El misterio de las palabras
La receta del m¨¦dico o los grafitis son los ¨²ltimos reductos de la escritura a mano en la vida p¨²blica. Hay quienes incluso cuestionan su ense?anza en los colegios Sin embargo, ni la m¨¢quina de escribir ni la pantalla son reflejo de nuestra individualidad. Dos exposiciones en la Biblioteca Nacional de Madrid recuperan los trazos m¨¢s bellos
nota mi direcci¨®n¡±. ¡°No: m¨¢ndamela por SMS¡¡±. Este di¨¢logo actual refleja muy bien el retroceso de la escritura a mano. Un padre a¨²n puede escribir a sus hijos instrucciones para la cena en una nota en la nevera, pero m¨¢s probablemente se las enviar¨¢ tecleando en su m¨®vil. En la vida p¨²blica, el ¨²ltimo reducto del manuscrito es la receta del m¨¦dico, esos garabatos que solo el farmac¨¦utico puede descifrar. O quiz¨¢ los grafitis en los muros: consignas pol¨ªticas, declaraciones amorosas o los barrocos tags de los grafiteros. No es de extra?ar, pues, que haya quien proponga que los colegios dejen de ense?ar a escribir y lo sustituyan por clases de uso del teclado y escritura a dos pulgares. En el terreno digital, las tabletas, que por su peque?o tama?o tienen teclados inc¨®modos, pueden coexistir con la escritura manual: algunas transforman lo que se escribe con un l¨¢piz especial sobre la pantalla en texto ¡°de ordenador¡±.
A diferencia del habla, que es una funci¨®n natural, la escritura es artificial. Un ni?o en contacto con hablantes de cualquier lengua la adquirir¨¢ sin darse cuenta. Pero la escritura es un c¨®digo creado por la civilizaci¨®n, a veces independientemente, como ocurri¨® con siglos de diferencia en Mesopotamia y Centroam¨¦rica. Hay escrituras alfab¨¦ticas (la del espa?ol, que es casi fon¨¦tica, o la hebrea, solo de consonantes), las hay que representan s¨ªlabas (como el hiragana japon¨¦s) y otras en las que un car¨¢cter puede tener una parte sem¨¢ntica y otra fon¨¦tica (como el chino).
Casi todas las culturas escritas tienen ciertas formas de uso cotidiano y otras cuidadas y que se consideran m¨¢s bellas: estas constituyen la caligraf¨ªa. En Occidente, la letra recargada y llena de adornos se us¨® b¨¢sicamente para documentos oficiales (y a¨²n queda un eco en ciertos diplomas y t¨ªtulos), pero en China es un arte practicado hasta nuestros d¨ªas.
Con la aparici¨®n del ciudadano moderno en el siglo XVIII se extendi¨® la alfabetizaci¨®n, en su doble vertiente: lectura y escritura. Saber escribir serv¨ªa a la gente para llevar sus propios registros (gastos, cosechas, acontecimientos familiares¡). Pero unas capacidades un poco m¨¢s elaboradas, y una letra legible y uniforme, pod¨ªan convertirse en un empleo: escribientes, secretarios y oficios similares, desempe?ados con pluma y tintero sobre un escritorio, que fueron la espina dorsal de la burocracia estatal y de las empresas antes de la difusi¨®n de la m¨¢quina de escribir, en el ¨²ltimo cuarto del siglo XIX.
El dominio de la escritura permiti¨® otra gran revoluci¨®n: la comunicaci¨®n personal. Las novelas del XVIII est¨¢n llenas de notitas y cartas amorosas que permit¨ªan a las almas apasionadas proyectar sus idilios en el tiempo y en el espacio. Cuando al dominio generalizado de la escritura se a?adi¨® un sistema barato y fiable para su transporte, con el servicio estatal de correos (en vez de confiar la carta a un mensajero), la comunicaci¨®n manuscrita estall¨® exponencialmente. La ciudadan¨ªa no solo pod¨ªa redactar por s¨ª misma sus cuitas amorosas, sino que el buz¨®n de correos permit¨ªa confiar an¨®nimamente el mensaje a un sistema r¨¢pido y eficaz. Con la llegada de las tarjetas postales, su uso se dispar¨®: en las dos d¨¦cadas anteriores a la Gran Guerra circularon unos cinco mil millones.
?C¨®mo escrib¨ªa la gente? Los primeros balbuceos del castellano en San Mill¨¢n, el diario de Col¨®n en su viaje a Am¨¦rica, las 10.000 o 20.000 cartas que escribi¨® Teresa de Jes¨²s, la denuncia de G¨®ngora acusando a un inquisidor de relaciones inmorales, los c¨¢lculos para la medida del meridiano de Jorge Juan en Per¨², el borrador de contrato de Larra para que una empresa representara sus obras¡ Todos se escribieron b¨¢sicamente con un cilindro hueco acabado en una punta cortada al bies que se mojaba en un tintero. Pod¨ªa ser una ca?a o una pluma de ave, y posteriormente un soporte rematado en una plumilla de metal. Hasta mediados del siglo pasado, en muchas escuelas espa?olas, plumilla y tinta era lo que se usaba normalmente para aprender a escribir.
stos instrumentos exig¨ªan una determinada posici¨®n de la mano y un ¨¢ngulo constante respecto al papel. Cuando la pluma bajaba, creaba trazos m¨¢s gruesos que cuando se elevaba o iba lateralmente, y eso contribuy¨® a crear un estilo de letra caracter¨ªstico. La letra manuscrita m¨¢s com¨²n era cursiva (inclinada) y ligada (de letras enlazadas unas con otras). Casi cada pa¨ªs ha conservado un estilo propio, seg¨²n su tradici¨®n caligr¨¢fica y su sistema de ense?anza, y adem¨¢s suele haber diferencias entre la escritura de hombres y de mujeres.
