Edvard Munch, mucho m¨¢s all¨¢ de El Grito
El Museo Thyssen dedica al artista noruego 'Arquetipos', una retrospectiva de 80 obras con todas sus obsesiones
A lo largo de 50 a?os de dedicaci¨®n al arte, Edvard Munch (L?ten, 1863- Ekely, 1944), realiz¨® 28.000 obras. Entre esa inmensidad hay una, El Grito, de la que firm¨® cuatro versiones, convertida en uno de los iconos m¨¢s reconocidos en la historia del Arte gracias a los caprichos del mercado que en 1912 hizo que se alzara entonces como la obra m¨¢s cara tras ser vendida en Sothebys por 91,24 millones de euros. A?os antes, en 2006, otra versi¨®n de El Grito, junto a la Madonna fueron robadas y posteriormente recuperadas en el Museo Munch de Oslo, beneficiario de la herencia del artista: 1.106 pinturas, 15.391 grabados y 4.443 dibujos. La propia vida del artista noruego, sobresaliente por sus neurosis y problemas de alcoholismo, han jugado a la contra de Munch para poder apreciar a fondo su obra en todas sus vertientes. La exposici¨®n Edvard Munch. Arquetipos, que hasta el 17 de enero se puede ver en el Thyssen es un intento de rescatar a Munch del peso de sus iconos y mostrar su obra con la complejidad y universalidad que merece. Con un total de 80 cuadros (42 prestados por el Museo Munch de Oslo, 23 de colecciones internacionales, 3 del dep¨®sito de Carmen Thyssen y el Atardecer del propio museo) se recorren todos aquellos temas a los que el artista volvi¨® una y otra vez y sobre los que experiment¨® las t¨¦cnicas m¨¢s innovadoras: melancol¨ªa, muerte, mujer, melodrama, amor, vitalismo y desnudos.
Guillermo Solana, director art¨ªstico del Museo Thyssen, recuerda que aunque ahora sea uno de los artistas m¨¢s conocidos por todo el mundo, a Munch la fama le lleg¨® no hace mucho tiempo. Tiene que ver con la exposici¨®n que en 1951 le dedic¨® la Tate de Londres y sobre la que el pintor y poeta austr¨ªaco Oskar Kokoschka manifest¨® su deseo de que ese gran maestro lograra un lugar reconocido en el mundo del arte. ¡°Su reconocimiento¡± lamenta Solana, ¡°lleg¨® de manera tard¨ªa y devastadora: a base de simplificaciones y malentendidos que han da?ado la percepci¨®n de su obra. La gente se ha quedado con que era un ser atormentado, alcoholizado y loco como Van Gogh y se ha producido la iconizaci¨®n global de algunas de sus figuras, como El Grito, que hasta se utiliza como emoticono. La industria de la cultura funciona concentr¨¢ndose en unos pocos nombres y de ellos, solo se dan a conocer unas cuantas obras. Creo que no se ha hecho justicia a la complejidad de Munch porque se le ha confinado a la etapa juvenil de la d¨¦cada de los 90 del XIX, como un protoexpresionista. Y nos olvidamos de que despu¨¦s de su salida del psiqui¨¢trico y su vuelta a Oslo sigui¨® trabajando durante medio siglo, un tiempo de absoluta plenitud¡±.
Paloma Alarc¨®, jefa de conservaci¨®n de pintura moderna del Thyssen y Jon Ove Steihaug, director de colecciones del Munch Museet, han comisariado conjuntamente la exposici¨®n; un proyecto al que Alarc¨® le ha dedicado los ¨²ltimos tres a?os y que gira en torno a los aspectos m¨¢s desconocidos de la fuerza creadora de Munch y su capacidad de sintetizar las obsesiones del hombre moderno. Sin orden cronol¨®gico, la exposici¨®n mezcla obras de diferentes a?os, en funci¨®n de los temas tratados por el artista ya que si algo le caracteriza es la repetici¨®n tem¨¢tica y la experimentaci¨®n t¨¦cnica. ¡°Las obras no acababan en s¨ª mismas, sino que se sumaban unas a otras. Lo que contaba eran los nuevos hallazgos. En Munch puede hablarse de un eterno retorno. Como ocurre con las obras teatrales de su amigo Ibsen, los finales est¨¢n siempre abiertos¡±, resume la comisar¨ªa. "Alterna la pintura con otros m¨¦todos de manera grandiosa. Se puede asegurar que con la xilograf¨ªa, Munch realiz¨® los grandes grabados del siglo XX".
En Munch los finales est¨¢n siempre abiertos
Otra constante de su obra es la Naturaleza, en la que se integr¨® de manera arm¨®nica a su vuelta del sanatorio de Copenhague, en el que estuvo ingresado unos ocho meses. Aunque nacido en la peque?a localidad de L?ten, con solo un a?o se traslad¨® junto a su familia a Oslo, la ciudad que ¨¦l consideraba como propia. Hijo de un m¨¦dico militar y de una criada profundamente religiosos, fue el segundo de cinco hermanos. A los cinco a?os, su madre muri¨® de tuberculosis y ¨¦l desarroll¨® un terrible p¨¢nico a la enfermedad y a la muerte, un miedo que se multiplic¨® con la muerte de su amada hermana Johanne Sophie, a los quince a?os, tambi¨¦n de tuberculosis. El ni?o Edvard fue un ni?o enfermizo que sufri¨® de fiebre asm¨¢tica cr¨®nica, ataques graves de fiebre reum¨¢tica y ya de joven una crisis mental agudizada por el alcoholismo y el juego. Por miedo a la enfermedad decidi¨® que nunca tendr¨ªa hijos a los que transmitir sus genes enfermos, lo que complic¨® su relaci¨®n las mujeres hasta el punto de que despu¨¦s de varias relaciones tormentosas, muri¨® solo en su casa de Oslo. La Naturaleza se convirti¨® en la aliada de su vida y fuente constante de inspiraci¨®n.
Otra constante de su obra es la Naturaleza, en la que se integr¨® de manera arm¨®nica a su vuelta del sanatorio a Copenhague
Aunque instalado en Oslo, viaj¨® mucho a Alemania y se relacion¨® all¨ª con los artistas de su generaci¨®n. "Se le considera fundamental para el Expresionismo alem¨¢n", explica Paloma Alarc¨®, "pero su alma era noruega y sus sitios queridos impregnan toda su obra. En 1909 regres¨® y vivi¨® en Oslo hasta el final de sus d¨ªas".
De su vinculaci¨®n con Alemania habl¨® tambi¨¦n el director del Museo Munch de Oslo, Stein Henrichsen. "La mayor parte de sus amigos y patrocinadores fueron alemanes. Dej¨® de ir cuando los nazis subieron al poder. Ya entonces se entr¨® exclusivamente en Noruega, aunque una gran parte de su enorme producci¨®n la realiz¨® en Berl¨ªn¡±. Por ejemplo, se asegura que la primera versi¨®n de El Grito, compendio de todas sus angustias, la pint¨® en Berl¨ªn aunque la escena la vivi¨® en Noruega. Muy posible porque como ¨¦l mismo escribi¨®: "No pinto lo que veo, sino lo que vi".
Henrichsen concluy¨® asegurando que el precio de la obra de Munch sigue estando al alza. ¡°Hace poco he visto como uno de sus grabados se vend¨ªa en 120 millones de euros. Sube cada vez m¨¢s, pero lo que a m¨ª me importa es que su obra se pueda contemplar en todo su esplendor, tal como se ha hecho con esta exposici¨®n¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.