Espa?a, aparta de m¨ª esa palabra

A Rafael Alberti, comunista, las nubes le llevaban al exilio italiano el mapa de Espa?a. C¨¦sar Vallejo, que era sobre todo C¨¦sar Vallejo, se doli¨® tanto de la guerra que pidi¨® que le apartaran el c¨¢liz de aquel sufrimiento cuya sangre hizo que de aqu¨ª se fueran Le¨®n Felipe, Manuel Aza?a, Juan Larrea y los rojos de ultramar que luego convirti¨® en personajes de un libro el catal¨¢n-mexicano Jordi Soler. Cuando los poetas se juntaron para rendir homenaje a Le¨®n Felipe, en M¨¦xico, el asunto era Espa?a, su nostalgia; ese nombre que iba por el aire era el espacio moral de una ansiedad. Franco se hab¨ªa quedado con la pistola, dec¨ªa el poeta de Zamora, pero ellos se hab¨ªan llevado la canci¨®n. Esa era la canci¨®n rota de Espa?a.

Franco se apropi¨® tanto del pa¨ªs que quiso apropiarse tambi¨¦n de Espa?a, ese nombre. Pudo m¨¢s la Espa?a de Machado que cant¨® Serrat, o esa Espa?a de Machado que, en Juan de Mairena, late entre el sarcasmo y la rabia civil que el poeta usaba para hacer sus ap¨®logos espa?oles. Era imposible quitarles Espa?a de la boca (como nombre y como esp¨ªritu) a los que lucharon por ella hasta el ¨²ltimo aliento en los frentes y en los viajes sentimentales de la poes¨ªa. No era tan solo un pa¨ªs al que quer¨ªan volver: es que viv¨ªan en Espa?a, aunque no regresaran jam¨¢s.

Los equ¨ªvocos que se fabricaron en la Transici¨®n han sido tan tercos que hasta ahora suscitan aprobaci¨®n bobalicona por parte de los que no supieron, o no quisieron saber, que Espa?a no era una palabra franquista, sino republicana, anarquista, comunista. Ya hubiera querido Franco haber acu?ado esa palabra, ya que quiso acu?ar tambi¨¦n el pa¨ªs entero. Espa?a es una palabra, un territorio sentimental, en el que caben quienes la digan... e incluso los que se niegan a decirla.

As¨ª pues, Espa?a es la palabra que designa este pa¨ªs..., aunque algunos se sientan impelidos a olvidarla. Del mismo modo que se olvidan de que Estado fue una palabra con la que Franco y los franquistas de aquel r¨¦gimen designaban el pa¨ªs sobre el que hab¨ªan puesto su bota. Entre los que prefieren Estado a Espa?a como denominaci¨®n de nuestro origen nacional hubo en el pasado reciente vascos a los que Unamuno y Machado (o Alberti) les hubieran llamado la atenci¨®n: ?mira donde pisas! Muchos catalanes tambi¨¦n han asumido esa tendencia a situar Espa?a fuera de su vocabulario, como si les apestara.

La ¨²ltima en sumarse a esta tendencia que solo tiene como premio el usar una palabra fea por otra hermosa (Espa?a) ha sido la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. En una entrevista de una hora, con Ana Pastor, en La Sexta, se las arregl¨® el domingo para no decir jam¨¢s ese vocablo, Espa?a. En su lugar dijo Estado tanto que parec¨ªa que hablaba de otro pa¨ªs llamado Estado. Unos d¨ªas antes, Pablo Iglesias, de quien es tan cercana, le regal¨® a Rajoy el Juan de Mairena, en el que Machado habla tanto de Espa?a. Conviene que lo lea la alcaldesa, y que no tache esa palabra, porque si la tacha se queda sin libro, y sin Machado.