalind es auxiliar de enfermer¨ªa, un perfil de trabajador que constituye uno de los pilares b¨¢sicos de nuestro personal nacional en cualquier proyecto de MSF. Me dijo que hasta 2006 trabaj¨® en el proyecto de Bangolo y en ese momento sent¨ª que mi cabeza daba vueltas: ¡°Yo tambi¨¦n he trabajado en Bangolo¡±, le dije. Mi primera misi¨®n con MSF, en 2006, fue en Man, muy cerca de Bangolo. E ¨ªbamos all¨ª a menudo a trabajar. Nunca coincid¨ª con Rosalind all¨ª, aunque eso ahora ya no importa; despu¨¦s de hablar un rato, las dos nos sentimos como si nos conoci¨¦semos de toda la vida.
Todos los rescatados huyen por las mismas razones: salvarse de la violencia, la tortura, la esclavitud, la violaci¨®n, la prisi¨®n; salvar sus vidas al fin y al cabo
Inmediatamente empezamos a hablar de las otras personas que trabajaban en Bangolo, del foufou banan, que es una comida t¨ªpica, de las siete monta?as de la regi¨®n que ambas hemos subido, del baile de la Grippe aviaire y de nuestra experiencia com¨²n en MSF. Rosalind y su marido, alto y apuesto, huyeron de Abiy¨¢n a Ghana en 2011, durante la guerra. Ellos no hablan ingl¨¦s y esa fue una de las razones por las que no encontraron trabajo. Prosiguieron entonces hacia la RDC, pero ¡°aquello tampoco funcion¨®¡±, me dijo con una enorme tristeza en sus ojos. ¡°Tuvimos que irnos. Entonces solo est¨¢bamos mi marido y yo¡±. No le ped¨ª m¨¢s detalles porque su dolor, quiz¨¢s causado por la p¨¦rdida de un hijo, era palpable. Me cont¨® que hab¨ªan pasado algunos meses en Libia, hizo ese ruidito con la lengua que es com¨²n en ?frica Occidental, agit¨® la cabeza y apart¨® la mirada: ¡°Es horrible lo de Libia. No te lo puedes ni imaginar¡±. Y estoy segura de que ten¨ªa raz¨®n. No me puedo imaginar lo que supone tener una vida y un trabajo, y de repente tener que empezar a huir y dejarlo todo. No puedo imaginar lo que supone pasar cuatro a?os cruzando ?frica, sobrevivir a varias guerras y luego ser rescatado por el Argos. No puedo imaginar lo que supone perder a tu familia y quedarte tan solo con tu marido y un vestido a rayas como equipaje y compa?¨ªa. Y sin embargo, Rosalind a¨²n sonre¨ªa y me abrazaba, diciendo que las quemaduras en sus muslos no eran demasiado graves (a pesar de que s¨ª lo eran) y de que nuestro m¨¦dico acababa de decirle que en cuanto desembarc¨¢ramos necesitar¨ªa ir directamente al hospital. ¡°Por lo menos estoy viva¡±, me dec¨ªa tratando de mantener la alegr¨ªa.
Prueba a identificarte con Sako...
... ¨¦l tiene mi misma estatura, la cara redonda y el pelo cortado casi al rape, con las puntas te?idas de rubio. Sus dientes eran blancos como el az¨²car. Vest¨ªa una sudadera azul y ten¨ªa porte de deportista. Me cont¨® que hab¨ªa llegado a Libia en 2011 con la intenci¨®n de jugar al f¨²tbol. Y aseguraba que es realmente bueno. Sako es de Guinea, ¡°de Guinea la de Conakry¡±, puntualiz¨®. Cuando le dije que acababa de estar all¨ª, trabajando en la epidemia de ¨¦bola, se qued¨® verdaderamente impresionado de que conociera su pa¨ªs y me confes¨® que se sent¨ªa feliz de haberse librado de la enfermedad, ya que por aquel entonces ¨¦l ya estaba en Libia. Sin embargo, antes de que yo pudiera decir nada m¨¢s, ¨¦l a?adi¨®: "En cualquier caso, lo que vivimos en Libia probablemente no sea mucho mejor que el ¨¦bola".
Hab¨ªa pasado 5 a?os en Libia, y hab¨ªa visto al pa¨ªs caer en la anarqu¨ªa y la violencia. Me explic¨® que su t¨ªo, que fue quien lo trajo a Libia, hab¨ªa muerto. Y que su mejor amigo fue asesinado el a?o pasado por un ni?o soldado que ten¨ªa pr¨¢cticamente la misma edad que ellos y que le golpe¨® en la cabeza con una barra de acero. ¡°No muri¨® al instante; tard¨® mucho en irse. All¨ª en Libia no hay hospitales¡±, aseguraba Sako.
