M¨¦xico admira al periodista que no se qued¨® sentado
El presentador Jorge Ramos suma simpat¨ªas por su enfrentamiento con Trump
M¨¦xico y Estados Unidos mantienen la frontera con el tr¨¢fico de personas y comercial m¨¢s intenso del mundo. Al menos uno de cada tres mexicanos tiene un familiar en EE?UU. Y los paisanos que viven en lo que en mexicano se dice ¡°El Norte¡± suman m¨¢s de 35 millones de personas. As¨ª que cuando Donald Trump llam¨® a los inmigrantes de este pa¨ªs ¡°violadores y criminales¡± no pas¨® desapercibido. Si hubiera una imagen que describiera la indignaci¨®n que despert¨® ser¨ªa el gesto del periodista, tambi¨¦n de origen mexicano, Jorge Ramos. El presentador de Univisi¨®n se levant¨® y pregunt¨® a Trump cu¨¢l era el plan que ten¨ªa para deportar, como ha declarado, a 11 millones de sin papeles, de llegar a la Casa Blanca. La an¨¦cdota lo convirti¨® en un h¨¦roe instant¨¢neo para muchos mexicanos.
Uno de ellos es Mart¨ªn, un portero de unos cincuenta a?os que trabaja jornadas de 24 horas ininterrumpidas un d¨ªa s¨ª y el otro no. Las alterna con otro hombre de lunes a domingo. En M¨¦xico no hay fines de semana, ni bajas ni prestaciones socialdem¨®cratas. La mayor¨ªa de los mexicanos trabajan hasta que se acaba la vida: el 59% de los empleados del pa¨ªs trabaja en la informalidad y el salario m¨ªnimo por ley es el m¨¢s bajo de la OCDE. Mart¨ªn confiesa que, hace a?os, estudi¨® algunos semestres de licenciatura, pero que los caminos de la vida le llevaron a mantener un trabajo que, digamos, es com¨²n en M¨¦xico, un pa¨ªs con prestaciones sociales que ha provocado elogios del Partido Comunista Chino y m¨¢s de 55 millones de pobres (casi la mitad de su poblaci¨®n).
Cuando abri¨® el peri¨®dico, el de papel, y ley¨® el encuentro entre Ramos y Trump, se convirti¨® en inmediato admirador del periodista estadounidense nacido en M¨¦xico. ¡°Este hombre debe de estar o muy apalancado [con influencias] o quiere mucho su trabajo¡±, glosa Mart¨ªn. Y no es el ¨²nico.
Ramos se ha convertido en el portavoz de una indignaci¨®n profundamente mexicana. El periodista que, seg¨²n lo calific¨® The New Yorker, decidi¨® no sentarse y, apalancado o no, puso voz a los que no tienen voz en M¨¦xico.
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