El sufrimiento del mate
Los trabajadores temporales que recogen la yerba con la que se elabora la bebida m¨¢s popular de Argentina batallan por acabar con una tradici¨®n de explotaci¨®n laboral
A Juan Crist¨®bal Maidana le daba verg¨¹enza hablar en p¨²blico. ¡°Durante tantos a?os me escond¨ª¡¡±, cuenta este tarefero,?trabajador temporario de la cosecha de la yerba mate, la segunda bebida m¨¢s consumida por los argentinos despu¨¦s del agua. ¡°Nosotros nos consider¨¢bamos menos que todos¡±, contin¨²a Maidana, uno de los 17.000 tareferos de Misiones, provincia del noreste de Argentina que produce el 60% de la yerba mate de este pa¨ªs y que la exporta tambi¨¦n a otros pa¨ªses vecinos y de Oriente Medio. ¡°?bamos a hacer la compra y nos trataban de menos¡±, prosigue este hombre de baja estatura que a sus 44 a?os sufre intensos dolores en las rodillas y la espalda. No es f¨¢cil recorrer aquellas tierras onduladas cortando las hojas verdes de los ¨¢rboles de tres a seis metros de altura.
Pero en 2008 Maidana y otros 870 tareferos del municipio misionero de Montecarlo (a 959 kil¨®metros al noreste de Buenos Aires) sufrieron una estafa de parte de las empresas contratistas que dan el servicio de cosecha a los peque?os, medianos y grandes propietarios de las tierras. Aquellas compa?¨ªas dejaron de abonar las contribuciones patronales a la Seguridad Social y esta, por tanto, suspendi¨® la paga de asignaciones familiares a los trabajadores. ¡°Nosotros en aquella ¨¦poca ¨¦ramos pr¨¢cticamente esclavos. Pr¨¢cticamente no nos pagaban el salario en efectivo sino con ¨®rdenes de mercader¨ªa (alimentos, bebidas, productos de higiene) para los comercios de los mismos colonos¡±, se refiere Maidana a los peque?os agricultores descendientes de inmigrantes europeos llegados a finales del siglo XIX y principios del XX y que suelen contar con entre 5 y 15 hect¨¢reas. ¡°Nuestra ¨²nica fuente de ingreso era la asignaci¨®n familiar. Cuando dejamos de cobrarla, tuvimos que sacar a los chicos de la escuela, quedamos endeudados por la compra de camas y colchones, aparecieron ni?os desnutridos. Entonces apareci¨® un profesor de escuela que nos ense?¨® que ten¨ªamos derechos. Ese profesor se llama Rub¨¦n Ortiz y gracias a ¨¦l ahora somos capaces de contar nuestros problemas¡±, alude a un docente y militante sindical que se form¨® con un fallecido obispo espa?ol y progresista que por entonces batallaba en Misiones, Joaqu¨ªn Pi?a. Entonces se form¨® el Sindicato de Tareferos de Montecarlo, cuya sede est¨¢ adornada con im¨¢genes de la Madre Teresa de Calcuta, el papa Francisco y Evo Morales y un cartel que reza: Basta de trabajo esclavo de los yerbales de Misiones.
Los tareferos acabaron ganando el juicio, pero a¨²n la Seguridad Social no les ha pagado las asignaciones adeudadas de aquel tiempo. ¡°Se burlan de nosotros. ?A un compa?ero le ofrecieron 750 pesos (66 euros) por la asignaci¨®n de sus siete hijos!¡±, se queja Maidana.
El ministro de Trabajo de la provincia, Jorge Valenzuela, admite que ¡°hay explotaci¨®n laboral en la tarefa¡±
Pero el Sindicato de Tareferos de Montecarlo, que re¨²ne a 1.100 trabajadores, se enorgullece de los progresos conseguidos. ¡°Salimos a cortar la ruta, nos da miedo porque ligamos palizas [de la Polic¨ªa], pero es la ¨²nica manera de llamar al di¨¢logo y as¨ª conseguimos hace siete a?os que no nos paguen m¨¢s con mercader¨ªa sino en efectivo. Una vez solo nos dieron ropa de trabajo, pero no me voy a comer otra garroteada para conseguirla m¨¢s. A veces a los compa?eros les da miedo sumarse al sindicato o viene el municipio, que est¨¢ gobernado por el hijo de un contratista, a contratar a los mejores delegados [sindicales]¡±, cuenta Maidana. La Polic¨ªa nos los reprime, en cambio, cuando cortan las carreteras junto con los colonos para pedir que las grandes industrias procesadoras, como Las Mar¨ªas, Molinos, Rosamonte y Amanda, paguen mejor por la materia prima, lo que termina repercutiendo en el salario.
