Canto a la solidaridad
Decir Domund es hacer un canto a la universalidad de la humanidad, donde no hay ni fronteras ni acepci¨®n de personas, sino una familia humana en la que todos son solidarios entre s¨ª
Desde el a?o 1926 se celebra en la Iglesia universal, el pen¨²ltimo domingo de octubre, la Jornada Mundial de las Misiones, m¨¢s conocida como Domund. Su finalidad es poner en escena una de las caracter¨ªsticas esenciales de la Iglesia cat¨®lica, la universalidad. Su celebraci¨®n puede considerarse como un ¡°buque insignia¡±.
La actividad misionera de la Iglesia cat¨®lica desde sus or¨ªgenes tiene esta connotaci¨®n fundamental. ¡°Id por todo el mundo...¡± fue el encargo que Jes¨²s hizo a los disc¨ªpulos. Lo que fueron unos inicios aparentemente insignificantes ha alcanzado resonancia en toda la humanidad, sin fronteras geogr¨¢ficas ni limitaciones humanas y sociales. Su dimensi¨®n universal se refiere tanto a sus protagonistas en la acci¨®n, como a los destinatarios del mensaje y, por supuesto, a los recursos para la difusi¨®n.
Universalidad que afecta, como protagonistas de la actividad misionera, a todos los bautizados. En el Mensaje que ha publicado para esta ocasi¨®n, el papa Francisco recuerda que ¡°cada bautizado est¨¢ llamado a dar testimonio del Se?or Jes¨²s proclamando la fe que ha recibido como un don¡±. Siguiendo la ense?anza del Papa, la Iglesia tiene las puertas abiertas no s¨®lo para entre quien as¨ª lo desee, sino para que los que han entrado salgan a proponer ¡ªnunca imponer¡ª a otros la Buena Nueva. Entre ellos, algunos ¡ªno pocos¡ª son enviados a otros lugares a anunciar el mensaje de Jes¨²s. Podemos dar fe de que algunos de nuestros familiares o amigos han sido enviados a esta tarea de ser misioneros. En la actualidad, cerca de 13.000 hombres y mujeres, compatriotas nuestros, est¨¢n viviendo esta aventura de ser misioneros en cualquier rinc¨®n del mundo. Un tanto por ciento muy elevado de ellos est¨¢n en el continente americano, pero m¨¢s de 1.500 se encuentran en ?frica, cerca del millar en Asia, y tambi¨¦n se pueden localizar en buen n¨²mero tanto en Europa como en Ocean¨ªa.
Universalidad por los destinatarios. Son los hombres y mujeres del mundo. ¡°Hasta los confines de la tierra¡± es el mandato de Jes¨²s. La historia de la evangelizaci¨®n muestra que los misioneros no conocen fronteras. El papa Francisco ha acu?ado una expresi¨®n: las ¡°periferias existenciales¡± de la humanidad. A ellas se refiere en su Mensaje. Por una parte, reconoce que la humanidad tiene necesidad del Evangelio. El hombre es capaz de conocer a Dios, y quien lo ha encontrado tiene el deber de hacer part¨ªcipes a los dem¨¢s de este hallazgo. Pero da un paso m¨¢s, al priorizar a los genuinos destinatarios de la Buena Noticia: ¡°?Qui¨¦nes son los destinatarios privilegiados del anuncio evang¨¦lico? La respuesta es clara y la encontramos en el mismo Evangelio: los pobres, los peque?os, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen c¨®mo pagarte¡±. Tenemos la certeza de que siempre encontraremos a los misioneros en los ¨¢mbitos sociales m¨¢s pobres sin excluir a nadie, porque en todas y en cada una de las personas se halla la semilla de Dios.
Los donantes pueden estar seguros de que sus aportaciones llegan a los m¨¢s necesitados, aunque no tengan ni siquiera voz para pedir
Universalidad en el destino y reparto de las ayudas ¡ªespirituales y materiales¡ª que la Iglesia cat¨®lica hace llegar a las personas con las que el misionero comparte su existencia. Las Obras Misionales Pontificias tienen la misi¨®n de recibir las aportaciones de los fieles de todo el mundo, para su distribuci¨®n equitativa entre los 1.109 territorios de misi¨®n donde trabajan los misioneros ¡ªel 38% de la Iglesia cat¨®lica¡ª. La aparente centralidad de este procedimiento busca erradicar los particularismos y las dependencias respecto a pa¨ªses o instituciones con m¨¢s recursos. Los donantes que, con ocasi¨®n del Domund, comparten sus bienes con los misioneros pueden estar seguros de que ¨¦stos no solo llegan a su destino, sino de que llegan a los m¨¢s necesitados, aunque no tengan ni siquiera voz para pedir. Corresponde a los misioneros, bajo la mirada vigilante de quien gobierna la Iglesia, la distribuci¨®n equitativa de las generosas aportaciones que los donantes entregan con ocasi¨®n del DOMUND, o a lo largo del a?o.
Cuando en la sociedad estamos tan preocupados del respeto a la singularidad y procurando un exquisito respeto a la diversidad, la Jornada Mundial de las Misiones aparece como la ocasi¨®n de abrir el coraz¨®n a la universalidad y ser sol¨ªcitos con los otros para compartir con ellos lo que hemos recibido gratuitamente. Decir Domund es hacer un canto a la universalidad de la humanidad, donde no hay ni fronteras ni acepci¨®n de personas, sino una familia humana en la que todos son solidarios entre s¨ª.
Anastasio Gil Garc¨ªa es Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias en Espa?a
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