C¨¢lculos

A los 21 a?os me fui a Nueva York. A casa de un amigo que daba clases de espa?ol en un instituto. Cuando, nada m¨¢s llegar, me enter¨¦ de que cada trayecto en metro costaba un d¨®lar, me puse a hacer c¨¢lculos y me asust¨¦ much¨ªsimo. Pero al d¨ªa siguiente ech¨¦ a andar, a andar, a andar, y hasta hoy apenas he parado, con lo que casi no pude ver a aquel amigo que daba clases de espa?ol en Nueva York. Hace un momento, 33 a?os despu¨¦s, estaba planchando y, al descubrir un agujerillo en el pantal¨®n de mi pijama, me he puesto otra vez a hacer c¨¢lculos.

Si un pijama me dura unos diez a?os, hasta que me muera, si es que vivo pongamos hasta los 94, para ser generosos, o hasta los 104, para ser a¨²n m¨¢s previsores, s¨®lo necesitar¨ªa otros cuatro o cinco pijamas. Y el de repuesto. Para poder lavarlos de vez en cuando. Con lo que ser¨ªan unos ocho o diez pijamas¡­ Y he sentido alivio, porque, total, diez pijamas no son nada. Y he seguido planchando y planchando y planchando, hasta que le he hecho otro agujerillo al pantal¨®n del pijama y me he dado cuenta de que no me queda tanto tiempo para caminar. Y de que adem¨¢s no conviene hacerlo en pijama. Y menos con uno que tiene agujerillos.

Tendemos a complicarnos la vida m¨¢s de lo necesario. Si no tenemos hijos ni nadie que dependa de nosotros, bastan unos sencillos c¨¢lculos para encontrar la calma, aunque sea s¨®lo por un rato. ?Cu¨¢ntos coches necesito? Ni uno. ?Cu¨¢ntos pijamas? Pocos. Aunque otras veces esos mismos c¨¢lculos nos empujan hasta el borde del mayor de los abismos, con lo que sentimos un v¨¦rtigo que nos llena de angustia. Incluso cuando no nos amenaza ning¨²n peligro real. ?La mejor regla de c¨¢lculo? La austeridad. La madre del sosiego. Y la generosidad, su mejor compa?era. Algo que se aprende con la edad. O que no se aprende nunca.

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