Duran Duran: "?C¨®mo que no se puede juzgar un disco por la portada?"
Los jefes de los 'nuevos rom¨¢nticos' reinventan la frivolidad intelectual. "Nuestra m¨²sica luminosa sali¨® de los momentos m¨¢s oscuros"
El 6 de julio de 1972 un alien¨ªgena tom¨® la televisi¨®n. David Bowie, con el pelo en llamas y un mono en tonos dorados, naranjas y azules, apareci¨® en el programa Top of The Pops para interpretar Starman. En el minuto y 43 segundos de la canci¨®n, mir¨® a c¨¢mara, se?al¨® con el ¨ªndice y cant¨®: ¡°Ten¨ªa que llamar a alguien, as¨ª que te eleg¨ª a ti¡±. Miles de adolescentes brit¨¢nicos pensaron que ese extraterrestre los hab¨ªa se?alado a ellos. ¡°Ese maldito programa era sagrado. Era como ir a misa. Bueno, mucho mejor que ir a misa¡±, explica John Taylor, 55 a?os, bajista de Duran Duran. ?l y el teclista Nick Rhodes ten¨ªas 12 y diez a?os cuando eso sucedi¨®. Ambos eran hijos ¨²nicos en familias de clase obrera de Birmingham. As¨ª que, de alg¨²n modo, decidieron crear una especie de hermandad que se convertir¨ªa en su banda: Duran Duran. Les faltaba encontrar un look.
Hoy, en esta terraza de Barcelona en la que tiene lugar la entrevista, beben agua con gas y visten trajes a medida que despiden brillos (uno plateado, el otro negro) y deportivas. No siempre fue as¨ª. ¡°Para buscar tu identidad, la ropa era tan importante como la m¨²sica. No pod¨ªamos pensar en nuestro sonido sin pensar en la imagen. Lo mismo hab¨ªa pasado con Bowie o con los Sex Pistols. Experiment¨¢bamos de cualquier forma: una camisa de mujer, ese mono de trabajo¡¡±, explica Nick, 53 a?os. Su compinche a?ade: ¡°Al principio quer¨ªamos algo m¨¢s punk. Pero nos graduamos como banda en el club Rum Runner... En concreto, durante esas noches entre semana dedicadas a Bowie¡±.
Hab¨ªa cortes energ¨¦ticos, atentados del IRA, huelgas mineras, degradaci¨®n industrial¡ Claro que ve¨ªamos todo eso. Nuestra m¨²sica luminosa sali¨® de los momentos m¨¢s oscuros¡±
El Rum Runner es a Birmingham lo que el Blitz fue a Londres: la cuna de la escena de los nuevos rom¨¢nticos (new romantics). Esos sitios donde deb¨ªas mirar y hacer que la gente te mirara. Esos clubes donde, por primera vez, se juntaron skinheads rudos y hooligans futboleros con la cultura m¨¢s escorada a lo gay: calcetines blancos contra caras maquilladas. ¡°Se nos abri¨® el cielo. Yo trabajaba de DJ y otros curraban en las oficinas o de camareros¡ Era un ambiente muy creativo donde todo suced¨ªa de forma espont¨¢nea: mont¨¢bamos un concierto en cinco minutos, estren¨¢bamos los discos que compr¨¢bamos, compart¨ªamos prendas de ropa¡ Porque eso es lo importante. ?C¨®mo que no se puede juzgar un disco por la portada? ?Yo siempre lo hago! Y en aquella ¨¦poca tambi¨¦n a una persona por su ropa. Casi no nos mov¨ªamos de all¨ª¡±, recuerda Nick. Entonces, por ejemplo, compart¨ªan local de ensayo con UB40 y Dexy¡¯s Midnight Runners.
Cuando Duran Duran lanzaron, en 1981, el sencillo Planet Earth, la conexi¨®n con los nuevos rom¨¢nticos londinenses era evidente y dejaron la pista en uno de los versos de la canci¨®n (¡°como un nuevo rom¨¢ntico buscando el sonido de la televisi¨®n¡±). En palabras del cr¨ªtico sartorialista Robert Elm, esa escena ensalzaba ¡°el individualismo como respuesta a la marca de clase, el yo como rechazo del nosotros, vestirse muy bien como respuesta a sentirse muy mal¡±.
Duran Duran siempre han sido criticados por filmar videoclips bebiendo champ¨¢n en yates cuando en su Birmingham se suced¨ªan altercados de todo tipo. ¡°Era la cr¨ªtica f¨¢cil. Somos un producto de nuestros padres, de nuestra comunidad: ?c¨®mo no nos ¨ªbamos a fascinar con los viajes o el brillo?¡±, contesta John. Y Nick a?ade: ¡°Hab¨ªa cortes energ¨¦ticos, atentados del IRA, huelgas mineras, degradaci¨®n industrial¡ Claro que ve¨ªamos todo eso. Nuestra m¨²sica luminosa sali¨® de los momentos m¨¢s oscuros¡±. O en palabras de Simon Le Bon, 57 a?os, su cantante, ¡°m¨²sica para bailar mientras caen las bombas¡±.
As¨ª lo hicieron. No s¨®lo ellos. En 1982 tocaron en el Madison Square Garden y fletaron un avi¨®n para todos sus familiares. ¡°Madre m¨ªa, un v¨ªdeo del making of de nuestros padres flipando por Manhattan s¨ª que dar¨ªa para una pel¨ªcula brutal¡±, recuerda Nick. Antes ya hab¨ªan cumplido otro sue?o: aparecer en Top of the Pops, su homil¨ªa musical, el programa que les cambi¨® la vida. ¡°Fue uno de los momentos de nuestra carrera. Recuerdo que estaban The Who por ah¨ª. Aquella noche ten¨ªamos un concierto ya grande, para unas 800 personas¡±.
Actuamos en la fiesta de Robert Downey Jr., un ¨ªntimo. Da rabia lo simp¨¢tico y genial que puede llegar a ser¡±
Quiz¨¢s ese cohete de fama fue el que le vali¨® las cr¨ªticas. John Taylor explica que el mundo faloc¨¦ntrico de la cr¨ªtica rock, ese que se cree en posesi¨®n del concepto de autenticidad, echaba pestes de aquellos pavos reales que acaparaban todos los focos: ¡°La cr¨ªtica estaba formada por una clase media y alta intelectual que no pod¨ªa soportar un movimiento pop y de clase obrera que prescind¨ªa de su criterio. En los ochenta se sintieron amenazados y por eso nos convirtieron en su objetivo¡±.
Tampoco los necesitaron. Duran Duran fueron pioneros en grabar videoclips para la MTV que parec¨ªan cortometrajes cin¨¦filos y en estrenar su m¨²sica online. Despu¨¦s de las trilladas par¨¢bolas de auge y ca¨ªda de todas las estrellas del pop (monta?as de coca¨ªna escala Everest) siguieron con su carrera. Ahora presentan su ¨²ltimo disco, Paper gods, producido por Mark Ronson (el Rey Midas del sonido de Amy Winehouse), y act¨²an en festivales como S¨®nar. Eso s¨ª, siempre tienen tiempo para tocar para sus amigos. ¡°Ah, claro, actuamos en la fiesta de Robert Downey Jr., un ¨ªntimo. Da rabia lo simp¨¢tico y genial que puede llegar a ser¡±. Sonr¨ªen satisfechos: al fin y al cabo han pasado de alucinar en sus casas de Birmingham con Ziggy Stardust a tocar en la mansi¨®n de Iron Man en Hollywood.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.