En Montecarlo, los colonos est¨¢n organizados en una cooperativa y fabrican sus propias marcas de yerba mate, Aguantadora y Sinceridad. El presidente de esa cooperativa, Juan Carlos Haasis, opina que los tareferos de aquellos pagos ¡°siempre estuvieron bien¡±. ¡°Esto no es una lucha entre gringos [europeos] y morochos [morenos]. Hasta los ochenta los ten¨ªamos de empleados, pero jugaban al f¨²tbol en vez de trabajar. Entonces los echamos y se contrataron prestadoras de servicios. Nosotros les pagamos a ellas para que les compren la ropa de trabajo y les hagan los aportes (a la Seguridad Social), pero no podemos estar haciendo de polic¨ªa de lo que hacen. Pueden que algunos contratistas no cumplan las normas. Nadie cumple el 100% de las normas¡±, se justifica Haasi.
¡°Hay cuadrillas que todav¨ªa siguen percibiendo el 50% del salario en mercader¨ªa¡±, denuncia Maidana. ¡°Son parte del 30% de los compa?eros que est¨¢ en negro [sin contribuciones patronales a la Seguridad Social] ac¨¢ en Montecarlo. Pero antes los que estaban en negro eran el 70%¡±, recuerda el sindicalista. ¡°Hoy Montecarlo es el departamento de Misiones con m¨¢s empleo en blanco. Y es gracias a nuestra lucha porque el Estado est¨¢ ausente y los patrones lo saben¡±, lamenta en la sede de la avenida del Libertador, en esta ciudad de 36.000 habitantes que se promociona como "en el centro del para¨ªso", por su vegetaci¨®n exuberante.
La cosecha en las tierras de los padres del Che Guevara
Algunos tareferos (trabajadores temporarios de la cosecha de yerba mate) han dejado de dormir en tiendas durante los d¨ªas laborales lejos de sus hogares. En Caraguatay, una zona de Montecarlo en la que los padres del Che Guevara ten¨ªan una plantaci¨®n de yerba mate y en la que vivi¨® de ni?o el h¨¦roe de la Revoluci¨®n Cubana, Juan Carlos, un tarefero de 35 a?os que vino con una cuadrilla desde Ober¨¢ (108 kil¨®metros al sur), cuenta que este a?o comenzaron a dormir en una casa con ba?o y agua potable. "Ya no dormimos entre los bichos, pero a la casa le faltan cuchetas [literas] y algunos duermen en el suelo", cuenta Juan Carlos mientras fuma y descansa al mediod¨ªa debajo de un ¨¢rbol. A lo lejos se oye el sonido de los zorzales, las tijeras y los quiebres de las plantas. Juan Carlos comenz¨® a trabajar a los 14, pero dice que ahora solo ven a mayores de 20 en la tarefa. Un autob¨²s lo hab¨ªa trasladado de la casa a la plantaci¨®n.
Los tareferos ganan seg¨²n la cantidad de yerba que recogen. De media cobran una n¨®mina de 310 mensuales, por debajo del salario m¨ªnimo legal de Argentina (486), y una asignaci¨®n familiar de 35 por hijo, seg¨²n Maidana. Este sindicalista muestra su recibo de sueldo: 6.200 pesos (553 euros). Otros no tienen la misma suerte. "Yo hago 10.000 kilos por mes, pero en mi recibo dice 2.500. Hay patrones que estafan", reclama Daniel Machado, otro tarefero del sindicato. "Tambi¨¦n hay trabajadores corruptos que van dos d¨ªas al yerbal y quieren cobrar el feriado. Yo les digo: 'Ten¨¦s que cumplir la tarea", rezonga Maidana.
Claro que la temporada de cosecha dura entre tres y seis meses, en el oto?o y el invierno, y el resto del a?o el trabajador temporario se las debe arreglar para sobrevivir. "Gracias a Dios yo tengo trabajo todo el a?o y hago macheteo y raleo. Pero otros tienen que buscarse una changuita [empleo informal], salir con la motoguada?a, el machete, a hacer limpieza de [las plantaciones de] mandioca", cuenta Maidana. "Pero ahora ponen veneno y no hay m¨¢s necesidad de macheteada [de las malezas]. Y adem¨¢s no hay trabajo para las mujeres en verano", acota una tarefera, Felicia Insaurralde. Los tareferos empleados en la formalidad cobran una subvenci¨®n entre cosecha y cosecha.
El presidente de la cooperativa de colonos de Montecarlo comparte que ¡°no existe control de la AFIP (Administraci¨®n Federal de Ingresos P¨²blicos) ni de la polic¨ªa de trabajo¡±. Haasis reivindica que su entidad paga 1,40 pesos (0,12 euros) por kilo de hoja verde para que los contratistas puedan cumplir con las normas laborales, ¡°pero en el 80% de Misiones pagan entre 0,80 y 0,90 (entre 0,07 y 0,08 euros)¡±.
