Nuestra diplomacia
Los profesionales del servicio exterior son clave para construir un mundo mejor
La imagen popular del diplom¨¢tico, a la que dan p¨¢bulo ciertas noticias recientemente publicadas, es la de alguien que vive en grandes mansiones y pasa gran parte de su tiempo ¡ªsi no todo¡ª en fiestas de lujo, en c¨®cteles. Se trata de un estereotipo muy arraigado que proyecta al diplom¨¢tico ante la sociedad como una persona fr¨ªvola, distante de la gente com¨²n, rodeada de oropel ¡ª?un lujo que pagamos todos!¡ª, de conversaci¨®n superficial¡ la lista podr¨ªa ser tan larga como esta columna, con sustantivos, adjetivos y ep¨ªtetos que conectan al profesional de la diplomacia con dos caracter¨ªsticas letales en la hora actual: lo que nos cuesta a las cuentas p¨²blicas y lo prescindible que resulta.
El objetivo de estas l¨ªneas no es tanto desmentir esa imagen estereotipada como afirmar la necesidad de reforzar nuestra diplomacia, especialmente en el proceso de integraci¨®n europeo, y abundar en la explicaci¨®n de por qu¨¦ los profesionales de la diplomacia, que deben tener una formaci¨®n continuada adecuada, son clave para construir un mundo mejor.
Existe la convicci¨®n extendida, incluso entre los miembros del servicio exterior espa?ol, de que el futuro de nuestra diplomacia es su disoluci¨®n paulatina en el servicio diplom¨¢tico europeo. Pero esta idea parte de una premisa que la experiencia europea ha desmentido desde el primer momento. La idea de la Uni¨®n Europa no se dirige a replicar el ejemplo norteamericano de una federaci¨®n sin m¨¢s, sino que muestra un horizonte sin disoluci¨®n de Estados, es decir, una federaci¨®n o una uni¨®n de Estados, que preservan su diplomacia y entre todos contribuyen a una diplomacia europea en aquellos ¨¢mbitos en los que su ejercicio conjunto sea m¨¢s efectivo. Son muchos los ejemplos en los que ese ejercicio conjunto muestra un indudable valor a?adido ¡ªcomo puede ser la negociaci¨®n nuclear iran¨ª¡ª, pero son tambi¨¦n numerosos aquellos en los que los esfuerzos diplom¨¢ticos nacionales obtienen mejores resultados.
Entre otros ejemplos, esta influencia de las diplomacias europeas nacionales es evidente cuando nos referimos al ¨®rgano por excelencia que tiene como misi¨®n la salvaguarda de la paz y la seguridad internacionales, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Espa?a ocupa hoy una silla en ese ¨®rgano, de manera temporal hasta finales de 2016, y lo hace junto con Francia y Reino Unido, que las ocupan de forma permanente. As¨ª, en la hora actual, tres pa¨ªses de la Uni¨®n Europea se sientan entre los quince Estados que forman el Consejo de Seguridad. La clave de la influencia europea en este ¨®rgano es la coordinaci¨®n efectiva, m¨¢s que la aspiraci¨®n a suprimir una o dos sillas, o las tres, en beneficio de una sola voz europea. Si los tres actores europeos dirigimos nuestros esfuerzos en la misma direcci¨®n, el efecto de nuestras voces se multiplica.
Una renovada Escuela Diplom¨¢tica deber¨ªa garantizar el aprendizaje a lo largo de toda la vida profesional
La situaci¨®n en Siria e Irak demuestra que Europa necesita intensificar esa coordinaci¨®n. Al fin y al cabo Oriente Pr¨®ximo no estaba tan lejos como muchos dec¨ªan, sino a las mismas puertas de Europa, que son las que golpean los refugiados procedentes de esos conflictos en busca de asilo. M¨¢s all¨¢ del reto humanitario, que no podemos ni debemos deso¨ªr, la llamada crisis de los refugiados nos enfrenta a la necesidad de coordinar nuestras diplomacias e influir a trav¨¦s de esa coordinaci¨®n en los ¨®rganos de gobernanza mundial en busca de una soluci¨®n a los conflictos. Y eso no pasa por m¨¢s acciones armadas, sino por m¨¢s di¨¢logo, m¨¢s negociaci¨®n; en definitiva, m¨¢s diplomacia.
