El tiempo detenido en un trazo
El autor recorre los siglos dorados de la caligraf¨ªa y la escritura en Espa?a
Hacia 1500, las formas tardog¨®ticas y renacentistas convivieron pac¨ªficamente en una ¨¦poca brillant¨ªsima para la historia de la escritura, tanto a mano como mec¨¢nica (la imprenta llevaba apenas 40 a?os de exitosa expansi¨®n internacional). El incipiente Estado moderno se asent¨® en una potente Administraci¨®n de base burocr¨¢tica en la que la escritura del despacho consumi¨® cantidades ingentes de tinta y papel. Por fuerza, la habilidad caligr¨¢fica de secretarios, escribanos y pendolistas encontraba un cauce natural para mostrar su oficio en p¨²blico y en privado. Las r¨¢pidas y complejas letras cortesanas utilizadas para documentos oficiales de los Reyes Cat¨®licos se hermanaban con otras pausadas, de gran limpieza y legibilidad, como la ¡°rotunda¡± o ¡°letra de libros¡± que caus¨® furor desde entonces. Mientras, en Europa se produc¨ªa una profunda renovaci¨®n caligr¨¢fica. Desde la pujante ciudad de N¨²remberg, el maestro Johannes Neud?rffer, colaborador de Durero, propici¨® una escuela insuperable de cal¨ªgrafos en una ¨¦poca caracterizada por el extraordinario ambiente gr¨¢fico bajo el emperador Maximiliano. Al sur, los Estados italianos y las corrientes caligr¨¢ficas human¨ªsticas influir¨ªan decisivamente: Tagliente, Arrighi, Palatino, Cresci, Francesco Alunno di Ferrara, Griffo, etc¨¦tera, rivalizaban por la excelencia de tipos de letra (cancilleresca, bastarda, grifa¡) alejados de los reconocibles quebrados de las g¨®ticas germ¨¢nicas (Textura y, sobre todo, Fraktur).
Los ecos de todos ellos llegaban a los territorios hispanos entremezcl¨¢ndose con tradiciones propias. En 1548, Juan de Ic¨ªar, durangu¨¦s afincado en Zaragoza, publicaba su Orthographia pratica, obra cumbre del arte caligr¨¢fico; tanto que pr¨¢cticamente ning¨²n tratado posterior olvidar¨ªa ofrecerle rendido homenaje. El quinientos terminar¨ªa con valiosas aportaciones como las de Francisco de Lucas y Pedro de Madariaga, definiendo as¨ª este primer siglo de oro de la caligraf¨ªa hispana, continuado brillantemente durante todo el XVII. Justo entonces, G¨®ngora rivalizaba en arte y vida con Quevedo, generando envidias y acusaciones mutuas; tambi¨¦n algunos maestros cal¨ªgrafos se miraban con desd¨¦n, provocando recelos en la b¨²squeda del virtuosismo absoluto. De esa inquina entre un genial Pedro D¨ªaz Morante y Francisco de Montalvo, agrupados en torno a la madrile?a cofrad¨ªa de San Casiano de maestros de escritura, surgieron obras insuperables. Coet¨¢neos renovadores como Diego Bueno, los Zabala o Jos¨¦ de Casanova nos legaban a su vez imprescindibles tratados para ¡°aprender todo g¨¦nero de escrituras con belleza y dedicaci¨®n¡±.
La Europa de las Luces, con su insistencia met¨®dica en los fundamentos cient¨ªficos de las ciencias y las artes, reserv¨® un buen n¨²mero de modelos, reglas, orientaciones para la rectitud del trazado, la proporci¨®n, la manera de ejecutar el ductus, etc¨¦tera. Santiago y Palomares, Tor¨ªo de la Riva o Servidori insist¨ªan en ¨¢ngulos, presiones, correcci¨®n de la posici¨®n de la mano hasta consolidar la sistematizaci¨®n caligr¨¢fica.
Mientras, el siglo XIX propici¨® una interesant¨ªsima renovaci¨®n pedag¨®gica en los modelos de aprendizaje de la lectura y la escritura. La caligraf¨ªa en los planes de estudio vivi¨® otro esplendor gracias a numerosos m¨¦todos con los que varias generaciones aprender¨ªan a escribir en cartillas y muestrarios venerados hoy por el coleccionista. Las m¨²ltiples reediciones de Iturzaeta, Alver¨¢, Ch¨¢puli, Ponz o Rufino Blanco fueron indicador evidente del ¨¦xito cosechado reforzando el prestigio de la caligraf¨ªa hispana. Por cierto, la n¨®mina de cal¨ªgrafos es, por fuerza, infinitamente superior. Tengan a mano siempre el Diccionario biogr¨¢fico y bibliogr¨¢fico de cal¨ªgrafos espa?oles, de Cotarelo y Mori, delicioso archivo de an¨¦cdotas protagonizadas por aquellos virtuosos y otros casi olvidados.
Diego Navarro Bonilla es licenciado en Biblioteconom¨ªa, doctor en Archiv¨ªstica, especialista en caligraf¨ªa y comisario de la exposici¨®n Caligraf¨ªa: trazos que comunican, l¨ªneas de emoci¨®n en la Biblioteca Nacional.
elpaissemanal@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.