Jugando solo con el poder de la mente
Logran la comunicaci¨®n 'telep¨¢tica' entre los cerebros de una decena de personas
Cada vez se est¨¢ m¨¢s cerca de que dos cerebros puedan comunicarse entre s¨ª sin necesidad de articular palabra. En el pen¨²ltimo paso hacia lo m¨¢s parecido a la telepat¨ªa, un grupo de investigadores estadounidenses ha conseguido que una decena de personas conectaran sus mentes para echar una serie de partidas en un juego de adivinanzas.
Andrea Stocco y Rajesh Rao, neurocient¨ªfico el primero e ingeniero inform¨¢tico el segundo, llevan a?os investigando la comunicaci¨®n mental a distancia en la Universidad de Washington. ?Qu¨¦ puede salir de la colaboraci¨®n entre un profesor de neurociencia y un experto en computaci¨®n? Pues un interfaz cerebro-m¨¢quina (BCI, por sus siglas en ingl¨¦s): un sistema que capta las ondas cerebrales, las traduce a c¨®digo binario y las env¨ªa por la red hasta otro cerebro, donde, en un proceso inverso, la informaci¨®n se convierte al c¨®digo neuronal.
Primero lo experimentaron con ellos mismos. En 2013, Rao tuvo que pensar en pulsar el rat¨®n de un ordenador. Llevaba en su cabeza un gorro de un sistema de electroencefalograf¨ªa (EEG) que recog¨ªa la actividad el¨¦ctrica de su cerebro. El BCI hab¨ªa sido entrenado para detectar las ondas relacionadas con ese deseo de pulsar, un deseo que, convertido en bits, lleg¨® por internet hasta Stocco, ubicado en otro edificio de la universidad a m¨¢s de un kil¨®metro de distancia. Sobre su cabeza hab¨ªa esta vez una m¨¢quina de estimulaci¨®n magn¨¦tica transcraneal (EMT).
Un interfaz cerebro-m¨¢quina capta las ondas cerebrales de un sujeto y env¨ªa la informaci¨®n a otro cerebro
Con forma de ensaimada, este aparato emite una serie de pulsos electromagn¨¦ticos que, a una frecuencia determinada y sobre las zonas del cerebro relacionadas con las actividades motoras de la mano, obr¨® el milagro: Stocco presion¨® el bot¨®n del rat¨®n. Al a?o siguiente, repitieron su experimento, pero esta vez con dos voluntarios. Aqu¨ª se trataba de jugar a salvar la ciudad de un ataque enemigo. Uno ten¨ªa en su pantalla el escenario del combate y ve¨ªa venir los misiles enemigos. El otro no pod¨ªa ver la escena, pero ten¨ªa el disparador bajo su dedo. Como en el primer experimento, el BCI consigui¨® que cuando el primero pensaba en disparar, el segundo lo hac¨ªa.
A pesar del ¨¦xito de ambos experimentos, es evidente su gran limitaci¨®n. M¨¢s que comunicaci¨®n entre dos cerebros, se trataba de una zombificaci¨®n de uno por el otro, era una comunicaci¨®n inconsciente. El pensamiento de un participante era convertido en ¨®rdenes para activar el c¨®rtex motor del otro, sin que interviniera la parte ejecutiva de su cerebro.
"En general, los humanos codificamos la informaci¨®n de manera similar pero no id¨¦ntica", dice Stocco. "Otros investigadores ya han demostrado que, por ejemplo, los patrones de actividad cerebral que muestra mi cerebro cuando pienso en un martillo son muy similares a los patrones que muestra el tuyo cuando piensa en la palabra martillo", a?ade. Sin embargo, reconoce que la correlaci¨®n no siempre es perfecta. "Cada cerebro es diferente y cuanto m¨¢s abstracto y complejo es el concepto, m¨¢s diferentes tienden a ser sus patrones. As¨ª, los comandos motores simples son muy similares en todos los cerebros, pero los conceptos son mucho m¨¢s individualizados", comenta.
Otra limitaci¨®n de sus primeras investigaciones era la exigua cantidad de informaci¨®n transmitida entre los cerebros, apenas una orden de pulsar el rat¨®n. Adem¨¢s, en los dos experimentos solo hab¨ªan participado un total de cuatro personas. Por eso, a la tercera, redise?aron el experimento para hacerlo con m¨¢s informaci¨®n, m¨¢s participantes y, sobre todo, con un grado mayor de consciencia.
Para eso recurrieron al juego de las 20 preguntas. De origen estadounidense, recuerda un poco al veo veo, ?qu¨¦ ves? de los ni?os. Aqu¨ª, el preguntado piensa en una cosa y, por medio de una secuencia de preguntas que van acotando las posibilidades, el que pregunta tiene que adivinarla. Por su est¨ªmulo del pensamiento deductivo, se usa con frecuencia en la inteligencia artificial. Stocco, Rao y un grupo de colegas lo han usado para demostrar que dos cerebros se pueden comunicar a distancia, realizando una tarea entre ambos y hacerla de forma consciente.
Reclutaron a 10 personas de las que solo dos se conoc¨ªan entre ellas. Las repartieron en dos grupos, los preguntados y los que preguntan, y tuvieron que jugar una serie de rondas. Si el primero pensaba en un perro, el segundo deb¨ªa de llegar hasta ¨¦l con tres preguntas como si es un animal, es un mam¨ªfero o es una mascota. Cada pregunta aparec¨ªa en la pantalla de ambos, pero el que ten¨ªa que responder deb¨ªa hacerlo mirando a un extremo de la pantalla, donde hab¨ªa una luz para el s¨ª, o al otro extremo, para el no. La respuesta era recogida por el electroencefalograma y enviada al edificio donde se encontraba el segundo participante. All¨ª, la estimulaci¨®n magn¨¦tica transcraneal activaba el c¨®rtex visual de su cerebro generando una especie de destello solo en caso de respuesta afirmativa.
"Sabemos mucho sobre c¨®mo descodificar la informaci¨®n del cerebro, pero menos de c¨®mo reproducirla en otro"
Al final del experimento, el n¨²mero de juegos donde el que preguntaba acert¨® lo que el otro pensaba fue del 72% de media entre las cinco parejas, aunque hubo dos de ellas que lograron casi un pleno. Los propios investigadores reconocen que en una situaci¨®n real, con comunicaci¨®n oral, los jugadores habr¨ªan acertado el 100% de las veces. Pero ellos piensan en otros escenarios. All¨ª donde al menos una de las personas no pueda hablar o comunicarse gestualmente. Tambi¨¦n reconocen que la comunicaci¨®n no es del todo bidireccional y que habr¨¢ que avanzar mucho para la transferencia de pensamiento complejo.
"El mayor obst¨¢culo es la tecnolog¨ªa de estimulaci¨®n", asegura Stocco y a?ade: "Sabemos mucho sobre c¨®mo descodificar la informaci¨®n del cerebro, incluso informaci¨®n compleja, pero menos de c¨®mo reproducirla en otro cerebro. Estamos explorando muchas tecnolog¨ªas para mejorar en esto , pero a¨²n queda mucho por hacer".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.