M¨¢s neuronas, menos hormonas
Ha alojado a los grandes escritores y las divas eleg¨ªan ¡®Playboy¡¯ para iniciarse en el desnudo. Ahora Hugh Hefner ha decidido cambiar el rumbo de su ic¨®nica revista
Hugh Hefner ha abjurado de la f¨®rmula hormonas + neuronas. No por senectud (89 a?os) ni por mojigater¨ªa, sino porque la sociedad hipersexualizada, Internet y la agon¨ªa de la mujer objeto desdibujan la expectaci¨®n que anta?o suscitaba un desnudo aunque fuera como se?uelo o como pretexto de una revista provocadora.?
Provocadora de cintura para abajo y de cintura para arriba, Hefner compagin¨® la erotoman¨ªa con la literatura de vanguardia en un juego de espejos subliminal. Puso la revista a disposici¨®n de Ernest Hemingway, igual que desvisti¨® en la portada a Margaux, la nieta del escritor, cultivando un lector masculino urbanita, que expiaba los pecados de la carne con el sobreesfuerzo intelectual. Fuera para leer por entregas Farenheit 451, la novela visionaria de Ray Bradbury, o fuera para descubrir la prosa escandalosa de la beat generation.
No volver¨¢ a suceder desde marzo de 2016. No volver¨¢ a ocurrir que Playboy se recree en las playmates que desnudaron el puritanismo. Hefner neutraliza las conejitas. Y pretende arraigar su revista en un p¨²blico m¨¢s heterog¨¦neo, entre otras razones porque ¡°la tecnolog¨ªa ha cambiado y cambiar¨¢ radicalmente nuestras vidas¡±.
Lo escrib¨ªa Arthur C. Clarke en un art¨ªculo de Playboy publicado en diciembre de 1960. No imaginaba el sabio que pudiera convocarse una mujer desnuda haciendo clic en el smartphone, pero la transformaci¨®n a la que elud¨ªa el padre de 2001, una Odisea en el espacio en el embri¨®n de las ciencias aplicadas demuestra que Hefner cuidaba su revista m¨¢s all¨¢ de la exuberancia de la portada.
De otro modo, el n¨²mero de diciembre de 1960 no hubiera alojado un relato de Alberto Moravia, ni contenido un art¨ªculo de Truman Capote ni otro de Georges Simenon, ni hubiera reflexionado sobre la sobreactuaci¨®n del odio en una columna de Marshall McLuhan ni hubiera incluido como estrambote un poema de Goethe traducido al ingl¨¦s. Quiere decirse que la revista se ve¨ªa y tambi¨¦n se le¨ªa. Y que su r¨¦cord de ventas en la d¨¦cada de los setenta ¡ªsiete millones de ejemplares¡ª no pod¨ªa explicarse ¨²nicamente desde la devoci¨®n masculina a las portadas. Empezando por la que Marilyn Monroe, vestida, protagoniz¨® en 1953 en la inauguraci¨®n de la publicaci¨®n y expuesta a las intenciones editoriales de Hefner: ¡°Playboy, entretenimiento masculino¡±.
El editor cuidaba su publicaci¨®n m¨¢s all¨¢ de la exuberancia de la portada, apostaba adem¨¢s por los debates m¨¢s pol¨¦micos
No pod¨ªa eternizarse la f¨®rmula ni sobreponerse a los debates del machismo, pero no convendr¨ªa caricaturizar a Hefner como un precursor de Benny Hill en su posici¨®n discriminatoria ni sexista. El sexo era un tab¨² cuando el padre de Playboy, educado en un ambiente ultracristiano, desafi¨® el pudor y la intimidaci¨®n macarthysta, del mismo modo que la revista abundaba en los debates m¨¢s pol¨¦micos de la sociedad ¡ªla guerra de Vietnam, el racismo...¡ª, muchos de ellos expresados por escritoras de la envergadura de Nadine Gordimer, Joyce Carol Oates o Margaret Atwood.
Es la raz¨®n por la que revest¨ªa importancia colocar en la portada a Darine Stern, la primera mujer negra que acced¨ªa al olimpo de las conejitas. Una reivindicaci¨®n m¨¢s pol¨ªtica que er¨®tica consumada en 1971 y que deriv¨® las intenciones de Hefner al esc¨¢ndalo intencionado. Por ejemplo, cuando autoriz¨® en 2006 la apertura de la franquicia de Playboy en Indonesia, el pa¨ªs musulm¨¢n m¨¢s poblado del mundo y uno de los m¨¢s estrictos en la observancia de la moral. Era tan grande la competencia ¡ªLife, Time, The New Yorker, Esquire¡ª, que Hefner decidi¨® recrearse en la coreograf¨ªa de los siete velos. Pagaba mejor que nadie a los escritores ¡ªUpdike, Norman Mailer, Nabokov, Garc¨ªa M¨¢rquez¡ª y los convert¨ªa en una garant¨ªa intelectual que prestigiaba el desahogo del porno-soft.
Semejantes condiciones explican que las divas de la sociedad medi¨¢tica eligieran Playboy para iniciarse en el desnudo, m¨¢s o menos como si estuvieran rindiendo culto a Marilyn Monroe y como si las garant¨ªas de los fot¨®grafos de leyenda transformaran la sesi¨®n en una obra de arte.
Fue el caso de Sharon Stone en la portada premonitoria de 1990 ¡ªquedaban dos a?os para Instinto b¨¢sico¡ª y el hito de Kate Moss en el n¨²mero del sexag¨¦simo aniversario, pero no estaba claro que los golpes de escena ¡ªCindy Crawford, Madonna, Naomi Campbell¡ª ni los momentos esperp¨¦nticos ¡ªla mujer de Jean Marie Le Pen y la de Homer Simpson¡ª fomentaran la multiplicaci¨®n de ejemplares. Primero, porque las im¨¢genes pirateadas circularon en menoscabo de la fuente original. Y en segundo lugar, porque estaba ¡ªest¨¢¡ª emp¨ªricamente demostrado que los sujetos entre 18 y 34 a?os consideran el quiosco un lugar sospechoso, fetichista, impropio de concederle una visita o unos d¨®lares.
Se explica as¨ª la dif¨ªcil coyuntura en la que Hefner ha decidido el cambio. Playboy mantiene 800.000 ejemplares. No est¨¢ claro cu¨¢ntos lectores van a reprocharle la renuncia a los desnudos. Ni cu¨¢ntos van a sentirse atra¨ªdos por una revista que ya no puede abastecerse de la ebullici¨®n literaria con que Playboy marc¨® un hito e inici¨® a tantos adolescentes en las madrigueras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.