As¨ª le cont¨¦ a mis padres que soy actriz porno
No es f¨¢cil decirles a tus padres que te dedicas a la industria del sexo. Varias actrices espa?olas cuentan c¨®mo lo hicieron a ra¨ªz de la publicaci¨®n del libro ¡®Coming out like a porn star¡¯, de Jiz Lee
Aunque tener trabajo hoy en d¨ªa se considere un privilegio, sigue habiendo categor¨ªas. Los periodistas, por ejemplo, suelen recordar aquella frase atribuida err¨®neamente a Jack Lemmon en la pel¨ªcula ¡®Primera plana¡¯, de Billy Wilder: ¡°No le digas a mi madre que soy periodista, ella cree que toco el piano en un burdel¡±. En un ambiente de misterio y ocultaci¨®n mucho m¨¢s salvaje se mueven las actrices y los actores porno. La estadounidense Jiz Lee, emblema del g¨¦nero ¡®queer¡¯, lo ha vivido y lo quer¨ªa contar. Por eso public¨® el pasado mes de octubre ¡®Coming out like a porn star¡¯, un libro donde recopila su propia experiencia y la de algunos colegas de profesi¨®n a la hora de confesar a sus allegados a qu¨¦ se dedicaban.
¡°Todo empez¨® ignorando una llamada de tel¨¦fono de mi padre¡±, relata Lee en el pr¨®logo, ¡°soy una mentirosa horrible y responder significaba dar explicaciones de por qu¨¦ estaba en Berl¨ªn: porno, estaba haciendo porno¡±. Ese fue el momento en el que, seg¨²n cuenta, decidi¨® sacar a la luz su vida como actriz en videos para adultos y se fij¨® en que preguntar sobre las confesiones de los dem¨¢s era un tema recurrente en el sector. ¡°Estaba manteni¨¦ndolo aparte de mis familiares como si estuviera avergonzada cuando en realidad estaba muy orgullosa. Todos los testimonios reflejan los estigmas de una sociedad cuya madurez cultural en este terreno est¨¢ todav¨ªa en un bochornoso nivel previo a la adolescencia¡±, expone en esta recopilaci¨®n de ¡°ensayos sobre pornograf¨ªa¡±.
Prejuicios que tambi¨¦n persisten en nuestro pa¨ªs. La m¨¢s medi¨¢tica y locuaz de nuestras actrices porno, Amarna Miller, reconoce a sus 25 a?os que ella nunca tuvo una ¡°salida de armario¡± oficial. ¡°Empec¨¦ detr¨¢s de las c¨¢maras con mi propia productora hace cinco a?os, as¨ª que mi c¨ªrculo m¨¢s cercano ya sab¨ªa que me dedicaba a algo relacionado con la industria sexual. Cuando di el paso y empec¨¦ como actriz, nadie se sorprendi¨®¡±, responde por correo electr¨®nico desde Los ?ngeles. ¡°Con mi familia no ten¨ªa en aquel momento demasiada relaci¨®n y lo supieron cuando aparec¨ª en medios de comunicaci¨®n ¡®mainstream¡¯. No me sent¨ª en la obligaci¨®n de cont¨¢rselo. ?Tendr¨ªa que llamarles para decirles que era camarera? Entonces, ?por qu¨¦ sentirse en la obligaci¨®n de decirlo si soy actriz porno?, pregunta.
"Les decepcionaba pensar que, teniendo cerebro, me hubiera dedicado a algo ligado a la imagen y el cuerpo¡±
Al final, se enteraron ¡°por otros medios¡±. Y las consecuencias fueron ¡°terribles¡±. ¡°Con mis amigos todo hab¨ªa sido de lo m¨¢s natural, pero la conversaci¨®n que tuve con ellos estaba plagada de estereotipos sin fundamento. Les decepcionaba pensar que, teniendo cerebro, me hubiera dedicado a algo ligado a la imagen y el cuerpo¡±, apunta Miller cinco a?os despu¨¦s, que resuelve la situaci¨®n con optimismo: ¡°No les gust¨® y siguen sin estar de acuerdo, pero al menos ahora lo aceptan. Lo bueno es que, a partir de aquella hecatombe, hemos estrechado nuestra relaci¨®n¡±.
Todos sostienen que no es f¨¢cil soltarlo. Menos en nuestra ¨¦poca, donde cualquier informaci¨®n se transmite de boca a oreja o, mejor dicho, de chat de Facebook en chat de Whatsapp en lo que tarda un dedo en tocar una pantalla. Justo lo que le ocurri¨® a Silvana Violet, de 22 a?os. Esta actriz de Monz¨®n, un pueblo de 19.000 habitantes en la provincia de Huesca, s¨®lo le cont¨® a una amiga que iba a Madrid a rodar una escena. Al cabo de unas horas, todo el pueblo la hab¨ªa visto. Entre ellos, sus padres. ¡°Les solt¨¦ que hac¨ªa de doble para secuencias comprometidas de cine convencional, pero cuando se enteraron de la verdad me dijeron que hiciera las maletas y me fuera¡±, comparte lac¨®nica. ¡°Estuvimos dos o tres meses sin hablarnos. Son muy cerrados, de otra mentalidad. Me qued¨¦ en Madrid y dej¨¦ pasar algo de tiempo para volver al pueblo y hablarlo. Les ped¨ª perd¨®n y lo asumieron¡±.
