La ceguera
Despertar, como sucede siempre, era el duro golpe de volver a la oscuridad
Despu¨¦s de 20 a?os de oficio este funcionario de prisiones sab¨ªa distinguir con solo mirarle a la cara el delito que hab¨ªa cometido el preso apenas cruzaba la puerta de la c¨¢rcel. Cada crimen tiene su rostro, dec¨ªa. Pero esta facultad la fue perdiendo como consecuencia de un desprendimiento de retina. Por desgracia lleg¨® el d¨ªa en que el funcionario se qued¨® completamente ciego y los sucesivos rostros de asesinos, violadores y rateros, con los que se hab¨ªa batido 20 a?os sin ninguna clase de misericordia, formaron una confusa y amarillenta amalgama de la maldad, que acab¨® por fundirse en la oscuridad absoluta. Le cost¨® resignarse al inmenso quebranto de pasar el resto de su vida ayudado por el bast¨®n en la calle, de verse obligado a tentar paredes y muebles para moverse por casa. Pero despu¨¦s de un tiempo, cuando ya se hab¨ªa acostumbrado a la irremediable ceguera, una noche sinti¨® que, de repente, la oscuridad se iluminaba y sus ojos recobraban la visi¨®n. Era un milagro. El funcionario comenz¨® a ver de nuevo con toda nitidez los rostros de aquellos delincuentes, asesinos y ladrones que poblaban el patio y las galer¨ªas de la c¨¢rcel. No daba cr¨¦dito a tanta dicha, pero el milagro consist¨ªa en que estaba so?ando y las im¨¢genes que ten¨ªa guardadas en su cerebro ahora se hab¨ªan despertado mientras dorm¨ªa. A partir de ese feliz acontecimiento el funcionario de prisiones acept¨® la nueva realidad: era un ciego de d¨ªa y un vidente de noche. El sue?o m¨¢s recurrente discurr¨ªa en el patio de la c¨¢rcel donde a veces se celebraban alegres fiestas en las que su mujer y sus hijos, junto con amigos de la ni?ez ya olvidados, participaban en compa?¨ªa de aquellos asesinos y ladrones, que ahora le parec¨ªan todos inocentes por el simple hecho de que los so?aba. Despertar, como sucede siempre, era el duro golpe de volver a la oscuridad.
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