Al servicio de la censura
Los escritores occidentales son pasados por la m¨¢quina de moler en China, pero esto no parece incomodarlos
?De verdad Paul Auster nunca sospech¨® que Sunset Park sufrir¨ªa la censura en China? Al ser traducido, su personaje Liu Xiaobo, disidente y premio Nobel de la Paz, pas¨® a llamarse ¡°L¡±, y la trama se redujo a unas pocas p¨¢ginas. Imagino a Auster enter¨¢ndose a trav¨¦s de su agente, esbozando una sonrisa indulgente y diciendo: ¡°Era de esperar¡±. Para qu¨¦ ponerse demasiado exigente, a fin de cuentas, ?qui¨¦n lee chino? Aparte de varios millones en un mercado editorial que genera 16.000 millones de euros y crece un 10% cada a?o, seg¨²n un informe reciente de PEN American Center. ?O ser¨¢ que de eso se trata? Los escritores occidentales son pasados por la m¨¢quina de moler de una rigurosa censura, pero esto no parece incomodarlos.
La agente de la escritora Barbara de Angelis permiti¨® que se censurara el 30% de Los secretos de los hombres que toda mujer deber¨ªa saber porque era ¡°una manera de contribuir a la libertad de expresi¨®n¡±. ?C¨®mo es posible que dos conceptos contrarios y excluyentes valgan para lo mismo? A menos que China sea un mundo ling¨¹¨ªstico m¨¢gico donde censura y libertad de expresi¨®n sean sin¨®nimos gracias al dinero. Imagino oficinas pobladas de polic¨ªas eruditos chinos (otro ox¨ªmoron) escudri?ando los libros de contempor¨¢neos occidentales en busca de amenazas. Una aut¨¦ntica escabeChina.
Quedan prohibidas las alusiones a l¨ªderes comunistas pasados o presentes, a los sucesos de la plaza de Tiananmen, veleidades sobre la liberaci¨®n del T¨ªbet y, por supuesto, la sexualidad, en especial la homosexualidad. Me pregunto en qu¨¦ momento los comisarios chinos perder¨¢n su trabajo porque ya los escritores occidentales habr¨¢n aprendido la lecci¨®n de presentar versiones autocensuradas. Es el t¨ªpico problema sin soluci¨®n, y no porque no la tenga, sino porque a nadie le interesa solucionarlo.
?Tan anticuado resulta hablar de ¨¦tica intelectual y resistencia? Quiero ser rom¨¢ntico y recordar al soci¨®logo Pierre Bourdieu: el campo literario es uno de los ¨²ltimos contrapoderes capaces de enfrentarse a los poderes de orden econ¨®mico y pol¨ªtico. No basta con que la organizaci¨®n literaria PEN lo haya denunciado. Las batallas literarias siempre han sido cosa de cada individuo en su estricto ¨¢mbito de libertad. Auster y De Angelis deber¨ªan enfadarse. Se trata de dignidad intelectual, aunque suene a molino de viento chino: a un caballero solo pueden interesarle las causas perdidas.
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