Sinatra contra Talese, duelo de titanes
Gay Talese ten¨ªa 32 a?os cuando la revista Esquire le encarg¨® el famoso perfil de Frank Sinatra que 50 a?os despu¨¦s de publicado sigue consider¨¢ndose un pieza can¨®nica Un nuevo libro de la editorial Taschen rememora la g¨¦nesis de aquel gran reportaje
Que un cantante est¨¦ resfriado no parece una noticia demasiado trascendente, como mucho representa un contratiempo si ello le obliga a cancelar alg¨²n concierto; nada, en fin, de lo que no puedan recuperarse ¨¦l y su p¨²blico o los promotores involucrados. Y en cambio, durante unos d¨ªas del invierno de 1965, Frank Sinatra estuvo resfriado y de ello se enteraron no solo sus 75 empleados directos, su legi¨®n de amigos y protegidos y todos los que ten¨ªan trato con ellos ¨Csecretarias, camareros m¨²sicos, taxistas, traficantes, escorts¡¨C, sino que meses despu¨¦s, en abril del siguiente a?o, se enteraron asimismo miles de lectores de la revista Esquire al encontrarse en sus p¨¢ginas un largo art¨ªculo, firmado por un tal Gay Talese, que se titulaba precisamente as¨ª: Frank Sinatra est¨¢ resfriado. El t¨ªtulo, puesto por el director de la revista, si bien exacto cuando se prepar¨® el art¨ªculo, era tan solo una frase llamativa. La verdad era m¨¢s compleja.
Adem¨¢s de constipado, en esos momentos Sinatra estaba de mal humor, preocupado por las consecuencias que pod¨ªa acarrear a su reputaci¨®n un reportaje no autorizado sobre ¨¦l que la cadena televisiva CBS se dispon¨ªa a emitir.
Gay Talese ten¨ªa 32 a?os cuando la revista Esquire le encarg¨® el famoso perfil de Frank Sinatra que 50 a?os despu¨¦s de publicado sigue consider¨¢ndose un pieza can¨®nica del llamado nuevo periodismo norteamericano, ese modo de hacer reporterismo a lo grande que, apadrinado por escritores tan solventes como Truman Capote y auspiciado por la generosidad de editores de prensa dispuestos a asumir los gastos a veces astron¨®micos de art¨ªculos que exig¨ªan meses de trabajo, tomaba t¨¦cnicas de la literatura de ficci¨®n para dar a los temas tratados una holgura y profundidad de las que la pieza period¨ªstica convencional carec¨ªa.
Gay Talese compart¨ªa con Frank Sinatra una atildada forma de vestir hipertrofiadamente cl¨¢sica, rayana en el dandismo
Talese compart¨ªa con Sinatra el origen italiano de sus padres emigrantes, una atildada manera de vestir hipertrofiadamente cl¨¢sica, rayana en el dandismo, y sobre todo un momento vital que, pese a la diferencia de edad ¨CSinatra entonces estaba a punto de cumplir los 50¨C, guardaba una evidente semejanza: ambos estaban presionados. Sinatra porque, p¨²blicamente cuestionado por su romance con la jovenc¨ªsima Mia Farrow y sus supuestos contactos con la mafia, trataba de sobrevivir como estrella a la mudanza de gustos provocada por la irrupci¨®n de la nueva ola pop representada por los Beatles, y Talese porque, tras 10 a?os trabajando como redactor de deportes en The New York Times, intentaba asentarse como escritor de grandes reportajes gracias al contrato con Esquire. El primer texto de esa colaboraci¨®n iba a ser la pieza sobre Sinatra. Aunque esta incluir¨ªa una entrevista, el modo de trabajo de Talese no se basaba en el uso de la grabadora, de hecho no la usaba, sino en crear, a lo largo de varios almuerzos o cenas, las condiciones propicias para que el personaje se explayara mientras ¨¦l tomaba notas mentales de las palabras, de los gestos que las acompa?aban y de cuanto su agudo sentido de la observaci¨®n le permitiera retener. Lo que no estaba previsto es que la entrevista pactada, y para la cual se desplaz¨® de Nueva York a Los ?ngeles, nunca se producir¨ªa. Mientras el jefe de prensa de Sinatra le daba largas con la promesa difusa de realizarla cuando la estrella se recuperara, Talese qued¨® varado en Los ?ngeles, entretenido en entrevistar a gentes del entorno de Sinatra. Dos semanas despu¨¦s se hab¨ªa gastado m¨¢s de 2.000 d¨®lares y solo hab¨ªa conseguido ver a Sinatra de lejos en un plat¨® televisivo. Sin embargo, cuando llam¨® al editor de la revista para ponerle al corriente, la respuesta de este fue que siguiera adelante con lo que tuviera entre manos. El art¨ªculo se har¨ªa aunque fuera sin la contribuci¨®n de Sinatra.
