N¨ªger: la otra cara de Lampedusa
El conflicto en Libia llev¨® a miles de personas a huir en barco hacia Europa La mayor parte de migrantes subsaharianos, sin embargo, regres¨® a casa
¡°Libia era mucho mejor, no hab¨ªa diferencia entre la comida de ricos y pobres. Los alimentos eran baratos y gan¨¢bamos dinero. Los occidentales trajeron el caos, sobretodo Sarkozy, y ahora pagamos las consecuencias¡±. Frases al vuelo como ¨¦sta discurren en un peque?o taller de costura de un barrio perif¨¦rico de Niamey, la capital de N¨ªger. Cerca de all¨ª, debajo de un ¨¢rbol, otro grupo repite expresiones parecidas y, en la otra punta de la ciudad, memorias similares retumban en o¨ªdos sordos.
Esperanzas truncadas, proyectos de vida sesgados, sue?os rotos braman por buena parte de esta ciudad saheliana. Pertenecen a los m¨¢s de 300.000 retornados a N¨ªger en 2011 tras la guerra en Libia, seg¨²n ONG locales y internacionales. Son la otra cara de los muertos en el Mediterr¨¢neo o los retenidos en Lampedusa. Un rostro de la migraci¨®n, menos conocido, el de la circulaci¨®n intra-africana, que representa un flujo mayor que el de los movimientos hacia Europa, ya que el 75% de emigrantes subsaharianos se dirige a pa¨ªses vecinos, seg¨²n el Banco Mundial.
Hombres j¨®venes entran y salen del peque?o local al albor del fuego donde se prepara el primero de los tres t¨¦s que servir¨¢n. El recinto es un devenir constante de gent¨ªo. Por delante aguarda una larga jornada. Algunos, los menos, ir¨¢n a trabajar y cobrar¨¢n un salario. El resto, la mayor¨ªa, buscar¨¢ cualquier tarea informal para ganarse el pan. Es la cotidianidad de los hombres nigerinos, tambi¨¦n de los regresados de Libia, quienes con la experiencia migratoria como principal patrimonio, su mayor frustraci¨®n radica en la falta de empleo y su mejor anhelo en encontrarlo. Denostan su pa¨ªs y se debaten entre permanecer o partir.
El dorado libio
¡°Aqu¨ª pagan 50.000 FCFA por jornada completa. En Libia no gan¨¢bamos menos de 300.000 FCFA y envi¨¢bamos dinero a nuestras familias. Prefiero no trabajar a la explotaci¨®n¡±, explica Djibril, que residi¨® ocho a?os en Libia. Este colectivo comprendido entre los 20 y 40 a?os se fue en busca de mejores condiciones de vida, como herederos de las caravanas del desierto de la Edad Media y la emigraci¨®n tuareg consecuencia de las sequ¨ªas de los setenta. Su objetivo nunca fue Europa sino Libia, atendiendo al proverbio hausa Libia Kaman Tour¨¦ ¡ªLibia como Europa¡ª . ¡°Nunca quise cruzar el Mediterr¨¢neo, Libia era Europa, los libios se cre¨ªan europeos¡±, asegura Laouli. Los ?ndices de Desarrollo Humano lo ratifican, ya que durante a?os fueron los m¨¢s altos de ?frica, debido, en gran medida, a ingresos procedentes de abundantes hidrocarburos existentes en el pa¨ªs.
Durante d¨¦cadas miles de africanos partieron clandestinamente para trabajar como mano de obra no cualificada, atra¨ªdos por salarios superiores a los de sus territorios de origen. ¡°La mayor¨ªa ten¨ªamos dos empleos para enviar m¨¢s dinero a la familia. Trabaj¨¢bamos casi sin descanso y, aunque tuvimos que soportar su racismo hacia los negros, cumplimos el prop¨®sito de alimentar a los nuestros¡±, se?ala Aminu, sastre de profesi¨®n. ¡°Todo estaba subvencionado, alimentaci¨®n, electricidad, gasolina,...Nadie pasaba hambre¡±, explica con admiraci¨®n Moussa, que regres¨® a N¨ªger semanas despu¨¦s del inicio de la intervenci¨®n de la OTAN.
Hubo amigos alistados como mercenarios, a m¨ª me lo propusieron pero no acept¨¦. No soy capaz de matar a nadie Migrante repatriado
El fen¨®meno migratorio estuvo presente durante todo el r¨¦gimen de Gadafi, que lo utiliz¨® como moneda de cambio de su diplomacia, pasando de autodenominarse Rey de ?frica a acabar como gendarme de la Uni¨®n Europea, controlando flujos de irregulares en su territorio. De los m¨¢s de seis millones de ciudadanos libios en 2011 se estima que dos de ellos eran inmigrantes. Una gran parte trabajaba en vertederos municipales o en compa?¨ªas extranjeras, donde todos adquirieron una formaci¨®n t¨¦cnica como electricistas, fontaneros o mec¨¢nicos. ¡°Yo reparo televisiones, aparatos tecnol¨®gicos, todo tipo de artilugios. All¨ª ganaba mucho dinero, pero aqu¨ª, con los cortes de electricidad y los impuestos, mis beneficios son pocos¡±, relata Yssiaka, entre montones de electrodom¨¦sticos y pantallas esperando resurrecci¨®n.
