A 200 a?os de la paridad (todav¨ªa)
Veinte a?os despu¨¦s de la declaraci¨®n de Pek¨ªn, los progresos en igualdad de g¨¦nero son a¨²n muy limitados
Veinte a?os despu¨¦s de aprobarse la declaraci¨®n de Pek¨ªn en 1995, la paridad sigue siendo una quimera, especialmente en los puestos de mayor poder. Al ritmo de las dos d¨¦cadas transcurridas, las mujeres tardar¨¢n m¨¢s de 200 a?os en alcanzar la paridad, entendida como que ninguno de los dos sexos tenga una presencia inferior al 40% o superior al 60%. Es decir, que un 58% de hombres y un 42% de mujeres ya se considerar¨ªa una proporci¨®n paritaria. Pues ni as¨ª. La sexta edici¨®n del The World¡¯s Women Report, de Naciones Unidas, muestra que los avances son muy lentos y que persisten grandes bolsas de desigualdad, comenzando porque solo el 50% de las mujeres en edad productiva tiene trabajo, frente al 70% de los hombres.
La falta de paridad se produce en todos los niveles, pero es m¨¢s acusada cuanto m¨¢s se escala en la pir¨¢mide del poder, ya sea pol¨ªtico o econ¨®mico. Y especialmente en la c¨²spide. En 1995 hab¨ªa 12 mujeres primeras ministras o jefas de Gobierno. Ahora son 15. Es cierto que entre ellas figura una mujer con tanto poder como la canciller Angela Merkel, y que tres de los principales pa¨ªses de Latinoam¨¦rica ¡ªBrasil, Argentina y Chile¡ª est¨¢n gobernados por mujeres. Incluso puede que dentro de poco la mayor potencia mundial con permiso de China, que es Estados Unidos, pueda estar gobernada por una mujer si Hillary Clinton prosigue sin contratiempos su carrera. Pero 15 pa¨ªses entre 149 no puede decirse que sea un gran avance. Las proporciones no son muy diferentes en Gobiernos y Parlamentos: solo el 18% de los ministros y el 22% de los parlamentarios son mujeres, a pesar de que ahora ya hay algunos Gobiernos, como el de Noruega, totalmente paritarios.
?Y qu¨¦ hay del sector privado? En las empresas, la situaci¨®n es a¨²n peor. La serie danesa Borgen tiene un cap¨ªtulo muy ilustrativo sobre las resistencias que encuentran las mujeres que gobiernan cuando quieren pisar el acelerador, por ejemplo, imponiendo cuotas en los consejos de administraci¨®n de las empresas. Tambi¨¦n Viviane Reding tendr¨ªa mucho que explicar a prop¨®sito de su intento fallido de imponerlas en el nivel europeo. El obst¨¢culo no son solo los hombres. Estos tienden a retener su cuota de poder, por supuesto. Pero en esta falta de progreso tambi¨¦n influye, y mucho, un tipo de organizaci¨®n social y laboral basada en esquemas obsoletos, de cuando los hombres se ocupaban de la esfera p¨²blica y las mujeres de la privada.
A ello hay que a?adir que las condiciones de competitividad que operan en las empresas m¨¢s din¨¢micas comportan unos costes en t¨¦rminos de entrega y dedicaci¨®n que no son asumibles por las mujeres que adem¨¢s de trabajar quieren tener una familia, atenderla y disfrutarla. Incluso las m¨¢s exigentes y mejor formadas acaban desistiendo. La soci¨®loga Pamela Stone se refiere a ello como ¡°el desistimiento forzoso¡±, un factor en el que muchos presidentes y consejeros delegados se escudan para justificar que apenas haya mujeres directivas en sus empresas. Si no cambian las condiciones estructurales, dentro de 20 a?os seguiremos igual.
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