¡°En los ochenta y los noventa, a¨²n hab¨ªa gente que lo ocultaba toda la vida. Ahora es muy dif¨ªcil y, adem¨¢s, los padres son de otra generaci¨®n, han vivido el ¡®destape¡¯ y tienen otra mentalidad¡±
En agosto de 2014, Pornhub -la web especializada m¨¢s visitada del mundo- public¨® un estudio en el que cifraba en 40 millones las visitas diarias durante 2013. Un 2% proven¨ªan de Espa?a, lo que significa que cerca de 800.000 personas consumen porno a diario y sit¨²an a nuestro pa¨ªs en el d¨¦cimo puesto del ranquin mundial por detr¨¢s de Estados Unidos, Inglaterra o Canad¨¢, en lo alto de la tabla. Un negocio millonario que parece no responder a aquella imagen deste?ida del videoclub con cortinilla. Su gratuidad y ubicuidad en cualquier dispositivo hacen que la intriga y la b¨²squeda de otras d¨¦cadas se desvanezcan. ¡°El problema ahora es la eternidad de lo que grabas¡±, aclara Paco Gisbert, periodista especializado en pornograf¨ªa. "Antes, una actriz pod¨ªa dejar el mundillo, crecer, y sus cintas no las consegu¨ªa casi nadie. Ahora todo se queda perenne en millones de p¨¢ginas de todo el mundo¡±. ¡°En los ochenta y los noventa, a¨²n hab¨ªa gente que lo ocultaba toda la vida. Ahora es muy dif¨ªcil y, adem¨¢s, los padres son de otra generaci¨®n, han vivido el ¡®destape¡¯ y tienen otra mentalidad¡±, explica el autor de libros como ¡®Gerard Damiano: el porn¨®grafo indie¡¯, sobre el creador de la famosa ¡®Garganta Profunda¡¯. ¡°Lo m¨¢s curioso es que la madre suele ser la confidente y no el padre, que es el que tiene m¨¢s posibilidad de ver los v¨ªdeos¡±, r¨ªe.
Mientras que para las mujeres persiste el peso de lo indigno, a los hombres les arropa una imagen de triunfo
¡°Siempre hay dudas y miedo¡±, afirma Gala Brown, que se lanz¨® al cine X despu¨¦s de meses de striptease y simultaneando un trabajo de oficina de lunes a viernes. ¡°Mi madre se lo ol¨ªa, pero no se atrev¨ªa a preguntar. Cuando se lo dije me apoy¨® totalmente. Al que m¨¢s me cost¨® dec¨ªrselo fue a mi hermano peque?o, que ten¨ªa 16 a?os cuando empec¨¦ hace cuatro a?os, con 20. Luego se lo tom¨® s¨²perbien¡±, recuerda. De forma parecida lo vivi¨® Carolina Abril. Esta actriz canaria de 23 a?os pidi¨® permiso a su madre para volar a Madrid y participar en un casting y despej¨® todos sus temores: ¡°Dijo que si era lo que quer¨ªa hacer, adelante¡±, sintetiza. Con su padre no tuvo la misma reacci¨®n: ¡°Llevaba tiempo sin contacto y no ten¨ªa confianza¡±, describe. Como Jiz Lee, se sorprendi¨® un d¨ªa con varias llamadas suyas al m¨®vil. Tambi¨¦n como Jiz Lee, las dej¨® sin contestar. ¡°Cuando hablamos me amenaz¨® con romperme los dientes. M¨¢s adelante nos reconciliamos y me dijo que era normal¡±. ¡°Yo tambi¨¦n se lo dije a mi familia y amigos antes del primer rodaje, sin m¨¢s. Siento parecer sosa, pero no tengo ninguna an¨¦cdota curiosa¡±, a?ade por su parte Silvia Rub¨ª, otra de las actrices espa?olas m¨¢s internacionales.
La declaraci¨®n de esta profesi¨®n desvela unos pliegues sexistas que, aunque menos profundos, se mantienen. Mientras que para las mujeres persiste el peso de lo indigno, a los hombres les arropa una imagen de triunfo. ¡°La primera reacci¨®n no fue buena, pero vieron que me iba bien y est¨¢n muy contentos¡±, relata el productor, director y actor Pablo Ferrari. ¡°A mi madre no le hizo mucha gracia y a mi padre le pareci¨® mortal, pero era mi sue?o¡±, secunda Alberto Blanco, ¡°lo relacionaban a una vida de vicio. Ahora saben que es legal y lo aceptan¡±. Ambos actores, de 37 y 27 a?os respectivamente, defienden su profesi¨®n, pero ponen pegas a que la ejerciera alguno de sus seres queridos. ¡°Intentar¨ªa que hicieran otra cosa¡±, piensa Blanco. ¡°No me gustar¨ªa. Preferir¨ªa que fueran m¨¦dicos o astronautas. Si no quedara m¨¢s remedio, lo aceptar¨ªa¡±, razona Ferrari.
En lo que coincide la mayor¨ªa es en que, tras retirar el velo inicial de la verg¨¹enza, se crea una naturalidad pasmosa a la hora de decirlo en p¨²blico. ¡°Nada m¨¢s conocer a alguien no digo que soy actor porno, pero igual que no digo que soy de Palencia¡±, se excusa Ferrari. ¡°Luego ya explico que estoy en el sector del ocio para adultos y, si me preguntan m¨¢s, lo cuento corrientemente¡±. Una normalidad que cuesta alcanzar. Han de pasar generaciones, disgustos, sorpresas e incluso libros que recojan algunas de estas experiencias, como el de Jiz Lee. Ahora, quiz¨¢s, le llegue el turno a los periodistas.
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