¡°?Y el que le golpe¨® era de vuestra misma edad?¡±. ¡°Entonces, ?cu¨¢ntos a?os tienes t¨²?¡±, le pregunt¨¦ curiosa. ¡°17 a?os¡±, me dijo con una gran sonrisa. De repente me di cuenta de que Sako s¨®lo ten¨ªa 11 a?os cuando lleg¨® a Libia. Mi mente comenz¨® a girar de nuevo. A¨²n es menor de edad y ya ha visto m¨¢s cosas horribles de las que muchos de nosotros veremos a lo largo de una vida entera. Le expliqu¨¦ que en Europa se consideran ni?os a los menores de 18 a?os, y que, si ¨¦l quer¨ªa, yo me asegurar¨ªa de que le llevaran junto con todos los menores no acompa?ados que hab¨ªamos rescatado. Nunca vi tantos como ese d¨ªa: 74 ni?os viajando solos. ?l asinti¨® con la cabeza y mir¨® hacia abajo. De repente, baj¨® la guardia y por primera vez pude ver en Sako al ni?o que efectivamente ten¨ªa delante de m¨ª.
O intenta ponerte en la piel de Diomand¨¦...
... ¡°Tiene una infecci¨®n en la piel. Le pica, ?verdad? No se preocupe, que estas personas le atender¨¢n y le dar¨¢n tratamiento. Pero necesitan quemar su ropa para eliminar la infecci¨®n, ?comprende?¡±. Nadie en el puerto donde desembarcamos hablaba otro idioma que no fuera italiano, as¨ª que me qued¨¦ cerca del ¨¢rea de tratamiento de sarna para, al menos, proporcionar informaci¨®n b¨¢sica a la gente acerca de las razones por las que les estaban desnudando, del porqu¨¦ de que les rociaran el cuerpo con un producto blanquecino y despu¨¦s les quemaran sus ropas. Siempre ocurre igual: desde el momento en el que salen de nuestro barco y ponen un pie en tierra, pasan a convertirse en un n¨²mero y se les trata como si no tuvieran sentimientos o como si no pensaran por s¨ª mismos, despojados de toda dignidad y de humanidad. Son recibidos por personas que llevan equipos de protecci¨®n completa, como si tuvieran miedo de que todos los que llegan sufrieran enfermedades infecciosas mortales.
Le pregunt¨¦ a Diomand¨¦, un joven de Costa de Marfil con un peque?o bigote del que solo pueden sentirse orgullosos los hombres con bigotes que comienzan a crecer, si ten¨ªa algo en los bolsillos. Ya que iban a quemar su ropa, deber¨ªa sacar de ella lo poco que tuviera. Comenz¨® a sacar, con muchas dificultades, algo que ten¨ªa en el bolsillo peque?o de sus pantalones vaqueros. Descubr¨ª su tesoro a medida que lo abr¨ªa delante de m¨ª: se trataba de una imagen en blanco y negro, un poco desgastada, pero que a¨²n estaba en buen estado. ¡°Se moj¨® en el barco, pero la sequ¨¦ al sol. Son mis padres¡±. La imagen mostraba a un hombre y una mujer, ambos de estatura alta, vestidos con sus mejores ropas de domingo, sosteniendo con cuidado a un beb¨¦ en sus brazos mientras posaban para el fot¨®grafo delante de las cortinas plegadas de su estudio. ¡°?Eres t¨²?¡±, le pregunt¨¦ se?alando al beb¨¦. ?l asinti¨® con una sonrisa, diciendo que era lo ¨²nico que ten¨ªa en los bolsillos. Yo ya sab¨ªa que ¨¦l no ten¨ªa nada m¨¢s porque ninguna de las personas que rescatamos lleva equipaje. Ni tampoco zapatos, as¨ª que s¨ª: esa foto de sus padres era la ¨²nica pertenencia material que a¨²n guardaba.
Permitidme que termine mi relato citando al expresidente internacional de MSF James Orbinski, ya que, a mi juicio, una de sus frases resume muy bien la esencia de lo que suponen nuestras operaciones de b¨²squeda y salvamento en el Mediterr¨¢neo y de por qu¨¦ no llevamos equipos de protecci¨®n, sino que nos acercamos a las personas que rescatamos con una sonrisa y un apret¨®n de manos. De por qu¨¦ creemos que es importante proporcionar a cada uno, al menos, 48 horas de humanidad, de atenci¨®n m¨¦dica y de un sue?o seguro:
¡°El humanitarismo es algo m¨¢s que la eficiencia m¨¦dica o la competencia t¨¦cnica. En nuestra decisi¨®n de estar con los que sufren, la compasi¨®n no lleva a la piedad, sino a la solidaridad. La solidaridad implica exigir un respeto b¨¢sico por la vida humana y reconocer la dignidad y la autonom¨ªa de los dem¨¢s, y reivindicar el derecho de los otros a tomar decisiones sobre su propio destino. El humanitarismo se trata de la lucha por crear un espacio en el que seamos plenamente humanos¡±.
Lindis Hurum es coordinadora de MSF en el Bourbon Argos, uno de los barcos de rescate que tiene MSF en el Mediterr¨¢neo.
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