La fosa de arena
A los embelesados del panafricanismo gadafista de d¨¦cadas anteriores se unieron estos migrantes econ¨®micos ¨¢vidos de un sue?o que, aunque duro, les gratific¨® tanto como ahora ahoga su recuerdo. Llegaron a Libia cruzando el Sahara y muchos murieron en el intento. 92 mujeres y ni?os perecieron en noviembre 2013 y el n¨²mero de fallecidos se incrementa d¨ªa a d¨ªa. ¡°El desierto es muy dif¨ªcil, debes racionar el agua y la comida, viajar en camiones amontonados, algunos ch¨®feres te abandonan, cuando no hay aver¨ªas o accidentes. Vas encontrando cad¨¢veres y lo ¨²nico que puedes hacer es rendirles una tumba como tributo¡±, narra Ydrissa, que realiz¨® el trayecto tanto de ida como de vuelta.
En todos los casos, pasaron por Agadez, la m¨ªtica ciudad del desierto erigida como eje principal de la circulaci¨®n africana hacia Libia y Argelia, y experimentaron los entresijos de las redes informales que tejen circuitos a trav¨¦s de las porosas fronteras africanas. Desde transportistas a familiares o polic¨ªas y militares participan del engranaje. ¡°Los soldados hacen all¨ª su propia ley¡±, se?ala Bachir, refiri¨¦ndose a la ausencia de autoridad estatal en el desierto. Ya en el sur de Libia, en Sebha, las tramas alcanzan su m¨¢ximo exponente en el Gidanbashi, una especie de c¨¢rcel destinada a la trata de personas. ¡°Te pegan, te maltratan y incluso te pueden matar si intentas escapar. Alguien que conozcas en Libia debe pagar tu libertad¡±, revelan.
Tras los infortunios, los migrantes se instalaron en las principales ciudades libias, donde encontraron trabajo, sueldo y una pretendida estabilidad, enmara?ada por una xenofobia a la que aluden con recurrencia a su retorno a Niamey. Vivieron all¨ª a?os y s¨®lo volvieron a N¨ªger en breves periodos de tiempo para casarse o invertir. Con la guerra todo se esfum¨® y se precipitaron a una hu¨ªda precaria v¨ªa desierto o por avi¨®n.
Retorno forzado
Perseguidos como c¨®mplices de Gadafi, m¨¢s de un mill¨®n de subsaharianos emprendi¨® el camino a casa. ¡°La familia nos llamaba cada d¨ªa para que volvi¨¦ramos. Est¨¢bamos encerrados en casa. Hab¨ªa controles por todos sitios y no quer¨ªamos morir all¨ª¡±, admite Daouda, que permaneci¨® varios meses antes de regresar. La comunidad internacional se hizo eco del acecho a los subsaharianos, enmascarado de caza contra milicias gadafistas. ¡°Hubo quien se alist¨® como mercenario, a m¨ª me lo propusieron y la oferta no era despreciable: 1.000 d¨®lares al d¨ªa. No acept¨¦, no soy capaz de matar a nadie¡±, confiesa un repatriado, mientras insiste en que la mayor¨ªa de extranjeros eran trabajadores y no combatientes. Los traumas de esa crisis for¨¢nea en la que se vieron inmersos persisten hoy d¨ªa. ¡°Durante mucho tiempo tuve pesadillas y cuando oigo un avi¨®n pienso todav¨ªa en los bombardeos¡±, asegura Hassan, convencido de la irracionalidad de cualquier guerra.
Tras su retorno forzado, algunos se obstinan en partir de nuevo porque no se sienten integrados en su tierra?
Forzados a abandonar el pa¨ªs, la Organizaci¨®n Internacional para las Migraciones (OIM) repatri¨® en ese momento alrededor de 18.000 personas en avi¨®n a trav¨¦s de T¨²nez y Egipto. Entretanto, el resto emprendi¨® el camino del desierto hacinado en camiones y en condiciones f¨ªsicas, mentales y econ¨®micas deplorables. ¡°Se hizo negocio de la tragedia, los precios de los trayectos aumentaron. Tuvimos un accidente, el cami¨®n volc¨® por sobrepeso. Murieron dos personas y yo me lesion¨¦ la rodilla. Fue un infierno, pero al final llegu¨¦¡±, relata conmocionado Bouba. ¡°Regresaban cansados, d¨¦biles, enfermos, en situaci¨®n de mucha vulnerabilidad¡±, recuerda un responsable de M¨¦dicos Sin Fronteras. Hay quien encontr¨® sus fondos guardados a buen recaudo, pero la mayor¨ªa retorn¨® sin nada, hall¨¢ndose desamparada. ¡°Con mis transferencias se pag¨® la educaci¨®n de mi hermano y los gastos cotidianos de casa. Lo perd¨ª todo¡±, afirma Mohammed en su casa de Niamey.
