Una ley ¡®antirrobo¡¯ de salarios
Pedro S¨¢nchez ha dado ¨®rdenes para que su equipo diga que no derogar¨¢ la reforma laboral si llega al poder. Los ciudadanos est¨¢n hartos de agendas ocultas
El candidato del PSOE, Pedro S¨¢nchez, ha encomendado a su equipo econ¨®mico que vaya informando a los electores de que, si llega a la presidencia del Gobierno, no derogar¨¢ la reforma laboral puesta en pie por el Partido Popular, como hab¨ªa prometido en varias ocasiones, sino que retocar¨¢ algunos de sus aspectos. Desde luego, es mucho mejor que el se?or S¨¢nchez rectifique ahora, antes de acudir a las urnas, que despu¨¦s, porque los ciudadanos est¨¢n hartos de agendas ocultas, pero puesto a hacerlo ser¨ªa muy de desear que fuera el propio candidato socialista el que explicara, a las claras y sin pa?os calientes, por qu¨¦ ha cambiado tan radicalmente de posici¨®n.
Ser¨ªa muy de desear que fuera el propio candidato socialista el que explicara, a las claras y sin pa?os calientes, por qu¨¦ ha cambiado tan radicalmente de posici¨®n
Los dirigentes pol¨ªticos hacen frente a un serio problema de credibilidad (el 90% ha dado muy mala fama al 10% restante, como dec¨ªa un secretario de Estado norteamericano) y los ciudadanos reclaman l¨ªderes pol¨ªticos que no escurran el bulto. Si el se?or S¨¢nchez se precipit¨® al anunciar que derogar¨ªa la important¨ªsima reforma laboral (?qu¨¦ sucede con otras derogaciones como la ley de educaci¨®n de Wert, la ley mordaza o la reforma del C¨®digo Penal, igualmente prometidas?) debe reconocerlo y explicarlo cuanto antes. Entre otras cosas, porque eso permitir¨ªa abrir el debate sobre el problema m¨¢s serio que tiene la econom¨ªa y la sociedad espa?ola y sobre el que deber¨ªa girar la campa?a electoral: la p¨¦sima situaci¨®n del mercado de trabajo, con tres terribles heridas: el paro de larga duraci¨®n sin prestaciones, los salarios que no permiten salir de la pobreza y la precariedad, que lleva a millones de personas, sobre todo j¨®venes, a depender de trabajos intermitentes que suponen unas pocas horas a la semana, o al mes, a menudo sobreexplotados.
Para estos ¨²ltimos, para los contratos precarios y abusivos, quiz¨¢s no ser¨ªa mala idea implantar lo que en algunos Estados de EE UU se llama muy gr¨¢ficamente ley de prevenci¨®n de robo de salarios por el que se obliga a los empleadores, bajo multa o en determinados casos, condena penal, a entregar a cada trabajador el primer d¨ªa una notificaci¨®n oficial con salario, incluyendo pago de horas extraordinarias, nombre oficial del empleador y otra serie de datos.
La situaci¨®n del empleo en Espa?a es lamentable y c¨®mo hacer frente a esa realidad debe ser una pieza fundamental de los programas electorales
Volvamos a Espa?a: casi cuatro millones de personas (sobre los 23 millones que supone la poblaci¨®n activa) lleva en paro m¨¢s de un a?o. Aproximadamente, 2,5 millones son parados de larga duraci¨®n que no reciben ninguna prestaci¨®n. Seg¨²n la web Nada es gratis, el Gobierno actual prev¨¦ una ca¨ªda dos veces mayor en el gasto por prestaciones respecto a la ca¨ªda del desempleo, es decir, que la cifra de parados sin prestaci¨®n no va a dejar de aumentar en los pr¨®ximos a?os.
Con estos datos en la mano, no se puede decir que no tiene importancia el volumen de la indemnizaci¨®n por despido (que ha pasado de 45 a 20 d¨ªas), como afirma S¨¢nchez. La tiene, y muy seria, si el paro de larga duraci¨®n sigue creciendo, o se enquista, y si ese sector de la poblaci¨®n sigue siendo despose¨ªdo de prestaciones.
La situaci¨®n del empleo en Espa?a es lamentable y c¨®mo hacer frente a esa realidad (relacionada ineludiblemente con el sistema educativo) debe ser una pieza fundamental de los programas electorales. No basta con mencionar medidas gen¨¦ricas o un cat¨¢logo de buenas intenciones. Hace falta que las reformas que se prometan entren en detalle, que est¨¦n apoyadas en datos y previsiones y que garanticen un sistema de rendici¨®n de cuentas peri¨®dico, para conocer p¨²blicamente qu¨¦ resultados van dando. Porque hasta ahora la realidad que predicen los gobernantes (y los economistas llamados neocl¨¢sicos) no es la que observamos los ciudadanos. solg@elpais.es
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