La situaci¨®n no cambi¨® mucho ni siquiera cuando el ¨²ltimo cuarto del XIX alumbr¨® la estilogr¨¢fica, b¨¢sicamente una plumilla m¨¢s un dep¨®sito de tinta. La revoluci¨®n lleg¨® con el bol¨ªgrafo (tras la II Guerra Mundial) y el rotulador (popularizado en Jap¨®n hacia 1960), que escrib¨ªan en cualquier ¨¢ngulo respecto al papel, rompiendo la disciplina de la postura¡ y deformando la letra. La proliferaci¨®n actual de ordenadores y dispositivos m¨®viles debe de estar alarmando seriamente a los fabricantes de estos instrumentos, porque Bic, la marca de bol¨ªgrafos francesa que domina el mercado, ha lanzado en Estados Unidos una campa?a a favor de la escritura a mano.
Donde las cosas est¨¢n cambiando es en c¨®mo ense?ar a escribir a los ni?os. El procedimiento cl¨¢sico (que no ha desaparecido del todo) era hacerles trazar hileras de palotes y oes. Luego se copiaban las letras, en min¨²scula y may¨²scula, y despu¨¦s sus combinaciones, para aprender c¨®mo se enlazaban unas con otras. Hoy d¨ªa se tiende, m¨¢s que a trabajar la forma, a enfatizar la producci¨®n de mensajes. La escritura se intenta introducir cuando hay una cierta madurez cognitiva y motriz (cinco-siete a?os). Hay pa¨ªses donde est¨¢ regulado qu¨¦ tipo de letra ense?ar: Finlandia y zonas de Estados Unidos han sido noticia recientemente porque han renunciado a ense?ar la t¨ªpica cursiva escolar, sustituy¨¦ndola por letras aisladas (¡°letra de imprenta¡±). Eso refleja tambi¨¦n la evoluci¨®n de los usos: hoy la mayor¨ªa de los adultos utilizan, en vez de la letra ligada que aprendieron en la escuela, una sucesi¨®n de letras aisladas. La cursiva es m¨¢s r¨¢pida (su nombre viene del verbo latino ¡°correr¡±), pero mucho menos legible. En Espa?a no hay una postura unificada sobre qu¨¦ letra usar y la decisi¨®n queda para cada centro, o incluso para cada profesor. Pero hay una tendencia a la simplificaci¨®n: por ejemplo, las cl¨¢sicas may¨²sculas recargadas de la cursiva se sustituyen por letras de imprenta.
onsideramos necesario seguir ense?ando la letra manuscrita? Hay motivos para contestar afirmativamente. La escritura a mano es aut¨®noma y energ¨¦ticamente independiente: en caso de necesidad, uno puede dejar una nota sobre un trozo de papel, o incluso grabar unas palabras sobre la pared. Pero, adem¨¢s, cuando los ni?os aprenden la letra escolar est¨¢n trabajando unas habilidades motrices finas, que luego podr¨¢n aplicar a otras muchas cosas: atarse los cordones de los zapatos ?o incluso utilizar un teclado! Escribir a mano un texto es una buena forma de memorizarlo.
Las enfermedades mentales pueden influir sobre la letra: algunas provocan que disminuya su tama?o hasta extremos casi ilegibles. Por esa raz¨®n, o tal vez como recurso creativo, el escritor suizo Robert Walser escribi¨® a l¨¢piz much¨ªsimas p¨¢ginas de letra diminuta o microgramas. ?Y ser¨¢ cierto lo opuesto? ?Cuidar la letra puede detener el deterioro mental? Eso pens¨® Rafael S¨¢nchez Ferlosio, quien para superar los da?os que le hab¨ªan causado a?os de consumo abusivo de anfetaminas se dedic¨® a ejercicios caligr¨¢ficos: ¡°Yo creo que la caligraf¨ªa salva del alzh¨¦imer¡±, escribi¨®.
El manuscrito tiene una caracter¨ªstica evidente, comparado con la m¨¢quina de escribir o la pantalla: la individualidad. La letra de una persona es algo exclusivo, como sabe bien el amante que reconoce ya desde el sobre una carta de su amada¡ O el criminal que disfraza su escritura para no ser reconocido. Pero un experto puede distinguir una letra creada espont¨¢neamente de otra disfrazada. Estos analistas de la escritura se llaman ¡°peritos cal¨ªgrafos¡±. Recientemente se ha recurrido a ellos para saber qui¨¦n y cu¨¢ndo escribi¨® los libros de cuentas del exsecretario del PP Luis B¨¢rcenas.
Si uno estudia una determinada letra, ?podr¨ªa sacar conclusiones sobre la psicolog¨ªa de su autor? Los partidarios de la grafolog¨ªa creen que s¨ª, pero hoy se tiende a considerar que carece de base cient¨ªfica. La CIA pidi¨® informes en 1993 para saber si las t¨¦cnicas grafol¨®gicas pod¨ªan decir si una determinada persona se derrumbar¨ªa bajo presi¨®n o si era proclive a hablar demasiado, pero concluy¨® que no.
Nada produce m¨¢s sensaci¨®n de extra?amiento que estar sumido en una escritura ex¨®tica. Por eso se dice en espa?ol que ¡°esto es chino para m¨ª¡±, y en ingl¨¦s, que ¡°es griego¡±. Cuando un artista pretende crear todo un mundo, no es extra?o que dise?e tambi¨¦n su propio sistema de escritura. Es lo que ha hecho el artista antes conocido como Zush con su escritura Evru, o las que traza el Codex Seraphinianus de Luigi Serafini: ecos manuscritos de mundos que tal vez no existen.
elpaissemanal@elpais.es
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