N¨ªger es un pa¨ªs fr¨¢gil, considerado por los ranking internacionales como el m¨¢s vulnerable del planeta, con la media de crecimiento m¨¢s alta del mundo ¡ª3,3% y una fecundidad de m¨¢s de siete hijos por mujer¡ª, y supeditado a Francia, antigua metr¨®polis, principal acreedor y beneficiario del tesoro m¨¢s preciado escondido en la aridez de sus tierras: el uranio. El regreso desde Libia junto al retorno de miles de repatriados de Costa de Marfil; la falta de lluvias ¡ªen una econom¨ªa agr¨ªcola dependiente de la climatolog¨ªa¡ª y un descenso dr¨¢stico de las remesas, agravaron la crisis alimentaria estructural del territorio. Los organismos internacionales estimaron en m¨¢s de cinco millones las personas en riesgo de seguridad alimentaria, pero aun as¨ª prometieron ayudas para los retornados.
Esperanza contra desesperaci¨®n
Ante tal situaci¨®n, quienes regresaron crearon el Colectivo de Repatriados Nigerinos (CORNI) para luchar por sus derechos y reivindicar su reintegraci¨®n. En los ¨²ltimos cuatro a?os, la OIM y distintas organizaciones han fomentado proyectos de reinserci¨®n de ex migrantes en la sociedad de origen, conscientes tambi¨¦n de su capacidad desestabilizadora.¡°Son gente no acostumbrada al paro, activa y muy militante pol¨ªticamente¡± admit¨ªa el director adjunto al Primer Ministro, Abdelkader Aghali. ¡°Si nosotros hubi¨¦ramos instado al levantamiento nos hubieran seguido¡±, asegura Irou, portavoz de CORNI. Ese escenario no se produjo y algunas prestaciones proporcionadas acabaron en ¨¦xito. ¡°Nos dieron material y me compr¨¦ una m¨¢quina de coser con la que ahora me gano la vida¡±, atestigua Moctar en su estudio de modisto.
El desierto es muy dif¨ªcil. A lo largo del camino encuentras cad¨¢veres y s¨®lo puedes rendirles una tumba como tributo Ydrissa, migrante nigerino
De la desesperanza anterior, algunos han pasado a trabajar por alcanzar la prosperidad en su pa¨ªs. ¡°Donde mejor que mi tierra para trabajar, yo no quiero irme de aqu¨ª, pero necesito ingresos¡±, aseveran. CORNI sigue batallando para financiar una iniciativa agr¨ªcola comunitaria que aporte perspectivas de futuro a decenas de repatriados, ¡°para que se queden, sensibiliz¨¢ndoles sobre la migraci¨®n pero sin obstaculizarla¡±, asegura el presidente de la entidad.
A diferencia de ¨¦stos, hubo quien us¨® el dinero de las ayudas para volver a Libia. La OIM es consciente de ello y, aunque califica la reinserci¨®n de ¡°¨¦xito¡±, admite que sus prestaciones s¨®lo beneficiaron a un 1% del total de retornados. ¡°No se adaptaron a este pa¨ªs de miseria y pobreza¡±, defiende Abdelaziz, entestado tambi¨¦n en continuar su plan migratorio arrebatado. Como ¨¦l, muchos reconocen el peligro actual de Libia, pero no descartan Europa. ¡°Querr¨ªa ir a Francia, pero con visado. Siempre me lo deniegan, pero no desfallezco¡±, asegura Bachir, que prioriza salir de N¨ªger.
Miles de personas se embarcan hoy desde Libia hacia Europa y, cada vez, m¨¢s nigerinos entre ellos. La Uni¨®n Europea exhibe sin disimulo a N¨ªger como la nueva frontera de su fort¨ªn. Distintas misiones trabajan a diario para frenar los flujos desde territorio nigerino. ¡°La migraci¨®n irregular es una preocupaci¨®n principal para la Uni¨®n, un 60% de los que llegan a Lampedusa atraviesan N¨ªger¡±, afirma Raul Mateus, embajador de la UE en el pa¨ªs. Por su parte, la ONU establece que entre 80.000 y 120.000 migrantes de ?frica occidental transitar¨¢n por la zona durante 2015. Entre ellos, seguramente habr¨¢ viejos conocidos de Libia, los que una vez so?aron, cayeron y se negaron a resignarse. Si la realidad no mejora su viaje continuar¨¢, pero ¡°s¨®lo Dios sabe¡± si Lampedusa seguir¨¢ lejos o se acercar¨¢.
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