Cada d¨ªa me gustan menos los nacionalismos
Civilizarse consiste, precisamente, en intentar ser mejores de lo que somos y convertir la brutalidad primitiva en otra cosa
Escribo estas l¨ªneas dos d¨ªas despu¨¦s de la declaraci¨®n soberanista de la CUP y JxS¨ª: por temas de impresi¨®n, el art¨ªculo tardar¨¢ dos semanas en llegar a sus manos (a saber qu¨¦ habr¨¢ pasado mientras tanto). Cada d¨ªa me gustan menos los nacionalismos; y ahora toca soltar el topicazo de ¡°incluyendo el espa?olismo¡±, porque parece que est¨¢s obligada a resaltarlo cuando tocas el tema. Pues vale, redundemos: incluyendo el espa?olismo. Que adem¨¢s por desgracia anda muy crecido, como no pod¨ªa ser menos al calor de la fiebre patriota que padecemos.
Y como no me gustan nada, en fin, me esfuerzo por vigilar los coleteos irracionales de la bicha que puedan movilizarse en mi interior. Porque los nacionalismos son un impulso primitivo y tribal que todos tenemos. En su espl¨¦ndido ensayo No hay dos iguales (Funambulista), Judith Rich Harris habla del experimento de Robber¡¯s Cave: en Oklahoma, en los a?os cincuenta, 22 muchachos, iguales en todos los atributos demogr¨¢ficos importantes, fueron divididos al azar en dos grupos y confinados durante dos semanas en un campamento de verano en un lugar remoto. Los dos colectivos mostraron una antipat¨ªa mutua casi de inmediato y enseguida empezaron a desarrollar costumbres contrapuestas. Los chicos de un grupo dejaron de decir insultos y se pusieron a rezar juntos, y los del otro adoptaron aires duros y violentos y maldec¨ªan todo el rato. Repito: antes de dividirlos eran iguales; en tan s¨®lo dos semanas, se convirtieron en tribus radicalmente distintas que se odiaban.
Explica Rich Harris que en la ¨¦poca de las cavernas era evolutivamente importante reconocer a la propia y peque?a horda, porque la horda vecina pod¨ªa ser un peligro. Y ese aprendizaje era por entonces tan importante que pas¨® a ser un equipamiento de serie: los beb¨¦s de todo el mundo empiezan a desconfiar de los extra?os a los seis meses de edad. Como la cohesi¨®n del grupo se fomenta estableciendo costumbres diferenciadoras, la gente distinta es vista de inmediato con hostilidad. Por eso hay tantas tribus, a?ade Harris, que se llaman a s¨ª mismos el pueblo: porque para ellos los extra?os no son ni siquiera personas.
Se construyen siempre contra el otro, en el ¨¦nfasis de la diferencia, en el espejismo
de la superioridad
Con el tiempo, las tribus se hicieron m¨¢s complejas y m¨¢s grandes. Ya no era necesario conocer personalmente a todos los miembros: las hordas crecieron hasta convertirse en naciones. Pero por debajo sigue latiendo el mismo impulso arcaico; el nacionalismo se construye siempre contra el otro, en el ¨¦nfasis de la diferencia, en el espejismo de la superioridad, en el miedo al distinto, en la intolerancia. En su momento, esa herramienta gen¨¦tica pudo salvar la vida al ni?o troglodita. Pero en el mundo de hoy basta con consultar la historia para ver que lo que hacen los nacionalismos es te?ir una y otra vez la tierra de sangre.
Civilizarse consiste, precisamente, en intentar ser mejores de lo que somos y convertir la brutalidad primitiva en otra cosa. Y as¨ª, de la misma manera que ya no le aplastamos la cabeza al vecino de cueva con una piedra, sino que recurrimos a los tribunales, tambi¨¦n deber¨ªamos intentar superar el da?ino impulso tribal. Yo aspiro a volar por encima de mis peores instintos.
Pero el problema es que esos instintos est¨¢n ah¨ª, en todos nosotros. Por eso es tan peligroso poner a rodar la bola de la irracionalidad patri¨®tica, siempre tan llena de fiebre y de furia. Sospecho que parte de los que encendieron la hoguera del catalanismo lo hicieron por intereses personales; quiz¨¢ para minimizar el famoso 3%, quiz¨¢ para mantenerse en el poder. Pero estoy segura de que hoy todos se creen a pies juntillas el rom¨¢ntico ensue?o de la patria: los mitos nacionalistas son enardecedores, intoxicantes, y nadie quiere verse a s¨ª mismo como un miserable, siempre es mucho mejor creerse un h¨¦roe. En cuanto a la sociedad, entiendo que se lancen en brazos de ese espejismo: la vida, cualquier vida, siempre es dif¨ªcil de vivir, e inventarse una ¨¦pica y reforzar ciegamente la pertenencia a una tribu protege mucho de los sinsabores cotidianos (de ah¨ª el ¨¦xito de las hinchadas deportivas).
Lo malo es el precio que terminaremos pagando por todo eso; y no me refiero ya a que Catalu?a se vaya, sino a esa declaraci¨®n unilateral de la CUP y JxS¨ª que ignora a la mitad de la poblaci¨®n catalana que no es independentista. O sea, me refiero a la intolerancia y el enfrentamiento. ?Y qu¨¦ podemos hacer aquellos que creemos que esto es un desastre? Poco, me temo, porque los nacionalismos anidan en las emociones y son al¨¦rgicos a la raz¨®n, as¨ª que no hay manera de convencer a nadie. Pero, en fin, podemos pedir un refer¨¦ndum: creo que es absolutamente necesario hacerlo (y adem¨¢s pienso que hoy el secesionismo perder¨ªa). Y tambi¨¦n ser¨ªa bueno que todos expres¨¢ramos claramente nuestra opini¨®n sobre el tema. Por eso repito: cada d¨ªa me gustan menos los nacionalismos.
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