Terremoto en Do?ana
Cada d¨ªa debate uno consigo mismo sobre si estar¨¢ excedi¨¦ndose en lo que considera defensa del territorio o si por prudencia o lealtad estar¨¢ qued¨¢ndose corto
Al director de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana del CSIC no le resulta f¨¢cil encontrar su sitio. Lo s¨¦ por experiencia. Do?ana tiene tanta repercusi¨®n medi¨¢tica, los cient¨ªficos asociados al espacio protegido (que crearon) acumulan tanto prestigio social, y el lugar acoge a tantas personalidades, que sin darse uno cuenta tiende a creerse m¨¢s de lo que es. Por otro lado, la burocracia cotidiana le recuerda que, a la par de investigador, no es m¨¢s que un funcionario de medio pelo, cuyas decisiones y manifestaciones, sin embargo, pueden tener desproporcionada trascendencia. Cada d¨ªa debate uno consigo mismo sobre si estar¨¢ excedi¨¦ndose en lo que considera defensa del territorio, amparado en su condici¨®n, o si por prudencia o lealtad estar¨¢ qued¨¢ndose corto, poniendo en riesgo el espacio natural. Inevitablemente, se equivoca a menudo por un lado y por el otro.
En esta ocasi¨®n, el presidente del CSIC no ha salido, o no ha querido, enderezar la situaci¨®n, a¨²n a sabiendas del terremoto que iba a provocar. Al parecer, se ha hartado de Blancanieves y ha optado por cobrarse su coraz¨®n
Pero tampoco es f¨¢cil para el presidente del CSIC encontrar su lugar en relaci¨®n con el director de Do?ana. Se sabe su superior, pero conoce que los cient¨ªficos no son funcionarios normales, y percibe que no puede impedirle hablar y menos a¨²n llevarle abiertamente la contraria en asuntos relativos al Coto. Ello a pesar de que las actitudes conservacionistas acarrean no pocas veces inconvenientes a empresarios o colectivos sociales e irritaci¨®n a pol¨ªticos, y eso acaba pag¨¢ndolo el propio presidente, receptor de las quejas: "?C¨®mo permites que uno de tus funcionarios se cargue nuestros proyectos, qui¨¦n se cree que es?". Mientras, colaboradores quiz¨¢ interesados le susurran al o¨ªdo, d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n: "Te deja en mal lugar; demuestra qui¨¦n manda". Por si fuera poco, el director de Do?ana aparece en los medios casi tanto como ¨¦l y habitualmente en t¨¦rminos m¨¢s elogiosos y amables. Puedo imaginar a ese presidente como la reina bruja del cuento, enfadado al constatar en el espejo medi¨¢tico que existe en el Organismo un cient¨ªfico m¨¢s hermoso que ¨¦l.
Tales tensiones no son de hoy (y tampoco exclusivas de Do?ana). En mayor o menor medida han ocurrido siempre, a todos los directores y a los presidentes de turno. Y siempre se han solucionado hablando con franqueza, revisando actitudes y escuchando a los cient¨ªficos del instituto. En una ocasi¨®n, siendo director, llevaba en mi coche al entonces presidente a una reuni¨®n del Patronato. Con una lealtad propia de colegas, me advirti¨®: "No te enfrentes a la ministra ¨Cque presid¨ªa- porque si hay que optar estar¨¦ de su lado". Le respond¨ª: "Presidente, tendr¨¢s que estar del lado de la ciencia, ?no?". Y ¨¦l cerr¨®: "Me debo al gobierno que me ha nombrado" (creo que se equivocaba). Ni por un momento sent¨ª en peligro mi puesto y estoy seguro de que a ¨¦l ni se le pas¨® por la cabeza algo as¨ª. Sin embargo, aquella breve conversaci¨®n nos ayud¨® a ambos a medir mejor nuestras palabras sin renunciar a nuestras posiciones.
Las actitudes conservacionistas acarrean no pocas veces inconvenientes a empresarios o colectivos sociales e irritaci¨®n a pol¨ªticos
En esta ocasi¨®n, el presidente del CSIC no ha salido, o no ha querido, enderezar la situaci¨®n, a¨²n a sabiendas del terremoto que iba a provocar. Al parecer, se ha hartado de Blancanieves y ha optado por cobrarse su coraz¨®n. De nada ha servido que el destituido director, de acuerdo con la normativa, hubiera sido propuesto por la gran mayor¨ªa de sus compa?eros, hoy muy molestos por no haber sido informados del cese, y mucho menos consultados. Tampoco, que apenas le quedaran ocho meses para concluir su mandato de cuatro a?os. Aun dando por hecho que haya cometido errores, ?tan imprescindible era descabalgarlo ahora? Al margen de eso, probablemente tampoco hoy el espejo de los medios le diga al presidente que es el m¨¢s hermoso del CSIC.
Miguel Delibes de Castro es bi¨®logo, fue director de la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana y forma parte del consejo editorial de Materia
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