El ministro de Trabajo de la provincia, Jorge Valenzuela, admite que ¡°hay explotaci¨®n laboral en la tarefa¡±. Organiza dos inspecciones semanales para controlarla. ¡°Se nota una mejor¨ªa respecto de otros a?os porque el Gobierno nacional y el misionero venimos luchando juntos, pero no estamos en los niveles que uno pretende. En la mayor¨ªa de las cuadrillas los trabajadores est¨¢n registrados, pero en algunas hay algunos que no. Se ven menos trabajadores en carpa, que cobran en mercader¨ªa o que son transportados en camiones, con el riesgo de accidentes que eso representa, pero seguimos encontrando campos en condiciones malas, regulares y muy malas. Es una cuesti¨®n cultural que lleva mucho tiempo cambiar y que est¨¢ cambi¨¢ndose con el control de polic¨ªa que tenemos, el trabajo de las cooperativas de lugare?os, la aparici¨®n de sindicatos no solo en Montecarlo sino en Jard¨ªn Am¨¦rica y otras localidades de la ruta 12 y un convenio de corresponsabilidad que firmamos con la patronal y la Uni¨®n Argentina de Trabajadores Rurales que entra en vigencia en 2015¡±, eval¨²a el ministro desde Posadas, la capital de Misiones.
¡°Hoy el tarefero ya no carga con la ponchada [saco de hojas y peque?as ramas que se arrancan de las plantas] sino que usa un carrito y una cargadora con guinche¡±, destaca Maidana. En 50 minutos pueden llegar a cosechar 100 kilos, pero algunos demoran hasta dos horas para recoger esa cantidad. ¡°Est¨¢n mucho mejor los tareferos porque tambi¨¦n tienen tijeras el¨¦ctricas¡±, se defiende el colono Haasi. Pero el soci¨®logo Roberto Mu?oz, del Centro de Estudio e Investigaci¨®n en Ciencias Sociales, advierte en Buenos Aires de que los trabajadores est¨¢n en permanente contacto con los agroqu¨ªmicos que se usan para evitar enfermedades de las plantas.
Antes todos los tareferos viajaban en los camiones que llevaban las ponchadas, sentados arriba de ellas. En 2013, tres adolescentes de 13, 14 y 17 a?os murieron al desbarrancar uno de esos veh¨ªculos y a partir de entonces la provincia compr¨® autobuses para d¨¢rselos a los contratistas.
¡°Pero los colectivos no entran en ciertas zonas. As¨ª que ahora vamos en camionetas¡±, rescata Maidana.
La tragedia de 2013 llev¨® a que una fundaci¨®n dedicada al fomento de bibliotecas populares de la provincia. ¡°Hay chicos que empiezan a trabajar a los cinco a?os¡±, denuncia la coordinadora de la fundaci¨®n, Patricia Ocampo. ¡°Los tareferos te cuentan que llevan a sus hijos para ganar m¨¢s. O han de llevar a sus familiares porque si los dejan en el pueblo no tienen con qu¨¦ alimentarse esos d¨ªas. Puede ser que en Montecarlo no sea as¨ª porque es distinto que el resto de Misiones¡±, comenta Ocampo desde El Dorado, a 981 kil¨®metros de los pagos de Maidana. El soci¨®logo Mu?oz tambi¨¦n reconoce que en general los tareferos de Montecarlo est¨¢n en mejores condiciones que el resto, pero no deja de relatar de que en marzo empiezan las clases en Argentina y comienzan las ausencias de ni?os en las escuelas misioneras.
¡°Antes sal¨ªamos al yerbal a las cuatro de la madrugada y volv¨ªamos, con suerte, a las seis de la tarde, pero a veces a las doce de la noche. Ahora ya no¡±, se refiere Maidana a los que viven cerca de las plantaciones. Tambi¨¦n hay trabajadores que vienen de otros municipios misioneros, de la vecina provincia de Corrientes o del lindero Paraguay y deben pernoctar en los campos. ¡°La gente vive en carpas [tiendas de campa?a] y no les llevan agua, toman de los arroyos¡±, lamenta el sindicalista.
Misiones es sin¨®nimo de turismo para muchos argentinos por las cataratas del Iguaz¨² y las ruinas de San Ignacio, pero los tareferos la viven de otra manera. ¡°Dicen que Misiones es hermosa, pero ac¨¢ hay hambre y miseria¡±, se queja Felicia Insaurralde. Su l¨ªder, Maidana, tambi¨¦n lamenta que ¡°todos los argentinos disfrutan del mate, pero no saben que los trabajadores que lo hacen no est¨¢n disfrutando tanto¡±.
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