Gay Talese se qued¨® un total de cinco semanas en Los ?ngeles, entrevist¨® a m¨¢s de cien personas, rellen¨® 200 p¨¢ginas de notas, pas¨® al Esquire gastos por 5.000 d¨®lares y tras seis semanas de encierro en Nueva York ten¨ªa listas las 50 p¨¢ginas mecanografiadas del perfil de Sinatra sin haber cruzado una sola palabra con ¨¦l. No solo eso: pese a que, con explicativos flash-backs sobre diferentes aspectos de su vida, en el art¨ªculo segu¨ªa a Sinatra por garitos nocturnos, combates de boxeo, estudios de grabaci¨®n y restaurantes, por casinos, oficinas y habitaciones de hotel, y hasta en la soledad de su propia casa; pese a que en ocho precisas escenas lo describ¨ªa alternativa o sucesivamente moh¨ªno y col¨¦rico y en guardia y aliviado y alegre, dando fuego con ausente galanter¨ªa en su club de Beverly Hills a dos entretenidas ya maduras, provocando en el billar del mismo club a un guionista solo porque le parec¨ªa mal vestido, flirteando ir¨®nicamente con su controladora madre por tel¨¦fono, viendo en compa?¨ªa de su exmujer y los hijos de ambos el temido y al final ?inofensivo reportaje de la CBS, cogiendo su jet particular para volar a Palm Springs, perdiendo en una mesa de blackjack 600 d¨®lares de una tacada, aguantando con temple las impertinencias de un c¨®mico en un espect¨¢culo de Las Vegas, d¨¢ndose el lote sobre la arena de una playa en la ¨²ltima secuencia del rodaje de una pel¨ªcula o bebiendo de parranda con sus amigotes del Rat Pack, el grupo de cr¨¢pulas del cual formaban parte, adem¨¢s de ¨¦l mismo, Dean Martin, Joey Bishop, Eddie Fisher o Sammy Davis Jr.; pese a que en cada escena descrita Talese daba cuenta de las modulaciones de su humor y pon¨ªa en su boca frases y gestos en su cuerpo y pensamientos en su pensamiento, por extra?o que parezca, tras aquel fugaz vislumbre en el plat¨® televisivo ¨²nicamente vio a Sinatra, y de lejos, dos veces: en un combate de boxeo y durante unos pocos segundos la noche del club de Beverly Hills en que dio fuego de forma autom¨¢tica a dos acompa?antes ya maduras. Todo lo dem¨¢s era cierto, o al menos aproximadamente cierto, salvo por el detalle de que ¨¦l no lo hab¨ªa presenciado. Un detalle nimio, ya que, aunque la impresi¨®n del lector sea la contraria, en ninguna frase afirmaba haberlo hecho.
Otra de las escenas que no es una reconstrucci¨®n a partir del testimonio de terceros ocurri¨® en el Jilly¡¯s Saloon de Nueva York meses antes de que a Talese le encargaran el reportaje. La escena tiene su miga por dos razones: la primera, porque Talese describe a Sinatra como si fuera un capo de la Mafia, un hombre de respeto siciliano al que docenas de personas de diversa condici¨®n, llegadas de todos los rincones italianos de Nueva York, se acercan ritualmente a rendirle pleites¨ªa mientras ¨¦l, escoltado por una guardia de ¨ªntimos, grad¨²a sus demostraciones de afecto mediante gui?os o elevaciones de cabeza o saludos de mano, seg¨²n cual sea su cercan¨ªa con cada una; la segunda, porque ello le permite introducir un tema que sobrevuela todo el art¨ªculo, el de la personalidad escindida de Sinatra, su ser fluctuante y complejo: por un lado, el Sinatra social, capaz de bromear como uno m¨¢s con productores, actores y gentes del espect¨¢culo, el Sinatra desparpajado que encandila con sus chistes a millones de estadounidenses en sus shows televisivos, acostumbrado a moverse en convenciones del Partido Dem¨®crata; y por otro, el rey sin corona que despierta lealtades indubitables, dispensa favores a los suyos, conoce sus intimidades y los socorre con pr¨®diga generosidad cuando lo necesitan o, por el contrario, los castiga con la expulsi¨®n de su amparo si cometen la m¨ªnima traici¨®n. Tambi¨¦n el Sinatra que supo desembarazarse de su primera mujer sin cortar los lazos de afecto con ella y el que perdi¨® la raz¨®n y casi la vida en sus tempestuosos amor¨ªos con Ava Gardner, el que en un repentino arranque de ira es capaz de humillar a cualquiera y el que se involucra en toda suerte de causas sociales, el que llama ¡°p¨¢jaro¡± a su sexo y hace pueriles bromas a su costa y el f¨¦rreo vigilante de su propia dignidad que no se despeina ni arruga el traje cuando est¨¢ borracho, el solitario embebido de s¨ª mismo y el que necesita vivir rodeado y recibir aplausos, el que cuenta con innumerables razones para ser feliz y el que, siempre tenso, no se lo permite.
Hace seis a?os, en una entrevista con el Paris Review en la que le preguntaron por su c¨¦lebre perfil sobre Sinatra, Gay Talese conjeturaba que este colabor¨® con ¨¦l en silencio, pues no pudo no enterarse de sus investigaciones y aun as¨ª le dej¨® hacer al permitir que hablara incluso con su madre. Si fue as¨ª, no cabe atribuirlo a falta de c¨¢lculo por parte de Sinatra, pues no era alguien que dejara nada al albur. Tal vez juzgara a Talese con benevolencia por considerarlo una especie de compinche literario o simplemente le gustara su manera de vestir. No se equivoc¨®. A Sinatra le quedaban 30 a?os de dulce declive, y a Talese, muchos reportajes que terminaron por convertirlo en uno de los grandes escritores de prensa norteamericanos.
El libro Frank Sinatra Has a Cold, con texto de Gay Talese y fotograf¨ªas de Phil Stern (Taschen), es una edici¨®n limitada de 5.000 copias firmadas por Talese.
elpaissemanal@elpais.es
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