En esa labor, nuestra diplomacia est¨¢ llamada a jugar un papel relevante. Nuestra historia, nuestra cultura, nuestra sociedad, nos proyectan como potencial puente de di¨¢logo en numerosos conflictos. Y con ese objetivo no podemos ocultar la necesidad de mejorar nuestro servicio exterior. La carrera diplom¨¢tica en Espa?a, como ocurre en otros pa¨ªses de nuestro entorno ¨Ctal es el caso de Francia, Reino Unido, o Suiza, por citar s¨®lo algunos- est¨¢ formada por funcionarios con una muy s¨®lida preparaci¨®n que, sin embargo, han de perseguir una mejora continua. En este proceso, son dos los ¨¢mbitos principales de trabajo que deber¨ªa contener la reforma de nuestra diplomacia. La formaci¨®n permanente en una renovada Escuela Diplom¨¢tica que garantice el aprendizaje a lo largo de toda la vida profesional: nuevos idiomas, exposici¨®n p¨²blica, negociaci¨®n internacional, organizaci¨®n y gesti¨®n de equipos, cooperaci¨®n al desarrollo, derechos humanos, diplomacia econ¨®mica y cultural, interlocuci¨®n con los l¨ªderes religiosos, seguridad, inteligencia¡ Y la selecci¨®n. Una selecci¨®n de funcionarios que, manteniendo el sistema de oposiciones ¡ªque es el que mejor garantiza la igualdad de oportunidades¡ª? eval¨²e la serie de competencias que han de tener los diplom¨¢ticos, entre las cuales la capacidad memor¨ªstica no puede ser el ¨²nico criterio, ni si quiera el principal, como ocurre en el actual esquema de oposiciones.
Competencia profesional (conocimiento de idiomas suficiente, sistemas pol¨ªticos, relaciones diplom¨¢ticas, paradigmas, teor¨ªas, historia, econom¨ªa, derecho¡); competencia comunicativa; competencia relacional (organizacional y liderazgo) y competencia moral (honestidad, compromiso, ejemplaridad p¨²blica), son las cuatro competencias m¨ªnimas con las que debe contar todo profesional de la diplomacia. Unas competencias que, bien entendidas, no son evaluables s¨®lo con la realizaci¨®n de ejercicios puntuales ante un tribunal de oposici¨®n. El esquema de un curso continuado (en la Escuela Diplom¨¢tica), con evaluaciones regulares, que provea un t¨ªtulo de posgrado para aquellos que no sean finalmente seleccionados como diplom¨¢ticos de carrera, resulta una f¨®rmula m¨¢s acorde para la medici¨®n de las competencias mencionadas.
La reforma de nuestra diplomacia es un imperativo de nuestro tiempo, en el que la paz y la seguridad mundial requieren m¨¢s di¨¢logo, una diplomacia imaginativa y din¨¢mica que se extienda y combine las esferas econ¨®mica, cultural, religiosa, social, acad¨¦mica... Nuestra diplomacia es buena, pero puede ser mejor, y para eso es necesaria una reforma que se produzca de manera efectiva en los ¨¢mbitos se?alados. Si nuestra diplomacia no mejora, ir¨¢ poco a poco debilit¨¢ndose, y finalmente perdiendo su raz¨®n de ser. Dicho con palabras de Wittgenstein, se convertir¨¢ en una rueda de la m¨¢quina que no mueve nada al girar. Y se la desmontar¨¢ sin tardanza cuando eso ocurra.
?lvaro Albacete es diplom¨¢tico, secretario general adjunto del Centro Internacional de Di¨¢logo KAICIID con sede en Viena.
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